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Ensayo sobre la cultura

La ficción

José Luis Herrera Arce ´

Al mundo lo visten con cuentos; decía León Felipe. La frase es de lo más cierto. La vida cotidiana está llena de ficciones que perseguimos; algunas de ellas no las podemos hacer realidad.

La principal de ellas es la de que podemos conseguir el mundo feliz, donde no existan las injusticias. Aquí el problema es que nunca hemos definido satisfactoriamente lo que es justo y en qué consiste la felicidad. Pensamos que la falta de carencia sería eso, pero aún en las personas en que aparentemente no les falta nada, llegan al suicidio porque su vida no tiene sentido.

Esto es parte de nuestra ficción; como también, el pensar que lo justo es la igualdad. Tampoco esta palabra logramos definirla del todo; además de que humanamente es imposible. Dos personas que comienzan en condiciones iguales en su vida; dos hermanos, por ejemplo; gemelos, si se quiere, al final del camino es posible que tengan circunstancias o situaciones desiguales; sin embargo, la ficción nos dice que una sociedad totalmente igualitaria es lo óptimo y nos matamos por ella.

Desde el principio, para poder sobrevivir, nos hemos inventado infinidad de mundos posibles. El mito, en primer lugar, resolvió el problema de trascendencia y de sentido en todas las grandes civilizaciones. Posteriormente, a ese mundo mitológico se le intentó dar una validez por medio de la filosofía. El arte fue una manera de expresar la ficción con la que quisimos envolver la realidad. El bisonte en Altamira, no sólo fue un pasatiempo de quien quiso pintar en las paredes de una cueva. El dibujo era parte de sus intenciones de caza para sobrevivir; posiblemente un acto mágico para atrapar un animal. Los poetas ayudaron a llenar de seres ese espacio que estaba arriba, en el cielo, y debajo, el inframundo; antes y después de la existencia. La música y la danza fueron utilizadas para contactar esa realidad que parecía inaccesible. Ficción o no, ayudaron a los pueblos a desarrollar culturas que aún ahora nos resultan interesantes. No es posible desprenderse del todo de los dioses, como tampoco es posible abandonar del todo los rituales.

Mas la ficción no se detiene ahí. La vida cotidiana está llena de elementos que pertenecen a mundos irreales. Algunos hombres han volado a la condición de dioses, como Calígula y otros emperadores romanos. Quetzalcóatl sería un hombre que también se consideró lo mismo, o su pueblo lo consideró así. Y si se ha llegado a diosificar, de ahí para abajo, todo es posible. Los reyes inventaron que su poder venía de Dios, cuando las historias familiares demostraban que eran segundas o terceras ramas de los antiguos Reinantes, o que simplemente habían dado un golpe de estado como le sucedió a los Merovingios, familia en decadencia, con los carolingios, de donde sale Carlomagno y después de él, las familias reinantes de Europa.

La ficción ha señoreado en todas las épocas. La magia, las fórmulas sagradas, los pueblos elegidos, los guerreros invencibles. Ahora, en los usos y costumbres, también nos llenamos de lo mismo. El atuendo no solamente viste, también significa algo. Un color como el púrpura, pertenecía a los gobernantes o las autoridades religiosas, el pueblo no podía utilizarlo. Los atuendos actuales, quieren representar filiaciones, como la juventud, porque aunque digamos que todos somos iguales, de una manera o de otra, intentamos hacer las diferencias.

También en el mundo de la ficción quedan las ideologías, que suplantan a las religiones. Nos quieren llevar a un mundo paradisiaco. Hasta ahora, ninguno se ha dado; pero cuantas personas han sido sacrificadas por conseguirlo; y se siguen queriendo sacrificar.

La libertad es otra cosa que se pone en juego. Por principio de cuentas, no se define lo que es la libertad; cada quien habla de la rosa como le va en la feria. No somos libres, porque somos hombres, dependemos de terceras personas. Mi libertad llega hasta la libertad del otro. Tendemos a que la nuestra se ensanche a costa que de la del otro disminuya; la rodeamos de ficción.

Así podemos ir nombrando muchas acciones cotidianas. La educación, tal como está el día de hoy, no sirve para resolver los problemas sociales. Al joven no le interesa aprender. Está en la escuela por costumbre y para obtener un título; otra más de nuestras ficciones.

Pero en fin, nos dejamos llevar por ellas y a la realidad, cada vez la observamos menos. En esta ficción, somos los buenos de la película; siempre salimos ganando.

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