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Un paso al más allá

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

¡Qué cosa! El régimen democrático y el modelo económico se cimbran, tambalean o debilitan en América y Europa y, aquí, poca atención se presta al significado y tamaño del acontecimiento.

Aquí, entre tropiezos y zancadillas, México se adentra en un laberinto. Un escenario económico, social, criminal y político cada vez más complejo que los bandos en pugna -dentro y fuera del poder- miran como un apasionante concurso, donde el ganador no podrá presumir el trofeo, porque el pedestal será el de un país dividido, si no es que fracturado.

La serenidad política, esa cualidad tan socorrida en el discurso y tan poco aplicada en la práctica, se ha esfumado. A este paso, en breve, el país formará parte no del concierto, sino del desconcierto mundial. ¡Vaya alivio! El país está mal, pero haciendo un esfuerzo podrá estar peor.

¡Qué gloria! Estar a la altura del mundo, aun cuando esa altura corresponda a la de un desastre.

***

El cuadro internacional es inquietante.

El telón de fondo, que en algunos países del continente prometía progreso, modernidad y desarrollo, cayó con estruendo. Tras bambalinas se acumulaba un creciente y callado malestar social que, al estallar, incendió el escenario y la escenografía. Acto seguido, el toque de queda, cuya amenaza no arredra la inconformidad y coloca en un apuro a la gobernanza.

Movimientos políticos, sobre todo en Europa, que sugerían una opción ante la crisis de los partidos, ahora se desfondan o encuentran por límite la imposibilidad de constituirse en herramienta. España y Francia no logran consolidar su gobierno y, a veces, se limitan a contener el malestar o escapar de la debacle.

Democracias que, no sin dificultades, parecían ajustarse a los términos económicos impuestos por la globalización, hoy retroceden o se miran secuestradas por locuaces liderazgos. Y en más de un país se lucha por conquistar no tanto el futuro, como el pasado.

En infinidad de países del continente, de Canadá a Argentina, la mayor certeza es la incertidumbre y la reducción del margen de maniobra para recomponer las cosas.

***

Aquí, la situación no es muy distinta.

El Partido Revolucionario Institucional se desmorona a pedazos. En cuestión de días, vio caer el cacicazgo de Carlos Romero Deschamps en el sindicato petrolero, partir a Joel Ayala con los sindicatos de la burocracia y tambalearse a Carlos Aceves del Olmo en la principal central obrera de ese partido. Y la corrupción, la corrupción -exgobernadores, exfuncionarios y dirigentes en fuga o en prisión o en capilla- hunde todo intento de recomposición. Situación agravada por la ausencia de un liderazgo en su dirección y la huelga de política caída de los cuadros que sí saben.

El Partido Acción Nacional no sale de su marasmo. Denuncia un retroceso y resucita como gran figura a Vicente Fox, la chunga por divisa. Vota dividido contra la revocación del mandato, pero dos días después exige la renuncia al mandato y, luego, mejor opta por la denuncia penal contra el del mandato. De tumbo en tumbo, esa fuerza evade revisar su actuación pasada y presente y, así, imposible su reinserción en la escena. Le apuesta al fracaso de la administración, viendo en el cascajo un gran tesoro.

A Morena, el aroma del poder lo marea y, en la ambición por hacerse del control del movimiento, poco le importa quitarle ese punto de apoyo a la administración. La dirigencia en funciones no puede con el paquete, pero no quiere soltarlo y, entonces, juega a alargar los tiempos y permanecer en la posición de mando que, a fin de cuentas, nunca tuvo.

Movimiento Ciudadano, esa fuerza que, con el campanazo en Jalisco, logró mayor presencia, pierde dirección. Pesa Dante Delgado, pero los compromisos adquiridos en la campaña del año pasado le hicieron dejar el control del partido en manos inexpertas, más preocupadas por las posiciones que por las posturas. A las jóvenes promesas les interesa más figurar que ser.

Y el Instituto Nacional Electoral, en el ánimo de asegurar y defender su prevalencia, presupuesto y condición, ha hecho de la institución un centro cultural político, no un instituto dispuesto a recalibrar su costo y función.

Tal es la situación de los supuestos pilares de la democracia.

***

En ese cuadro, la administración no acaba de dominar el quehacer cotidiano y mucho menos de instrumentar debidamente los planes que pudieran elevarlo a rango de gobierno.

El mandatario ha perdido el manejo de la agenda o, al menos, se le ha enredado. De la política proactiva ha pasado a la reactiva, acosando sin efecto a los adversarios y, lo más triste, incorporando a esa categoría a quienes sin ánimo de ponerle zancadillas cuestionan con derecho su proceder. De la ofensiva ha pasado a la defensiva y, en esa visión dicotómica donde quien no apoya, resiste, en vez de sumar, resta apoyos y da de tumbos, marcados por la contradicción, en el discurso.

De no soltar lastre -Manuel Bartlett a la cabeza, pero varios más en fila-, corregir errores, revisar planes, fijar prioridades, elaborar mapas y establecer alianzas con sectores no afines, pero tampoco resistentes o necesariamente contrarios a su proyecto, la administración verá cada vez más reducido su margen de maniobra y más lejanos los resultados prometidos.

***

En múltiples latitudes hay signos del agotamiento del modelo neoliberal y del peligro para la democracia. Aquí y allá titilan los focos de la inestabilidad económica, política y social. Derivar lecciones de esa circunstancia debería motivar la búsqueda de puntos de encuentro, no de terreno para construir trincheras.

Jugar a las fuercitas, donde el trofeo es la debacle, el fracaso o la derrota, no habla de competencia, sino de incompetencia política.

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