Desde muy pequeña decidí practicar deportes de contacto, al principio fue muy difícil incursionar en actividades consideradas como masculinas. Nadie daba crédito ante semejante decisión, así que acabé acostumbrándome a los comentarios machistas. “Ese deporte es para hombres”, “Te volverás masculina”, etc. etc.
Durante mi etapa como peleadora activa, recuerdo haber asistido a la universidad con tremendos moretones alrededor de los ojos. Y, como era de esperarse fui víctima de comentarios tales como: “Pobrecita, de seguro el novio la golpea”, - pues era evidente que nadie imaginaría que una mujer escueta de apenas 125 libras pudiera pelear a nivel profesional. Y, supongo que era más fácil tener una idea completamente opuesta, y machista al respecto.
Recientemente leí un artículo sobre salud mental, acerca de la vulnerabilidad que se propicia el fomentar formas de feminidad exacerbada, y leí que la mayoría de la gente genera un entorno feminidad altamente peligrosa para la mujer, yo incluida, como descubrí con gran horror.
Pero, también descubrí que una mujer no solo puede, sino que debe explorar los terrenos de masculinidad, e incluso resulta benéfico para la salud. Femenina, sí; excesivamente, no. Los académicos han señalado que la feminidad suele ir asociada a la pasividad, e inactividad, con diversas formas de manipulación del cuerpo nada saludable, desde la anorexia hasta los zapatos de tacón.
Existe una asunción implícita de que la masculinidad supone superioridad, incluso cuando se encuentra en las mujeres, y a lo largo de la historia se han destacado mujeres distinguidas por presentar rasgos masculinos. Lo que presupone que, en un mundo dominado por hombres, todo el mundo, al menos simbólicamente, quiere ser uno. Así que, lo que se conoce en estos tiempos como empoderamiento femenino, es solo producto del mismo sistema del que se desea liberarse, empleando rasgos masculinos bajo una máscara de feminidad excesiva. Paradójico ¿No?
Creo, al menos, que la razón por la que los padres y la sociedad en general no animan a sus hijas a realizar actividades deportivas es por el miedo a la masculinidad, y perdida de la feminidad. Podemos concluir que la masculinidad ha sido reservada para el varón, y denegada para la mujer. Sin embargo, esto no quiere decir que todas las mujeres deseen la masculinidad, pero es la prohibición de la misma la que merece ser analizada. No hay nada irracional en el hecho de que las chicas quieran pelear o llevar el pelo corto, lo irracional es negarles ese acceso por el simple hecho de ser mujeres.
Recuerdo que cuando era niña en las películas de cuentos de hadas los espejos podían hablar, ahora me encuentro de pie frente a uno. Y sé que si fuera cierto el espejo estaría mintiendo al decir que soy la más hermosa del reino, pues los moretones que porto no son dignos de una princesa. Sin embargo, son el maquillaje perfecto para una guerrera. ¡Fin!
Wendy Arellano