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Impeachment: ¿beneficia o perjudica a Trump?

MAURICIO MESCHOULAM

Si yo fuera parte del liderazgo demócrata, tendría mucho cuidado en las semanas y los meses que siguen en cuanto a cómo se enmarca el caso para destituir al presidente, y cómo se produce la competencia -o más bien colisión- de narrativas. Si algo hemos aprendido los últimos años es que Trump es realmente hábil para llevar la conversación justo a donde quiere llevarla y que, comúnmente, eso que supuestamente le ataca y golpea termina por hacer crecer su imagen, al menos entre ciertos sectores de la población. Dicho lo anterior, no es imposible que, si saben proponer un discurso creíble y eficaz que pueda conectar con una porción específica del electorado, esta vez los demócratas puedan sacar algo de partido del drama que estamos por atestiguar. Acá los argumentos:

Quizás hay que partir de que el proceso de destitución tiene muy pocas probabilidades de caminar, principalmente en el Senado, por lo que debemos concluir que la decisión de iniciar la investigación formal de la destitución en la Cámara de Representantes obedece a otro tipo de factores. Para algunos demócratas hay una obligación con sus electores. Para otros demócratas, el presidente ahora sí ha cruzado una línea roja. Pero hay otros congresistas demócratas quienes, al margen de todo ello, consideran que esta vez hay una mucha mayor posibilidad de obtener ganancias políticas al activar estas investigaciones.

Ante ello, sin embargo, es indispensable dimensionar la otra narrativa, la de Trump, que ha encontrado eco en una buena parte de la población estadounidense, y que tiende a nutrirse precisamente de eso que pretende golpearla o desacreditarla. Esa narrativa conecta fuertemente con una capa de la población -podríamos pensar en la base dura de Trump- una ciudadanía que no solo desconfía de los medios de comunicación y las instituciones. Para esta base, es natural que el "Estado Profundo" esté cocinando un complot en contra del presidente, y que los medios, los liberales y los "radicales" respalden esas "acusaciones falsas". Pero fuera de esa base dura, hay otro tipo de electores. Por ejemplo, hay republicanos que comulgan con la agenda conservadora de Trump, o con su política económica o migratoria, aunque no le respaldan en varias de sus ideas sobre política exterior. Y luego está otro sector que votó por Trump o que podría votar por él en las próximas elecciones, pero que no tiene siempre las cosas tan claras. Una parte de este electorado es muy difícil de medir en las encuestas. Entonces, si nos basamos en la experiencia, es probable que en la base dura de Trump solo se fortalezcan las ya firmes convicciones acerca de la cacería de brujas en contra de su presidente. En cuanto al sector republicano que no forma parte de la base dura, pero que tiende a apoyar a Trump, es también probable que su opinión no se mueva demasiado. La batalla, entonces, parece estar en el otro sector, los indecisos y los "ocultos".

Por lo que parece, tanto Trump como los demócratas, confían lo suficiente en su estrategia. Trump ha decidido, en lugar de pelear contra la narrativa demócrata, exhibirla como parte de la "conspiración" y la "cacería de brujas" a la que está sujeto. De su lado, los demócratas consideran que tienen un mensaje claro y simple de comunicar y que el hacerlo así puede garantizarles ganar ese porcentaje en disputa.

Todo dependerá de la forma como los demócratas presenten ya no propiamente el caso de destitución, sino el mensaje político que buscarán transmitir, y de la dinámica que se genere entre éstos y las no siempre predecibles respuestas de Trump frente este mensaje.

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