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El Gran Juego del siglo XXI

Urbe y orbe

ARTURO GONZÁLEZ

En plena descomposición de la hegemonía estadounidense, existen en el mundo varios focos que reflejan claramente las crecientes tensiones geopolíticas. La disputa involucra a estados que han sido el epicentro del poder político y económico en el último siglo, a aquellos que han resurgido tras décadas de repliegue, y a los que aspiran a llenar los vacíos regionales dejados por el antiguo orden internacional. Se trata de países desarrollados y emergentes que han desplegado una estrategia geopolítica con el fin de colocarse en el mejor lugar posible dentro del orden mundial multipolar en ciernes y las nuevas formas de globalización.

En América Latina, el país que mejor refleja las tormentas geopolíticas es Venezuela, en donde el régimen y la oposición mantienen un pulso en el que cada bando es apoyado por diferentes potencias regionales y globales con distintos grados de compromiso. Si bien la crisis es producto de las dinámicas internas, la injerencia o influencia de jugadores internacionales habla de una nueva realidad mundial que afecta el devenir de los procesos en ese y otros países de la región. Estados Unidos del lado de la oposición y China y Rusia del lado del oficialismo, son las potencias más activas en la crisis venezolana, con apoyo logístico, económico, diplomático y hasta militar para el bando que respaldan.

En Europa occidental, Reino Unido sintetiza los problemas que enfrenta la Unión Europea para ser una potencia política, militar y económica en toda forma. La pluralidad de visiones y la creciente polarización respecto a problemas comunes han aumentado los riesgos de fractura que, en el caso de la Gran Bretaña, está por concretarse. Y en este asunto, además de Francia y Alemania, que juegan un papel determinante en las condiciones del divorcio, Estados Unidos se ha involucrado de la mano de Donald Trump en apoyo a los partidarios del "brexit duro", en una movida que ha sido interpretada bajo el interés de la Unión Americana para debilitar a la Unión Europea. Pasan por el "brexit" temas tan relevantes como el papel de la OTAN, el acuerdo comercial entre Washington y Londres, el futuro de Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar, así como el impacto económico y político para los ciudadanos europeos.

Ucrania, en Europa del Este, se ha convertido en los últimos años en un punto neurálgico del pulso global. Puente entre Asia y Europa y candidata a ingresar a la Unión Europea y la Alianza Atlántica, la exrepública soviética se encuentra bajo la mirada acechante de Washington, Bruselas, Moscú y Pekín. Rusia ha desestabilizado al país para evitar verse rodeada por la OTAN. China pretende hacer de Ucrania una etapa importante de su Nueva Ruta de la Seda. La Unión Europea se debate entre continuar o frenar su avance hacia el Este. Y Estados Unidos quiere ampliar su cerco entorno a Rusia. Pero en los últimos meses, Trump ha hecho de Ucrania el motivo de la principal tormenta política de su mandato, al presionar a Kiev para que investigue a sus adversarios demócratas, lo que le ha valido ser sometido a juicio político.

En el Mediterráneo central, las aguas siguen turbulentas y uno de los puntos más críticos es Libia, en donde, tras el derrocamiento y asesinato de Gadafi, motivado por Estados Unidos, se libra una guerra civil con fuertes implicaciones internacionales. Además de la potencia americana, Alemania, Francia, Italia, Rusia y Turquía se han involucrado, con distintos niveles de participación, en el conflicto de un país que es vital para la seguridad y estabilidad del Norte de África, el Mediterráneo y el sur de Europa.

Siria continúa siendo en Oriente Medio el principal foco de inestabilidad y disputa de las potencias globales y regionales. Si bien es cierto que el gobierno sirio ha logrado fortalecer sus posiciones ahí donde la insurgencia y los terroristas habían triunfado en un principio, lo ha hecho a un alto costo que implica una creciente presencia de Rusia, Turquía e Irán, y la negativa de Francia y Estados Unidos ha renunciar por completo a sus intereses en la zona. Mientras tanto, China espera el momento de entrar de lleno al proceso de reconstrucción del país, e Israel presiona para sacar a Irán y mantener a Washington como gendarme.

Por último, Hong Kong se ha convertido en todo un desafío. La antigua colonia británica se resiste a suprimir su excepcionalidad liberal dentro de una China continental cada vez más asertiva y poderosa. Los hongkoneses han tomado las calles para exigir la suspensión de medidas dictadas por Pekín por considerarlas antidemocráticas. En el fondo, lo que subyace es la integración completa de la rica región especial, situación que ha desencadenado nuevas fricciones entre China y Estados Unidos, cuyo gobierno respalda a los manifestantes, en un nuevo capítulo de la disputa por el control del Mar de China Meridional.

Estas luchas geopolíticas se dan dentro de un escenario de creciente competencia económica, tecnológica y militar, similar a la vivida en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, cuando el Imperio Británico era la potencia hegemónica y comenzaba a encontrar rivales de peso. En aquel entonces, Rusia y Reino Unido rivalizaron abiertamente por el control de Asia Central y el Cáucaso, una lucha a la que se le llamó "el Gran Juego". Hoy observamos un nuevo "Gran Juego", pero a diferencia de aquél, el del siglo XXI se ha multiplicado en regiones y actores para alcanzar y afectar a todo el orbe. Cada vez hay menos dudas de que nos encontramos ante un nuevo momentum imperialista, con nacionalismos, proteccionismos y ajustes económicos incluidos.

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