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El show del avión

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Y es que antes se llega a la celebridad con escándalo y talento que con talento solo; y aun suple el talento el escándalo".— Emilia Pardo

El futuro siempre nos alcanza y termina rebasándonos porque eludimos lo apremiante y de urgente resolución. La realidad lastima al punto de que no queremos verla, pretendemos que no está ahí ni nos cobrará las facturas pendientes. So pretexto de que a otros les corresponde hacerlo o sintiéndonos impotentes ante los cada vez mayores absurdos que implica vivir estos tiempos de locura y desenfreno, en ocasiones renunciamos a hacer mucho de lo que nos corresponde.

Tal vez por desencanto, desinterés o creyendo que serán terceras personas quienes vendrán a resolver las cosas -quizá cuando sea demasiado tarde- a menudo asistimos en calidad de espectadores renuentes a participar e involucrarse.

Fascinados, embelesados y aturdidos ante el constante espectáculo que supone la cosa pública, asistimos como audiencia captiva, pero seguimos sin animarnos a participar del todo. Nuestra atención, puesta en demasiados asuntos al mismo tiempo, no logra priorizar dónde debemos enfocar las baterías y cuáles son las batallas que vale la pena librar.

Dolidos, azorados y temerosos por lo que vendrá, a menudo preferimos lo fácil e inmediato, aquello que no nos confronte o haga pensar demasiado en todo eso que sí es apremiante. Son tales las complicaciones inherentes a vivir en el mundo de hoy, pensamos, como para todavía ponernos a desentrañar soluciones sobre el futuro que nos gustaría legarles a las generaciones venideras.

Presos de la apatía o el desinterés, preferimos que otros dicten agenda y los ritmos y tiempos de la melodía. Paternalistas y herederos de una historia nacional de la cual no hemos podido escapar del todo, a menudo permitimos que sean otros quienes la escriban. Ya sean tlatoanis, virreyes, emperadores o presidentes, por alguna razón lidiar con figuras de autoridad y poder nos resulta una empresa tortuosa y prácticamente imposible de llevar a cabo exitosamente, de ahí que permitamos tales despropósitos por parte de quien nos gobierna.

En el fondo, sabernos bajo el manto protector de algo o alguien resulta psicológicamente confortable y nos da la posibilidad, hasta cierto punto, de eludir nuestra responsabilidad con el país y su futuro. Ya sea desde el amor, odio o el escepticismo, pero habitamos cómodamente bajo el yugo de quien nos conduce y dirige. No solemos desafiar a las figuras de autoridad pues lo consideramos políticamente incorrecto o socialmente mal visto

Sí, lo público es un espectáculo que deploramos y observamos con un dejo de curiosidad y espanto, pero al que también asistimos gustosos a cada una de sus funciones. Nuestra participación continúa siendo hasta cierto grado testimonial o se reduce a coyunturas y momentos específicos.

Quizá no nos guste lo que ofrece la cartelera, pero todos los días compramos boleto para el espectáculo que supone la esfera de lo público. Tan es así que millones dedicamos gran parte de la semana anterior hablando de lo insulso e intrascendente en detrimento de lo importante que por cierto es muchísimo. Desde el viernes pasado, nuestra atención está puesta en una rifa que no ocurrirá pero que ha servido y servirá para abstraernos de lo que verdaderamente importa y tiene efectos reales en nuestras vidas.

Sin embargo, como dijo el gran Chava Flores, a los mexicanos nos gusta soñar. Con desenfreno, creatividad y desbordado optimismo, millones hemos y seguimos pensando en lo que implicaría sacarnos el avión presidencial de realizarse el magno sorteo que solo existe en la imaginación desbordada de algunos.

No son cosas nuevas. Desde los anales de la historia, política y espectáculo se encuentran íntimamente vinculados hasta el punto de haberse convertido en temas prácticamente indivisibles. Además de significar el arte de lo posible y al tiempo retratar lo más vil y virtuoso de la condición humana, lo público implica una gran y constante puesta en escena. Quizá no podemos desentrañar el desenlace de las historias que nacen y se desarrollan bajo los reflectores, pero sí las turbulencias de sus diferentes actos.

En estos tiempos de noticias falsas y construcción de realidades paralelas, hoy cuando muchos políticos y gobiernos edifican cifras, datos y diagnósticos alternos, el mundo continúa preso y es víctima de la historia y sus vicios cíclicos de siempre. Sí, aquella historia que en ocasiones condena y reduce a las grandes mayorías silenciosas a ser meros espectadores de un espectáculo que con el pasar del tiempo se ha ido complicando pero que en el fondo sigue siendo eso: un gran show.

¿O qué otra palabra utilizaríamos para hablar de la rifa de un avión que no nos pertenece y por ende no estamos facultados a vender?

Twitter @patoloquasto

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