Columnas Social

Las palabras tienen la palabra

En otras palabras, no hay que ser metiche

Juan Recaredo

Cuando alguien se quiere meter y se mete en asuntos que no le corresponden, o trata de hacerse el conocedor acerca de algo y luego resulta que ignora el tema, sin pensarlo mucho le aplicamos el dicho aquel de que "zapatero a tus zapatos" y generalmente piensa uno que el tal dicho no es más que un consejo práctico que cualquiera pudo haber instituido y que dijo zapatero como pudo haber dicho cantinero a tu cantina o carpintero a tus tablitas.

Pero resulta que el tal dicho tiene su historia y que se origina en una anécdota que sucedió en la Antigua Grecia, hace miles de años.

En el año 1 después de Cristo, había un historiador y científico romano al que le llamaban Plinio el Viejo que se ocupaba de narrar el caso de Apeles, un pintor que había existido cuatro siglos antes, del que se decía que era un gran maestro de arte y que tuvo entre otros, a "clientes" tan célebres como Alejandro Magno. Desgraciadamente las pinturas de Apeles se desvanecieron con el tiempo y no llegaron hasta nuestros días.

Este Apeles tenía la costumbre de exponer sus pinturas en público y luego, como le gustaba jugar a las escondidillas, se ocultaba por ahí cerca de tal manera que los que iban a ver sus trabajos no se dieran cuenta que ahí estaba él y entonces hicieran sus comentarios con toda libertad. De esta manera él podía valorar las críticas y los elogios que eran emitidos por los espectadores sin la presión de su presencia, y de esta manera él podía mejorar sus pinturas.

Un día pasó por ahí un zapatero y viendo uno de aquellos cuadros dijo: esa sandalia está mal pintada, tiene demasiadas tiras y se fue. Entonces Apeles corrigió el supuesto error y al día siguiente, vuelve a pasar el zapatero y al ver que el pintor le había hecho caso corrigiendo la sandalia, "se picó" y empezó a criticar también la pierna pintada y como se veía con intenciones de seguirle para arriba con sus críticas, Apeles salió muy enojado de su escondite y le dijo: Ne supra crepidam sutor judicaret.

Yo no sé latín, pero me hubiera sonado aquello como que me estaba recordando a mi madrecita y tal vez le hubiera contestado: "¡la tuya!". Pero el zapatero sí sabía latín y entendió que lo que el pintor le estaba diciendo era "el zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias"

Otro dicho muy común es el que expresa "a ojo de buen cubero" el que aplicamos cuando calculamos algo sin medirlo con exactitud, basados sólo en la experiencia.

En la antigüedad, el cubero era el que fabricaba cubas, pero aquí no se estaba refiriendo a bebidas preparadas. Una cuba era una barrica de madera de las que se usaban en la elaboración del vino. Estas barricas se hacían con herramientas rústicas, así que para ser un buen cubero era necesario tener mucha habilidad práctica y muy buen cálculo para cortar las piezas con exactitud porque si luego no ensamblaban correctamente, la cuba o barrica no servía para cumplir plenamente sus funciones.

Así que, para ser buen cubero, había que tener "un buen ojo calculador".

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios: [email protected], Twitter: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA:

Jaime (no pone apellido): "¿De dónde proviene la palabra jeroglífico?".

LE RESPONDO:

La palabra jeroglífico tiene raíces griegas: viene de hieros (sagrado) y glifein (grabar). El sentido implícito del significado es "palabras divinas" porque se supone que era una forma de comunicarse con los dioses.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA:

El éxito es hijo de la audacia y nieto de la suerte.

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