Columnas Social

Pequeñas especies

Mi amigo el güero

M.V.Z. Francisco Núñez González

Me encontraba en consulta con el "Güero", un perrito criollo de cuatro años y medio de edad, color paja y diez kilogramos de peso, lo llevaron porque no podía caminar y se quejaba, arrastraba sus extremidades posteriores para trasladarse, tenía semanas que lo habían atropellado, su dueño, Psicólogo de profesión, un buen amigo y compañero de primaria, "Chava", residía en una granja del municipio de Nazas, Durango, le había aplicado inyecciones para el dolor, inflamación y vitaminas, nos comunicamos con anterioridad para dar indicaciones mientras lo trasladaba a la clínica.

Pobre "Güero", tenía mala suerte, llegó con mi amigo a la granja, huraño y desconfiado por las malas experiencias de tanto deambular, lo habían atropellado en un mal momento, cuando estaban en plena recolección de nuez, su dueño se ocupaba día y noche por aprovechar el momento adecuado del manejo de los nogales, además se encontraba convaleciente por las picaduras de un enjambre de abejas, que mejor resistió él que su potrillo que falleció, llamó al veterinario de la región para atender a su perro pero nunca fue, tenía algunas semanas que había vuelto a caminar antes de que lo atropellaran, había recibido una bala perdida en una de sus extremidades fracturando la tibia, así que llevaron a mi paciente semanas después de su accidente.

Al revisarlo en la mesa de exploración y mover cuidadosamente sus extremidades posteriores no se quejaba, le hablaba amistosamente y despacio, alcancé a detectar una ligera crepitación en la pelvis, pero tampoco se quejó y nunca hizo el intento de morder, la revisión es sumamente dolorosa cuando hay alguna fractura. En este caso se había fracturado la pelvis, al dar a su dueño mi diagnóstico, estaba sorprendido por no quejarse, pues al subirlo a la camioneta y en el rancho lo hacía bastante, me decía mi amigo, tienes buena mano "Paco", nunca se quejó, pues con nosotros es muy desconfiado y contigo se dejó revisar como si te conociera y supiera que le vas hacer un bien.

La fractura estaba en proceso de consolidación, no estaba expuesta, ni había pérdida de líneas de continuidad en sus huesos, no presentaba dolor intenso y empezaba a recobrar su movilidad, por el tiempo que había pasado no tenía caso una cirugía, ni siquiera una radiografía, solo reposo, analgésicos y desinflamatorios. Quedó muy contento su dueño al saber que se recuperaría su mascota, al preguntar por mis honorarios, le dije que no había hecho yo nada, el caso ya estaba resuelto. Antes de despedirse, nos hizo la invitación una vez más para visitarlo en su rancho un fin de semana, nos reunimos periódicamente ex alumnos y nuestra maestra de sexto grado del Colegio Mijares que egresamos hace cincuenta y un años y habíamos hecho planes para visitarlo. Antes de despedirse, subió al "Güero" en la parte posterior de su camioneta y me obsequió una bolsa enorme de corazón de nuez, exquisita y recién cosechada de sus nogales.

Tres semanas después, le tomamos la palabra a nuestro amigo y decidimos ir a visitarlo un fin de semana, dos amigos y un servidor. No cabe duda que cómo pasa el tiempo, nos preparamos con un dote de jugosos cortes de carne para asar, cervezas, vino, botana, pensando que en el camino iríamos degustando una helada y espumosa cerveza las enfriamos con abundante hielo, siendo que no probamos ni una, extrañado nuestro amigo el conductor, "Larry", Pediatra de profesión, nos preguntó porque no habíamos tomado, coincidiendo con mi amigo "Checo", Ingeniero Civil, que la cerveza es diurética, y sería muy incomodo ir seguido al baño a nuestra edad en carretera.

Al llegar a nuestro destino, un paradisiaco lugar, a un costado del río, rodeado de enormes nogales, naranjos, limoneros, duraznos, guayabos, toronjos, vid, membrillos, con un sol que nos bañaba con aplomo y un silencio majestuoso, donde solo se escuchaba el sutil sonido del correr del agua del canal de riego proveniente del río. En seguida nos recibió, nuestro amigo, su señora y el "Güero" a quien le dio mucho gusto la visita, inmediatamente noté que apoyaba sus extremidades casi perfecto y se desplazaba sin ningún problema ni dolor.

Le dije que había corrido con suerte al restablecerse tan pronto y prácticamente sin ayuda, ni tanta suerte me dijo su dueño, después de que lo lleve a consulta contigo, al llegar a casa de mis familiares, noté que ya no estaba el "Güero" en la camioneta, había saltado en el trayecto, de inmediato me regresé por el mismo camino que recorrí, lo buscamos todo el día pero fue inútil, no lo encontramos por ningún lado, y me regresé muy triste al rancho pensando en lo peor sin saber atravesar calles y con el tráfico de la ciudad. Después de cinco días, mi sobrino iba caminando en la calle cerca de su casa, cuando sintió que le jalaron la pernera del pantalón, al voltear y con gran sorpresa se dio cuenta que se trataba del noble "Güero" que se encontraba feliz de haberlo encontrado.

Durante la estancia en la granja jamás se despegó de nosotros el pequeño guardián, y menos al empezar a surgir el aroma de los suculentos cortes del asador que los disfrutó tanto como nosotros, comimos placenteramente degustando una espumosa cerveza y con una abundante plática nos cobijó la noche, y el silencio majestuoso del día, se transformó en una armonía de instrumentos musicales, interpretada por la fauna silvestre de nuestro entorno, el estridular de los grillos, el ulular de las lechuzas, el chirrido de las cigarras, el graznido de los cuervos, el cloqueo de los pavos, el croar de las ranas, el gorjeo de las tórtolas, toda esta sinfonía interpretada bajo el mágico escenario de miles de estrellas resplandecientes que parecía que las alcanzábamos con las manos.

El frío recrudecía a la intemperie, con gruesas chamarras y la fascinante fogata hecha con gruesos troncos de nogal, y aunado a una deliciosa y amena charla, nos encontrábamos placenteramente relajados y cálidos, alardeando de que no dormiríamos en toda la noche por lo confortable que nos encontrábamos, y pocos minutos antes de la media noche, la plática fue menguando y nuestros viejos cuerpos nos pedían a gritos una cama cálida para descansar. Nuestro anfitrión, nos había preparado una recámara con tres cómodas camas y abundantes cobijas para dormir sin frío.

Al día siguiente despertamos temprano como todo adulto senil, el fresco del amanecer se acentuaba con la salida del astro rey, nos acercamos a lo que había sido la fogata quedando aún un enorme tronco humeando, minutos más tarde nos encontrábamos degustando un aromático café, con un hirviente y rico menudo, acompañado de una exquisita barbacoa. La sobremesa estuvo muy amena con la plática de un colega, "Toño" también ex compañero que nos visitó y oriundo de la región, que por cierto nos invitó a comer unas deliciosas carnitas de puerco, al regreso teníamos que pasar por Paso Nacional, poblado donde tiene su casa.

Al despedirnos de nuestro gran anfitrión, de su señora y de "Mi amigo el Güero" que también nos atendió de maravilla, nos regresamos con una suculenta dotación de productos que elabora en su granja, corazón de nuez, miel de abeja, ate de guayaba y de membrillo, dulce de nuez, duraznos en almíbar, y la clásica nuez entera.

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