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Recuerdos del ayer

FALLECIÓ WALTER ORMEÑO

Sergio Luis Rosas

El futbol mexicano se vistió de luto con el sensible fallecimiento del ex guardameta y ex técnico Walter Ormeño, peruano naturalizado mexicano, ocurrido el sábado cuatro de enero en la Ciudad de México, entre los equipos que dirigió podemos mencionar al desaparecido Laguna en 1969 en una situación de apuro de la Ola Verde.

Su estancia en la Comarca fue corta, dirigió al Laguna seis partidos en la recta final del torneo 69-70, sin embargo, logró debutar a Francisco “El Oso’’ Ramírez en el último juego del torneo contra el Campeonísimo Chivas, perdiendo dos a cero con dos autogoles del debutante. Pedro Salinas, capitán de la Ola Verde, lo recuerda como un entrenador estricto, exigente, muy recto y una gran persona fuera de la cancha.

Falleció a la edad de 93 años, fue en vida uno de los grandes personajes del futbol mexicano, jugó en el América, Atlante, Zacatepec y Morelia en la década de los años sesenta. Dirigió a una decena de equipos de Primera División, entre ellos a cuatro grandes del futbol mexicano: América, Cruz Azul, Chivas y Pumas, además de Atlante, Laguna, Atlético Español, Veracruz, León y Necaxa.

En Guatemala dirigió a los equipos Comunicaciones y Municipal. Francisco Walter Ormeño Arango, su nombre completo, nació el tres de diciembre de 1926 en Lima, Perú. Destacó en las décadas de los años cincuenta y sesenta con los equipos Universitario de Deportes de Lima (en el que su suplente era Arturo Yamazaki), Huracán de Medellín, Mariscal Sucre, Alianza Lima, Boca Juniors y Rosario Central de Argentina. Fue capitán de la Selección de Perú en los I Juegos Panamericanos de Chile 1952.

“El Negro’’ Ormeño, como se le conocía en Perú, “El Gulliver’’ en Argentina, el “Gigante de Ébano’’ y “La Pantera Negra’’ en México por su estatura de 1.92 metros, era de aquellos tiempos en que los porteros no usaban guantes y a veces ni siquiera rodilleras. Ormeño salía a la cancha con una holgada camisa de manga corta y reluciente color lila, con unos calzoncillos negros y medias del mismo color, de su vestimenta provino el mote de “La Pantera Negra’’.

Era todo un espectáculo verlo volar entre los postes, despejando el balón, ordenar a sus defensas o saltar sobre los delanteros para agarrar el balón de cuero de ese entonces con las dos tenazas que eran sus manos. Llegó a nuestro país en 1959 en busca de una oportunidad con una carta que le había dado don Roberto Scarone, quien le dijo: “Váyase a México, que yo le daré una carta para que le entregue a mi padrino de bodas, que es Presidente del Atlante, sé que allá le irá muy bien’’. Una vez en el Atlante, se puso a la disposición del técnico Salvador Mota, quien era entrenador - jugador y como portero titular no quería competencia y prefirió darle las gracias sin probarlo siquiera.

Entonces se fue a León, en donde jugaba el peruano Perales, gran amigo de Ormeño, quien lo recomendó con el técnico del equipo, Antonio López Herranz, quien de inmediato se acordó de él, de aquel I Campeonato Panamericano de Futbol en Chile de 1952. Lo admiraba como portero, sin embargo, Herranz contaba con el mejor arquero del futbol mexicano en ese momento, Antonio Carbajal, por lo que tampoco tuvo cabida en el León, a menos que quisiera ser el suplente de “La Tota’’.

Fue ofrecido también al Tampico y Zacatepec. Los directivos no se animaban por aquel peruano enorme y le dieron las gracias. Viajó a Guadalajara, ya que había la posibilidad de que lo contrataran en el equipo Oro de aquella ciudad. Llegó con una tarjeta para ver a don Andrés Ambriz, directivo del equipo, para ver la posibilidad de probarse en el mismo, pero la mala suerte lo perseguía.

Don Andrés acababa de salir de vacaciones, viajó a Europa y no regresaba sino en dos semanas. Decepcionado, Ormeño tomó el autobús a la Ciudad de México. Estaba desanimado, pues llevaba dos meses buscando equipo. Parecía que no tendría la oportunidad soñada. A su hotel llegó a visitarlo un viejo amigo, Ernesto “El Chueco” Candia, quien lo invitó al famoso café de aquellos años, “El Tupinamba”, donde acostumbraban a reunirse jugadores, entrenadores, directivos y periodistas deportivos.

Al llegar al “Tupinamba’’ , el cronista de futbol don Agustín González “Escopeta’’, quien transmitía desde ahí su programa Comentando el Futbol junto con Cristino Lorenzo, reconoció de inmediato al guardameta peruano, lo saludó y le preguntó si estaba de vacaciones. Cuando Walter le contó su aventura y que lo que pretendía era jugar en nuestro país, “Escopeta” le contestó que con la mitad de lo que le vio en los Juegos Panamericanos de Chile sería figura en México. Le propuso que regresara al día siguiente para presentarlo ante el entrenador del América don Fernando Marcos.

Después de su entrevista con Fernando Marcos, éste lo presentó con don Isaac Besudo, presidente del América en ese entonces, quien le ofreció 15 días a prueba, sin contrato de por medio, sin partido oficial de por medio y si les gustaba, ya hablarían de un precio. Ormeño aceptó y no tuvo que esperar los 15 días de prueba, durante los entrenamientos impresionó de sobremanera al directivo y al propio entrenador desde su primer práctica. Finalmente lo contrataron por un año.

Su debut en el futbol mexicano no pudo ser más afortunado, América goleó 4-0 al Zacatepec en el torneo Jarritos de Oro. El América ganó el certamen, deteniendo Ormeño penales y tiros al por mayor. En el América tuvo un gran año el guardameta peruano en esa Temporada 1959-1960, en la cual nació el llamado “Clásico Nacional”. Las Águilas derrotaron en el Estadio Jalisco a los equipos Oro, Atlas y Guadalajara por dos a cero. Parecía un sueño para Walter Ormeño, toda la prensa y la afición lo veía como uno de los mejores porteros de nuestro futbol, pero también de los sueños se despierta y a veces comienza una pesadilla. El 28 de noviembre de 1960 en el partido contra Toluca en el Estadio Nemesio Díez, el conjunto Crema ganaba 2-1 cuando faltaban tres minutos, en un choque contra un delantero choricero, Ormeño fue expulsado.

Ante lo que consideró una injusticia, el “Gigante de Ébano” fue a reclamarle al nazareno de apellido Lezama, pero al momento de acercarse tropezó con Juan Bosco, su compañero de equipo, y cayó sobre el árbitro, quien consideró deliberada la agresión. De acuerdo al Reglamento a Ormeño le dieron un año de suspensión.

Sin dinero y con una familia que sostener se fue a jugar al equipo Montreal de la Liga de Canadá, que no era reconocida por FIFA y por lo tanto no era efectivo su castigo. Una vez concluida la suspensión, Ormeño regresó a México contratado por el Zacatepec, regresó en 1961 al Club América, en seguida jugó en el Atlante y concluyó su carrera en el Morelia.

Cuando jugaba en el Atlante, un buen día, sin haberse retirado como guardameta, el Gral. José Manuel Núñez, dueño de los Potros de Hierro, lo mandó llamar para avisarle que era el nuevo estratega, porque se había peleado con el entrenador anterior y lo había corrido.

Con el Atlante fue subcampeón en el Pentagonal 1962 y jugó en el triunfo histórico que consiguieron los Azulgranas el 25 de enero de ese año frente al equipo Botafogo de Brasil por dos goles a cero, que tenía en sus filas al portero Hailton Correa, mejor conocido como “Manga’’, a Waldir Pereira “Didí’’, a Manoel dos Santos “Garrincha’’, a Amarildo Tavares y a Mario “Lobo’’ Zagallo, cinco bicampeones del Mundo con Brasil en Suecia 1958 y Chile 1962.

El mítico arquero peruano será siempre recordado por sus grandes hazañas deportivas, pero sobre todo por ser una excelente persona. ¡Descanse en paz Walter Ormeño! ¡Hasta el próximo miércoles

-Sergio Luis Rosas [email protected]

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