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México es un todo

JULIO FAESLER

México es un todo, en cualquier sentido de esta declaración. Las experiencias históricas confirman que la desunión es receta fatal para el progreso nacional.

Una vez más los horizontes que vislumbramos y que esperan nuestra acción nos confirman con sus retos políticos, económicos, sociales y científicos, exigen que nos presentemos en unificada y coordinada respuesta hecha de lo que cada uno de nosotros pueda o quiera contribuir.

Lo anterior hace insustituible la aportación de cada uno de nosotros para identificarnos e integrarnos a la vida de todos los que formamos nuestra sociedad. Las actividades en los talleres, as oficinas, las escuelas en el campo no las realizamos en un vacío individual sino en el entendido de formar parte, aunque no lo parezca, de un esquema interconectado que se suma en su totalidad en la vida nacional pero más en concreto que define y marca y afecta la vida de todos los mexicanos como un todo inseparable que se extiende en toda la geografía.

Esta solidaridad que se impone es real e ineludible. El comportamiento de cada individuo afecta de alguna manera la vida de otros y se traduce en la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos de respetar cada manera de vivir.

La brecha que se abre en lo económico, por ejemplo, no es un mero dato estadístico. Es real para el que se encuentra en los escalones inferiores de la gráfica ni se desvincula de las actitudes de falsa superioridad de los que por cualquiera razón se hallan en la capa más alta de las encuestas.

Esta inevitable vinculación entre todos los que compartimos el mismo acontecer nacional nos enlaza a todos y explica porqué hay relación entre los jóvenes que estudian o con los profesionales que resuelven con su experiencia los casos que los muchachos de escuela. Esa realidad se presenta en el acontecer familiar, la verdadera enseñanza de afecto y disciplina, que es la base de toda sociedad civilizada. El respeto a los derechos humanos tiene que incluir la responsabilidad de los deberes humanos. Mucho más que en la escuela es en la familia donde los padres y las madres imbuyen los vínculos entre la persona y la sociedad a que pertenece.

No hay que desestimar la unión que hay entre cada persona vista como individuo y la densa trama de circunstancias que lo envuelven todos los días. Tampoco olvidar que en nuestra comunidad hay millones que, encima de no tener familia alguna, no participan de los beneficios de una sociedad que les niega alimentación, escuela, salud o empleos dignos. La suerte de ellos, aunque la quieran ignorar los más afortunados, acaba por arrastrar a la baja el ritmo de vida y las perspectivas de la sociedad por entero.

La responsabilidad familiar se enlaza con la responsabilidad política en la que hay que participar aunque sea por la simple razón de que, directa o vía representación, las decisiones políticas, está en juego la suerte del ciudadano.

No vale abstenerse de la tarea política, sea la de mano alzada o la de la casilla electoral. No se vale alegar que el quehacer político es corrupto. Sería tanto como afirmar que todas las demás actividades también lo son. La corrupción la inyecta el actor a su actividad cualquiera sea, abogado, médico, ingeniero, banquero, policía, mecánico, carpintero o agricultor. Ni la política es corrupta ni mucho menos lo es nuestra sociedad mexicana. Igual sucede con la violencia que se ha extendido en forma inédita en muchas regiones de nuestro país anulando la tradición de una comunidad tranquila, sencilla y jovial.

No hay que desvincular al individuo de la sociedad de la que es parte y por lo mismo no es positivo ni útil por ninguna razón ver a la comunidad como una colección de individuos o grupos profundamente divididos entre buenos y malos, amigos o enemigos, aliados o adversarios, aparentemente irreconciliables por tener visiones divergentes. La anticuada categorización, propia quizás la de liberales frente a conservadores, que tanto retrasó la evolución de la patria, debe dejarse atrás, en el basurero de la historia. Hoydía la llamada al progreso está en la suma de voluntades y con ellas la de energías que tienen la ciclópea tarea de vencer las carencias que se han acumulado y que sumergen a las mayorías del mundo en las miserias de las que todos estamos conscientes.

Los retos no solo están en casa. También nos llegan desde fuera en la forma ambiciosas hegemonías. ¿Suponemos que con acendrar las divisiones que tanto nos dañaron en el pasado habremos de llegar, unidos, a la felicidad?

El 2020 que ya inició necesita vernos como un México, todo unido y resuelto en una convicción incluyente y entusiasta. ¡Feliz Dia de Reyes!

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