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Transformar a La Laguna

ÉDGAR SALINAS URIBE

En su pasada visita a Durango, el Presidente López Obrador volvió a ser interrogado acerca del Metrobús y del tema del agua en La Laguna, para variar. En esta ocasión su respuesta fue puntual y pragmática. Más aún, en ella parafraseó la número once de las Tesis sobre Feuerbach escrita por Karl Marx en 1845: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". El Presidente la parafraseó dentro de su respuesta: "Ya también basta de estar nada más denunciando o haciendo análisis de la realidad, lo que necesitamos es la acción, la política es pensamiento y acción, es convicción y no hay que solo conocer la realidad, hay que transformar la realidad".

El llamado entonces es a la acción. Conocida, diagnosticada, interpretada una realidad, toca transformarla, lo que implica por lo menos tener idea de algo nuevo, de soluciones al contexto presente. Eternizarse en la denuncia y en el análisis impide la creación de nuevas realidades. El reto es formularse una idea de transformación, de ese algo que podemos denominar visión, en función de lo que se conoce y sustenta. Esa visión ha de surgir del lugar que se quiere construir a partir de la situación presente.

¿Qué tenemos hoy en la región y que debe ser transformado? En primer lugar, tenemos niveles de desempleo superiores a la media nacional, pero más grave aún es que la tasa de desempleo entre jóvenes con educación media y superior es de las más altas del país. Eso es dramático por al final del día significa que la economía no posee el dinamismo necesario para incorporar a los miles de jóvenes que cada año egresan de las más de cincuenta instituciones de educación superior en La Laguna. Casi puedo asegurar que quienes ahora están leyendo esta columna tienen en la familia o saben de una persona conocida que debió dejar la Comarca en busca de oportunidades pese a su formación profesional.

Está también el reto mencionado por el propio Presidente y se encuentra en los términos sintéticos que refirió en Durango: sobreexplotación y contaminación. Por tanto, debe garantizarse el abasto y la calidad. Y debemos volver al equilibrio. Él ya señaló la alternativa por la que ha optado y en torno a la cual hay un amplio consenso: potabilizar agua superficial. Lo que acarrea, en mi opinión, varios beneficios: abasto garantizado; libre de contaminación; reducción, con esa sola acción, de al menos el treinta por ciento del desbalance entre extracción y recarga; beneficio ambiental para el Cañón de Fernández; modernización de las redes urbanas de distribución; reducción sustancial de costos operativos de los organismos operadores; mejora en la eficiencia física y comercial, entre otros.

Está el reto de la inversión, tanto la pública como la privada. Hay evidencia empírica de la relación que hay entre inversión pública y empleo, por ejemplo. Y menciono ella porque en lo que toca a la privada la correlación es obvia. En México, las metrópolis con mayor inversión pública de sus gobiernos locales en relación con el gasto total son las que mejor desempeño tienen en cuanto al crecimiento del empleo.

Y un reto intangible, pero de enorme trascendencia en la región es la acción coordinada. Ya lo escribía yo en otro momento en estas páginas. En la pragmática política la unión significa coordinación, o más precisamente acciones coordinadas. Hasta en tanto no se tenga una varita mágica que resuelva todos los desafíos en un abrir y cerrar de ojos, se deben dar pasos. Bien pensados, mejor planeados y óptimamente ejecutados.

La sostenibilidad, o sustentabilidad para los anglófilos, debe ser el eje que caracterice las decisiones. Y no hay sostenibilidad sin economía y empleo; y no hay sostenibilidad sin bienestar y calidad de vida; y no hay sostenibilidad si se depredan los recursos naturales; y no hay sostenibilidad si la integridad y seguridad están amenazadas; y no hay sostenibilidad sin inteligencia para armonizar acciones; encauzarlas en el tiempo y optimizar sus beneficios. Y no hay sostenibilidad sin voluntad y pasión por hacer crecer la tierra que se habita y la comunidad donde se vive.

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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