Columnas Social

PEQUEÑAS ESPECIES

HAY DE COLEGAS A COLEGAS

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Antes de dedicarme a las pequeñas especies, días antes de abrir la clínica, me encontraba nervioso e inseguro, sin embargo ha sido una de las mejores decisiones que he tomado durante mi vida.

Tenía la experiencia de veterinario rural de más de diez años, atendiendo grandes y pequeñas especies, todo tipo de animales domésticos, realizar cesáreas de emergencia a enormes vacas de 700 kilogramos, como operar a perritos de 3 kilogramos de enormes tumores, sin mesa de operación ni ayudantes, en el campo no contaba con eso.

Tenía treinta y cinco años de edad, además de trabajar de veterinario rural en Mapimí, impartía clases en una secundaria en Torreón, y trabajaba en hatos caprinos en Viesca, pero no me satisfacía mi trabajo, conducía varias horas al día con el riesgo de la carretera, el horario era de gallo a grillo, los ingresos eran insuficientes para las necesidades de tres hijos con un apetito generoso, y aún faltaba mi cuarto "As", Sofía, que aún no nacía, la más pequeña de mis hijas, que resultó veterinaria al igual que sus hermanas, Carolina y Alejandra.

Recuerdo que a nadie de la familia le comentaba lo nervioso que me sentía, no se trataba de conocimientos o falta de experiencia, sino por la clase de personas con quién trataría como clientes, los intuía; Exigentes, cultos, solventes y nada humildes.

Después de treinta años no me equivoqué, solo en el último calificativo de mi intuición, todas excelentes personas. La única persona a quién le confiaba mi situación, era a un amigo, compadre al fin, a quien le tengo una gran estima hasta la fecha, sus comentarios y consejos siempre alentadores pero sobre todo sinceros, influían para dar el siguiente paso en que me encontraba vacilante.

No cabe duda que los grandes amigos son los que gozan de corazón los logros junto contigo. Fue así como extremadamente nervioso abrí mi consultorio de perros y gatos al público.

Afortunadamente desde un principio hubo trabajo, el trato con los clientes de maravilla, mejor de lo que esperaba, el haber convivido con la gente de campo, durante más de diez años, personas hospitalarias, responsables, honestas, trabajadoras, sencillas, humildes, sinceras y siempre agradecidas, aprendí mucho de ellos tratando de ser siempre recíproco, me dejó una grata escuela para conducirme de igual forma a mis nuevos clientes de perros y gatos.

Pasaron los meses y mi vida cambió completamente, tranquilidad, seguridad, tiempo, independencia, ligeramente aumentaron mis ingresos, pero aún así me faltaba preparación, me encontré con enfermedades en perros que no existían de estudiante, como el "parvovirus" tan común hoy en día, contaba con estudios de postgrado en bovinos y caprinos, pero no servían en mi nuevo campo laboral, un buen día me invitaron a formar parte de la Asociación de veterinarios especialistas en perros y gatos y no lo dudé, sesionaban mensualmente, había pláticas de capacitación, se reunían cuando encontraban casos clínicos especiales, cirugías donde no se tenía la experiencia te auxiliaban, todo parecía extraordinario, gracias a ello realicé mi especialidad de perros y gatos en la UNAM, docenas de congresos y cursos dentro y fuera del país, todo bajo un compromiso de ética y honestidad que marcan los estatutos.

Recuerdo que después de unas semanas de ingresar a la Asociación, tuve el caso de un pastor alemán con fractura conminuta de fémur, necesitaba de una placa y equipo especial de ortopedia para la cirugía, con el cual no contaba, se me ocurrió solicitar la ayuda para realizar la cirugía a un colega del grupo. Claro que sí, me contestó, te costará tal cantidad la cirugía, la haremos otro médico y yo, y no podrás estar presente. Toda la ilusión de la Asociación se vino abajo, decepcionado pensé que así trabajaban todos, pero algo vislumbré, y me dirigí con otro colega, y sucedió todo lo contrario, con gran gusto y amabilidad me contestó como si fuéramos grandes amigos de antaño, claro que sí, llévalo a la clínica y ahí haremos la cirugía, al preguntarle sobre sus honorarios, esbozó una sonrisa y me dijo, "entre indios no se vale".

Después de la cirugía me atreví a contarle el porqué solicité su ayuda, al principio pensó que lo decía en broma, y muy serio me dijo, solo te puedo decir, lo que hizo nuestro colega, es todo lo contrario lo que pretendemos en nuestra Asociación, orgullosamente aún conservo una enorme amistad con ese colega.

Después de treinta años, recuerdo esta anécdota, y sin conocerles aún, me dirigí a dos colegas con los polos más opuestos del grupo.

Con el pasar del tiempo nuestra Asociación se transformó en un club de excelentes amigos, nos reuníamos seguido con las familias y hasta juntos disfrutábamos las vacaciones, los hijos pequeñines los vimos crecer y ahora respetables colegas y socios, cuando ya gozamos del otoño de nuestra profesión.

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