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Crisis global de la educación (II)

JUAN RAMÓN DE LA FUENTE

México prepara para este año, en la Asamblea General de la ONU, una resolución sobre la protección de las niñas y los niños contra el acoso. El combate frontal a la violencia, al hostigamiento y cualquier forma de bullying escolar es parte del reclamo por un proyecto integral, que incluya la atención focal a los entornos educativos. Porque no solo se trata de fomentar programas educativos que sean inclusivos y respetuosos de las diferencias. De poco sirve un modelo educativo con contenidos ético-cívicos, con conciencia global, si no aseguramos que se lleve a cabo en un entorno seguro.

También es pertinente recordar que nuestro país, junto con Francia y Marruecos, presentó una iniciativa ante la Unesco, que fue adoptada por todos sus Estados Miembros, para declarar el primer jueves de noviembre, como el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, que incluye un tema emergente de gran complejidad: el ciberacoso, cuyas consecuencias, me temo, serán aún más graves de las que ya anticipamos.

Con estas iniciativas se deja constancia de los compromisos que México asume y del papel que juega el multilateralismo para que los Objetivos del Desarrollo Sostenible aterricen, efectiva y afectivamente, en cada aula. Solo así, las niñas, niños y jóvenes podrán ser las y los ciudadanos que las circunstancias exigen: con una conciencia global sustentada en principios que estimulen el respeto mutuo y el valor por la vida. Solo así, ellos podrán incidir en la sostenibilidad de sus comunidades y de sus países.

Un tema de fundamental importancia es la atención que debe prestarse a las niñas y las adolescentes durante su proceso educativo. El objetivo 5 de la Agenda 2030 es enfático. Hay que garantizar que todas las niñas -sin excepción- reciban, por lo menos, 12 años continuos de educación de calidad en un ambiente seguro y saludable. Con miedo no se puede aprender. Tampoco sin salud. Las inadmisibles cifras de los embarazos en la adolescencia, por ejemplo, son la expresión más contundente del fracaso del sistema educativo. Las adolescentes tienen tres veces más probabilidades de estar fuera del sistema educativo que los adolescentes. El panorama no puede ser más desigual. A nivel global, hay aproximadamente 130 millones de niñas que no están incorporadas a un sistema escolarizado.

El secretario general de la ONU, Antonio Gutérres, lo ha dicho claramente: el tema de la igualdad de género es un asunto de poder, pues desde ahí se gestan patrones de desigualdad que en otros ámbitos se reiteran y se legitiman, así que debemos empezar por atenderlo tempranamente en el sistema educativo. Me parece que hay una gran oportunidad, si formulamos con más precisión algunas políticas. Si asumimos cabalmente, por ejemplo, que la ciencia y la tecnología cada vez juegan un papel más fuerte en la economía y en el desarrollo de los países. Necesitaríamos entonces, más mujeres en la ciencia y en las áreas tecnológicas. Necesitamos más ingenieras, más tecnólogas. Creo que sería una forma de anticiparnos bien a un futuro en el cual, las manos que habrán de sacudir al sistema serán de mujeres. No me quedan dudas.

La educación es un derecho humano y una herramienta esencial para alcanzar la igualdad, el desarrollo y la paz. La educación es lo único que, una vez que la tienes, no te la quita nadie.

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Escrito en: editorial JUAN RAMÓN DE LA FUENTE

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