La celebración del día de la Constitución en México, cada año nos ofrece la oportunidad de hacer una reflexión sobre nuestras instituciones, lo que en esta ocasión despierta un interés especial. Lo anterior, porque que el actual Gobierno Federal que preside López Obrador, tiene la pretensión de generar un cambio de régimen.
En medio de los esfuerzos por lograr una transformación nacional, cuya demanda llevó a una mayoría de electores a votar por un cambio radical en los comicios de 2018, la necesidad de conservar nuestra Constitución en lo esencial, debe ser el primer punto en la agenda del cambio. Por temas esenciales entendemos el goce de las garantías individuales, como conjunto de derechos de la persona humana que el Estado tiene la obligación de mantener, entre los cuales se encuentran el derecho a la vida, y la libertad en todas sus formas a saber: Libertad de conciencia, de educación, de pensamiento, de opinión, de profesar una religión, de expresión de las ideas, de reunión y asociación, de tránsito, de trabajo, etcétera.
En el mismo nivel de importancia consideramos la previsión del Artículo 39 de nuestra Carta Magna, que reconoce que el poder público reside originariamente en el pueblo, entendiéndose como tal, el conjunto de los hombres y mujeres mexicanos de carne y hueso, que constituyen una comunidad. Lo anterior entraña una enorme responsabilidad, porque la libertad no es una gracia sino un anhelo que una vez conquistado debemos mantener, mediante una lucha de todos los días que está en manos del ciudadano es decir, en nuestras manos.
En el plano político, el principio según el cual el poder reside en la sociedad organizada, se concreta en el derecho de los ciudadanos participar en las elecciones públicas para el efecto de votar y ser votados, con el fin de integrar los órganos de gobierno bajo el principio de división y equilibrio de tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El mantener vigente el sistema de elecciones confiables, como expresión de la voluntad del pueblo manifestada en las urnas para darnos el gobierno al que aspiramos, es una obligación ineludible de cada generación, y la nuestra debe cumplir con la parte que le toca.
El camino que la humanidad ha recorrido para plasmar los anteriores acuerdos en un documento político que rige la vida social, inicia en la era de las cavernas y pasa por la época en la que el gobernante es considerado deidad, lo que origina el ejercicio del poder autocrático y despótico, hasta llegar al parteaguas de la era cristiana que postula la igualdad de todos los hombres y separa el ejercicio del poder temporal de la práctica religiosa. Como consecuencia, la condición del estado laico, es otro de los grandes pilares institucionales a celebrar en este día.
Las libertades de las que disfrutamos son producto de la voluntad y del esfuerzo del ser humano, que a partir del conocimiento de su propia naturaleza dirige su acción, a construir sistemas políticos que correspondan a su vocación libertaria. No todos los pueblos han alcanzado objetivos al respecto, que correspondan al nivel mínimo que demanda el respeto a la dignidad de la persona y por ello, en muchas latitudes del planeta, aún existe opresión en niveles que por fortuna no existen en nuestro país, pero que pueden llegar a existir, si descuidamos nuestros deberes cívicos.
El régimen de libertades y el sistema democrático vigente en nuestro país, es producto del esfuerzo de muchas generaciones al través del tiempo; no es perfecto, pero es lo que tenemos y corresponde a nosotros perfeccionarlo. En palabras que se atribuyen a Winston Churchill, la democracia es el peor sistema, a excepción de todos los demás. En este sistema, las instituciones se crean a partir de un gran acuerdo de voluntades que se plasma por escrito en un documento llamado Constitución, que constituye el punto de partida del orden jurídico total.
La celebración del día de la Constitución es el momento pertinente para ratificar el acuerdo social y político que nos rige, y renovar la voluntad de mantener y acrecentar el régimen de libertades de que gozamos.
