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¡Sí, fui yo!

MANUEL MONDRAGÓN Y KALB

Se preguntará usted, amable lector, a qué me refiero con el título de este artículo. Aludo a mi objeción de que la marihuana se expenda abiertamente para consumo recreativo o lúdico.

Cierto es que en la actualidad hay más lugares en el mundo donde existe mayor libertad para el uso legal de este enervante, me refiero a la marihuana. Sin embargo, y como es bien sabido, me he opuesto porque el principio psicoactivo, en este caso de la cannabis, el Alfa 9 THC (?-9-Tetrahidrocannabinol), produce adicción, en un porcentaje que va del 9 al 10 % en adultos y aumenta del 16 al 20 % en niños y adolescentes. Mis comentarios hoy no pretenden reavivar la polémica; creo que esta ya se ha dado en diversos grupos y formas, sin que haya variación en las conclusiones.

Para prevenir la enfermedad y promover la salud, partamos de subrayar la alta responsabilidad del médico de cara a la sociedad a la que sirve. Ante todo, significa establecer la prevención e impedir, como consecuencia, que entre 1.6 y 2 de cada 10 adolescentes se puedan tornar adictos.

Infortunadamente, sabemos que en sitios que han legalizado la marihuana en términos recreativos y aun cuando existe la prohibición para su venta a niños y adolescentes, este grupo de edad recurre, en muchas ocasiones, a cualquier artimaña para conseguir el producto y utilizarlo. Es aquí donde se ha comprobado mayor adicción que en los adultos.

¿Qué seguiría a la marihuana? Ya se iniciaron comentarios alrededor de la adquisición y empleo legal de la cocaína (clorhidrato de cocaína) y a ella continuaría su variante, el crack, entre otras sustancias de curso ilegal y altamente adictivas, como la temible heroína con su mortal acompañante: el fentanilo.

Permítanme ahora subrayar algunas observaciones:

1. Reitero que el consumo de marihuana no es inocuo, ya que puede causar serios daños a la salud de las personas, principalmente durante la niñez y la adolescencia.

2. México ha adoptado un enfoque de salud pública centrado en el ser humano y no en la sustancia.

3. Solo puede aceptarse el uso medicinal a partir de la extracción de aquellos elementos que han demostrado cierto potencial terapéutico; entre ellos podemos anotar algunos cannabinoides carentes de consecuencias psicoactivas.

Hasta ahora, si bien se acepta que diversos derivados de la cannabis tienen efecto en tratamientos específicos, podemos afirmar que estos pueden sustituirse por productos cuya efectividad probada es de años conocida; me refiero, por ejemplo, a antieméticos, analgésicos, antiespásticos, anticonvulsivos y otros.

No hay ningún impedimento para que el Gobierno de México, tal como ocurre con la gestión oficial de insumos médicos en otros países, revise los productos con cannabis y/o supervise protocolos de investigación científica y clínica relacionados. Si de ellos emana la autorización para su uso, habremos de considerar las nuevas aportaciones a aplicar en el manejo y control de determinadas enfermedades.

Por otra parte, considerando solamente la utilización de la marihuana, enfatizo que si la posesión del enervante es menor a cinco gramos, que significa oficialmente el consumo avalado por persona, ninguna autoridad tiene derecho a detener o consignar al usuario. En este aspecto, se ha estimado la conveniencia de analizar esta cifra tope y ampliarla, lo que permitiría algún grado de flexibilidad en el marco de esa aprobación legal.

Aunque habría mucho terreno para comentar, hoy no me detendré a examinar otras situaciones de orden legal o jurídico; como tampoco repararé en la reiterada comparación entre marihuana y bebidas alcohólicas que por sí sola ameritaría una larga reflexión.

El último lustro dio marco al mayor debate sobre el tema de la legalización médica y recreativa de la marihuana. Solo en los Estados Unidos de América, 32 estados de la unión han aprobado el uso médico y 10 con fines recreativos (JIFE, 2019). En Europa y América Latina también ocurre lo mismo. Hoy, la posibilidad de utilizar esta droga como medicamento es factible y se continúa indagando la ampliación de su uso en este sentido.

Tengo la certeza de que el debate regresará y pronto, en el terreno del empleo lúdico o recreativo de la marihuana, que ha sido el motivo fundamental del presente artículo. Estemos preparados para definir nuestra posición al respecto procurando no caer en falacias tan comunes en el tema y sí permanecer atentos a observar dónde pisamos, siempre tendientes a la salud física y psicoemocional de nuestra población.

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Escrito en: editorial MANUEL MONDRAGÓN Y KALB

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