Para terminar el mes de noviembre, el Senado de la República aprobó unánimemente la sanción al maltrato corporal para los menores de edad, con lo cual los coscorrones, cintarazos, pellizcos y todas las formas de castigo físico para reprender a los niños quedan prohibidas por ley.
De acuerdo con lo informado en el Senado, en la actualidad en México, seis de cada diez niñas, niños y adolescentes todavía son reprendidos de manera física con golpes y otras formas violentas. Algunos casos son verdaderos actos de barbarie animal.
Josefina Vázquez Mota, del PAN, dijo: "pido amablemente a todas y todos ustedes su apoyo para prohibirlo en México y quede así que establecido en la ley el castigo corporal".
Luego la senadora Ana Lilia Rivera, del Movimiento Nacional Ciudadano, apoyó la mención: "en este orden de ideas es indiscutible que tolerar el uso del castigo corporal como método de disciplina de las niñas, niños y adolescentes es una forma de violencia contra la niñez que vulnera su dignidad y por ende sus derechos".
Según algunas estadísticas, la violencia contra menores llega a darse en más de la mitad de los menores, algo inaceptable; más aún cuando se conoce que los principales agresores son los profesores incapaces de atender su función de educadores, padres de familia que caen en la desesperación y otros cercanos que asumen un papel de verdugos ante la ausencia y hasta complacencia de los malos formadores en valores.
La violencia en todas sus manifestaciones, incluso la agresión sexual, ha hecho víctimas a los menores y otras personas más desprotegidas -incluya de todos los niveles socioeconómicos femeniles y adultos mayores de México- mostrando una más de las enfermedades sociales que el mundo y nuestro país, presentes como síntoma del desajuste moral y ético que vivimos.
La ansiedad, depresión, sentimientos de frustración y la inseguridad económica en el presente y futuro de las personas hace que algunas de ellas, particularmente las más inestables, muestren conductas sociales patológicas, incluido el maltrato y hasta asesinato de menores. No deje de recordar los varios casos de padres que por sinrazones diferentes matan a sus hijos.
Aunque la tendencia va en aumento, también es cierto que reaccionamos con el "principio del péndulo social" que nos lleva del extremo del abuso a menores con castigos físicos y psicológicos irracionales y brutales, al abandono en su cuidado y formación integral.
Entiendo que los usos y costumbres cambian y que hoy día hay factores que dificultan el cuidado y educación de los menores; muy importante, la necesidad creada artificialmente de ganar más dinero para consumir y tener para poseer, además del empobrecimiento de las familias, que obligan a padre y madre a trabajar y mantenerse por muchas horas fuera de casa, descuidando a los descendientes.
Tampoco podemos dejar de observar la influencia negativa que pueden generar los medios de comunicación social y las malas enseñanzas, recomendaciones o exhibiciones de actos parasociales que los menores, con su alto grado de influencia tienden a imitar. Algunos adultos también.
Sin embargo, el otro extremo de ese "péndulo" está la permisividad y la reacción a sentimientos culposos por parte de los mayores, que sienten estar descuidando a los hijos y que intentan compensarles, a esos desatendidos y a veces excelentes chantajistas morales, con regalos materiales.
Maltratar a un menor, de cualquier forma, no es educación; tampoco dejarlo hacer y dejar pasar. ¿Entonces dónde queda el justo medio?
Le escribo que "educar es sacar lo mejor de cada quien" y eso se logra con tiempo y calidad del mismo, aplicado a la comunicación. Un "chanclazo" -cuidadosamente dado en los glúteos- nunca hizo daño a nadie; de hecho, los viejos educadores como Pedro Rivas, dicen que "los muchachos no se rebelan contra la autoridad, lo hacen ante la falta o abuso de la misma". Tiene razón, incluso ellos saben que se les atiende y castigarlos -aplicándoles reforzadores negativos dirían los educadores- les beneficia.
Recordemos los castigos que recibimos de nuestros padres educadores durante la infancia y que fueron razonables, amorosos y humanos. Yo recuerdo los "fajillazos" dados a Yamil, por Tenchita, - a quien ahora añoro con amor y agradecimiento - sin quedar traumado, sentirme maltratado o mal querido; en cambio, aprendí a diferenciar "a chanclazos" entre lo bueno y malo.
Encontrar el justo medio y lo razonable corresponde a cada uno y buscar ayuda para solucionar retos de conducta es responsabilidad de todos, sin caer en extremismos o oportunismo, como ese papá que se pasó de inteligente castigando a los hijos quitándoles sus "tablets" para limpiarlas, darles mantenimiento y envolverlas como regalo de navidad.
No al castigo corporal con enojo, sí al "chanclazo" inteligente y educador, al que hubimos de llegar por falta de oportuna corrección del mal comportamiento.
¿Y usted cómo educa?