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Cantina El Congreso, el paraíso de los bohemios lerdenses

Ubicada en Ciudad Jardín, ha sido testigo de miles de anécdotas de personas que encuentran en ella un rincón para charlar

El lugar tiene sus primeros registros asentados en la década de los treinta. Aquí se han engendrado miles de historias y anécdotas entre cervezas y copas de vino. (ERNESTO RAMÍREZ)

El lugar tiene sus primeros registros asentados en la década de los treinta. Aquí se han engendrado miles de historias y anécdotas entre cervezas y copas de vino. (ERNESTO RAMÍREZ)

DANIELA RAMÍREZ

El aire se siente distinto, el sol imprime un color especial a las flores de cempasúchil que descansan sobre mesas largas esperando a ser tentadas por los transeúntes que caminan alrededor de la Plaza Municipal de Lerdo. El altar de muertos luce la tradición de los mexicanos y un aire cálido abraza el ambiente.

Frente a esta plaza se encuentra un lugar que recibe a los bohemios lerdenses, aquellas almas libres que buscan un rincón para añorar al tiempo pasado. En la entrada se lee Bar el Congreso y unas puertas de madera de cantina dan paso a este paraíso.

Hombres de sombrero y bigote pronunciado dialogan sobre política y deportes, botellas de cerveza adornan las mesas cuadradas que registran la charla mientras el sol se esconde en el exterior.

Juan Gabriel Garza Gómez es el capitán del barco de los piratas del trago y un hombre al que se le nota que ama su trabajo. Lleva más de 40 años tras la barra de una de las cantinas más populares y tradicionales de Lerdo. Platica que el lugar tiene sus primeros registros asentados en la década de los treinta. Recargando su codo sobre cartones de cerveza apilados, Garza Gómez relata que en el Congreso se ha escrito una historia aparte de la llamada Ciudad Jardín. Bajo su techo, dice, se han "engendrado" miles de anécdotas, las cuales velan entre las paredes de la cantina que son el aparador de fotografías históricas y de reliquias del tiempo que presumen experiencia.

Don Juan expresa que como sus vampiros no hay dos. Asegura, con un destello de orgullo, que se trata de una bebida única que solo se encuentra bajo su mando y a la venta en el Bar El Congreso.

También relata que una de las características que hace especial a esta cantina histórica es el sotol fecundado en Cuencamé, el cual es procesado dentro de unas barricas de madera que le imprimen el secreto de su sabor.

Mientras transcurre la charla, el ruido del choque de botellas y la crónica de un partido de futbol que es televisado, son el ruido del fondo del lugar, que tiene sus puertas abiertas toda la semana en un horario de diez de la mañana a diez de la noche. El cantinero titular informa que solo los sábados y los domingos sirven botana elaborada en las cazuelas que reaccionan a la voz de mando de la mamá del dueño actual de la cantina.

De pronto, la rocola se activa cuando traga una moneda de cinco pesos que es depositada por una mano que busca el consuelo musicalizado de sus entrañas. Un niño con una caja de dulces se incorpora en la atmósfera que invita a gritar "salud".

Después de la plática, el cantinero retoma el timón del barco que navega en el mar de la bohemia. Flores de la tercera edad interactúan con los vasos llenos de cerveza mientras la tarde se desgasta entre los aires de noviembre que exigen cubrir al cuerpo con una chamarra ligera.

Luego dos hombres jóvenes bajan el telón para interpretar dos rolas al son del acordeón y guitarra, instrumentos que se funden en el sonido de dos corridos que se encapsulan en la casa del trago y la bohemia que recoge los recuerdos y lamentos de los que acuden a apaciguar sus penas.

Juan Gabriel, el hombre que maquina la cantina, comparte que se trata de un rincón de Lerdo que invita a la tranquilidad y al buen trato. Ese mundo es habitado por personas mayores que conquistan los asientos, tanto de la barra, como de las mesas en las que saltan historias de un recuerdo desgastado.

"Ando legislando", es una frase común de los que acuden al Congreso a buscar la desconexión de la vida real. Ahí no transcurre el tiempo, almas deambulan en búsqueda de un consuelo. Figuran las personalidades que cuentan la misma historia pero que se sienten cobijados por el oído de un camarada que ya echó raíces bajo el asiento que lo retiene desde hace años, con una bebida en mano.

El ruido exterior comienza a querer colarse en el ambiente cantinesco que no da tregua a que un vaso luzca vacío,

Es entonces Lerdo, el municipio en el que descansa el Congreso, lugar que abre sus puertas para al paraíso de los bohemios.

Juan Gabriel Garza Gómez lleva más de 40 años detrás de la barra de la cantina y aseguró que como sus vampiros no hay otra bebida parecida en la región. (ERNESTO RAMÍREZ)
Juan Gabriel Garza Gómez lleva más de 40 años detrás de la barra de la cantina y aseguró que como sus vampiros no hay otra bebida parecida en la región. (ERNESTO RAMÍREZ)
El Congreso Bar está ubicado frente a la Plaza Municipal de Lerdo , lugar que recibe a los bohemios de La Laguna que buscan añorar el tiempo pasado. (ERNESTO RAMÍREZ)
El Congreso Bar está ubicado frente a la Plaza Municipal de Lerdo , lugar que recibe a los bohemios de La Laguna que buscan añorar el tiempo pasado. (ERNESTO RAMÍREZ)

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