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Apología de la maldad malvada distracción

Metáfora ciudadana

DR. LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ
"¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios". — Gilbert K. Chesterton

Hacia 1971, Philip Zimbardo, profesor de la Universidad de Stanford, realizó un interesante experimento con jóvenes universitarios. Buscaba analizar el comportamiento de personas consideradas buenas, cuando en ciertas circunstancias se dejan llevar por sus emociones al adquirir poder. Descubrió que, en actos comunes, donde muchos actúan de manera antisocial, se puede contaminar la conducta porque el sentido de responsabilidad se diluye en el grupo. "las personas buenas pueden ser inducidas, seducidas e iniciadas para que se comporten de manera malvada".

El experimento, denominado "Efecto Lucifer" consistió en que un grupo de universitarios, todos sanos e inteligentes, jugarían, dentro del recinto académico, los roles de reclusos y de carcelarios; preparando a cada uno en la actuación que jugaría, según experiencias obtenidas de reclusos que habían salido de las cárceles. Se les informó con precisión cuáles serían sus límites. En diversas pruebas psicológicas se comprobó que todos eran normales y aptos para el experimento.

Psicólogos asesoraron a los universitarios del cómo actuar según cada cometido: mantener el orden, no permitir que escapara alguno, controles de autoridad, pero sin utilizar la fuerza. Los reclusos serían simplemente un número, sabían que había límites en castigos y torturas. En los días siguientes los carceleros exigían de los reclusos comportamientos exagerados, al menor error se les castigaba excesivamente de forma realista; se les presionaba en demasía y se les obligaba a actuar de manera indignante, incluso encadenándolos. Fue clara la transformación sufrida por los estudiantes, lo carceleros gozaban de su poder y los reos guardaban profundo rencor. El experimento hubo de terminar de manera repentina, antes del tiempo previsto. La experiencia demostró que, tras obtener poder, se encerraban actitudes que el contexto social había exacerbado.

Hanah Arendt, filósofa judío alemana, analizó diferentes tipos de maldad, destacando la llamada "banal" que se caracteriza por "Incapacidad de ver la diferencia entre bien y mal, por ello no implica arrepentimiento alguno". De esta surgen los "Idiotas Morales" ejemplares de dicho mal; la mayoría de ellos son inteligentes; buscan el exterminio metódico; son genocidas y psicópatas, asesinos a sangre fría con sólo una diferencia de escala. Pude ser una persona altamente instruida que realiza eficientes acciones para lograr diversos fines perversos. Y las preguntas son: ¿Qué hace que una buena persona actúe con maldad? ¿Cómo se puede seducir a una persona ética para que actúe de manera inmoral? ¿Dónde está la línea que separa el bien del mal? ¿Puede una persona buena ser inducida a obrar mal?

La Apología de la Maldad generalmente se traduce en palabras hermosas que justifican y elogian acciones u omisiones que impiden que se cumpla con los propósitos sanos de la sociedad. Se ha insistido qué en México, la corrupción es la medida de todas las cosas. Es triste reconocerlo, pero en la política mexicana, en los últimos lustros, se ha acentuado el "Efecto Lucifer"; se ha comprobado que muchas personas, cuando son investidas de poder, terminan convirtiéndose en deshonestos desmesurados; deshumanizándose y siendo cada vez más creativos en programas de daño a sus semejantes. En todos estos casos hay carencia de límites; no existe lógica para entender lo correcto y lo incorrecto.

Las conductas atípicas son difundidas e imitadas y no falta quienes quieran superarlas, si aquel gobernador dejó al estado endeudado por nueve mil millones, otro, esforzándose en superarlo, hipoteca el suyo por cuarenta o cincuenta mil. Si aquel secretario se embolsó treinta mil, este se embala sesenta mil. Así se generan patologías crecientes y arbitrarias entre los poderosos. En cambio, sus víctimas caen en sentimientos de frustración, miedo, agresividad contenida, enojo ante la indefensión y guardan un profundo rencor que puede llegar a estallar en violencia.

La maldad adquiere mayores proporciones cuando se lucra con el dolor ajeno, aprovechando su posición, expoliando los recursos públicos y hasta donaciones internacionales destinados a los damnificados de desastres naturales (sismos de 2017) que afectó a miles de familia quienes perdieron su casa, (aún sobreviven miles habitando campamentos provisionales). Esa maldad raya en lo sanguinario.

El pueblo bueno ¿ratero por herencia? Comunidades enteras que defienden a sangre y fuego a delincuentes atacando al ejército y a la policía, descarados minoristas de lo robado en asalto a casas, personas, comercios y hasta trenes. Rectores universitarios que lucraron utilizando sus instituciones académicas, ahora supuestos ofendidos, pero sin devolver lo hurtado. Despojantes del dinero de las pensiones de las personas que sueñan con una vejez tranquila, o de recursos para salud, condenando mortalmente a niños con padecimientos terminales y a enfermos en dolorosas crisis por falta de medicamentos, a fin de utilizarlos en programas electorales. Auténticos "Crímenes de lesa humanidad"

Políticos con vocación maquiavélica, que cínicamente se apropian de los recursos enfocados para acabar con la miseria, fantasean cruzadas contra el hambre para enriquecerse y luego lloran alegando "venganzas políticas". Fiscales que generan conclusiones nefastas de asesinatos masivos, cayendo en la complicidad con los asesinos físicos. Poder judicial corrupto en extremo, desde un ministro de la SCJN hasta algún juez en pequeñas ciudades. Magistrados nefastos que liberan a delincuentes comprobados para que sigan transgrediendo. Codiciosos electos por un período corto y con argucias legislativas, buscan quedarse más tiempo.

Parafraseando a Hannah Arendt, todos estos, definidos anteriormente, son "psicópatas morales", al igual que integrantes de la oposición, copartícipes de acciones abominables cuando no se atreven a denunciar esos execrables actos.

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