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Soledad se escribe con eme

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

Nuestros niños y jóvenes son los más comunicados en la historia de la humanidad. Paradójicamente, se hallan cada vez más solos.

La generación de los "millennials" vino a romper con una serie de constructos sociales que fuimos creando a lo largo del siglo veinte, y que no resistieron el cambio de milenio. Infinidad de arquetipos se han ido desgastando desde la segunda mitad de ese siglo, en particular tras las grandes guerras que cimbraron al mundo. Sistemas económicos que develaron una realidad muy costosa desde el punto de vista social: En diversos países la riqueza se polarizó, para favorecer a unos cuantos, y desamparar al resto, aún dentro de sistemas que se han hecho llamar de izquierda.

Para los últimos decenios del siglo veinte, buena parte de las familias en nuestro país, se hallaban desarticuladas: Las condiciones impuestas por un sistema económico neoliberal provocaron disminución del poder adquisitivo. Fue necesario que ambos padres salieran del hogar a trabajar. Este cambio intrafamiliar nos cobró la factura, los niños se quedaron solos en casa, con escasa o nula supervisión de un adulto. En los años setenta bajo el influjo de la televisión, y de los noventa a la fecha, dicho aparato fue sustituido por la tecnología digital, a través de la cual se tiene fácil acceso a un mundo virtual tan vasto como carente de calidez.

Los fenómenos provocados por esta apropiación de la tecnología digital son muy variados, y, de hecho, no han sido del todo estudiados. O bien, conforme se analiza uno, van surgiendo nuevas modalidades que obligan a emprender estudios sobre cómo influye el mundo virtual en el real. Para el asunto que nos ocupa, encontramos niños y jóvenes que se sienten solos. Tanto como tienen de destrezas para manejar la tecnología de la información y comunicación, carecen de habilidades para establecer una relación presencial satisfactoria. No poseen la experiencia necesaria para detectar los guiños en la mirada o en el tono de voz que sirven para conocer el estado de ánimo o la coincidencia entre dos personas. Estos guiños sirven de guía para determinar cómo abordar a otro ser humano, para una comunicación. Estos chicos carecen de habilidades para desarrollar empatía, y le tienen miedo a la intimidad personal. En línea podrán desnudarse, tanto emocional como físicamente -ahí tenemos lamentables casos de sexting y de grooming-- pero en la comunicación cara a cara se perciben a sí mismos como torpes e inseguros, quizás hasta incompetentes, tanto que prefieren evitar los riesgos que, para ellos, conlleva una relación personal directa.

La UNICEF ha venido estudiando el suicidio en adolescentes a partir de los últimos años. Se observa claramente un incremento; en gran medida el problema de fondo que lo dispara es una sensación de soledad. Jovencitos provenientes de hogares disfuncionales o en los que existen altos niveles de violencia intrafamiliar, cuyas relaciones afectivas son frágiles, y a la primera de cambios se fracturan, generando una crisis existencial en el adolescente. Si el trasfondo familiar lo había llevado a sentirse poco, la crisis emocional propia de su edad, le hace cuestionarse qué tanto vale la pena luchar, cuando la vida no parece ser la gran cosa. Por citar un ejemplo, entre 1990 y el 2017, de acuerdo con cifras de la UNICEF, en Argentina se triplicó el número de suicidios en adolescentes. En México, entre 1990 y el año 2000, la incidencia creció un 1.5 en menores de 14 años, y la mitad de dicha cifra en jóvenes entre 15 y 29 años.

Soledad se escribe con eme de "Millennials", chicos a la vez hiper comunicados pero aislados, que no logran precisar qué les hace falta más allá de su dispositivo, que mantienen con ellos, como un elemento les permite sentirse vivos y seguros. Como aquellos que no saben que existen otras latitudes en el planeta. Nunca han tenido acceso a información que les indique que más allá de su entorno personal y su aparato, hay seres humanos con los que pueden establecer relaciones amicales, platicar, reír y jugar, sin la necesidad de mantener los sentidos prendidos de una pantalla. A pesar de su libre y amplio acceso a contenidos digitales, parecen constreñirse a unos cuantos, lo que finalmente ahonda esa sensación de soledad. No han descubierto el mundo que existe del otro lado de las redes sociales, mismas que atentan contra la autoestima. Como si se tratara de un arma muy potente, un solo clic respecto a una publicación podría pulverizarlos.

Es necesario trabajar para eliminar ese aislamiento en el que se hallan muchos de nuestros niños y jóvenes. Mostrarles que más allá de la pantalla hay elementos que funcionan para proveerles de satisfactores que apuntan a la plenitud.

https://contraluzcoah.blogspot.com/.

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