Columnas Social

Ensayo sobre la cultura

MÁS SOBRE EDUCACIÓN: MAKARENKO

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Hoy, las teorías educativas han llevado al fracaso a todo el sistema educativo. No estamos preparando a los jóvenes para la vida, sino para eludir las obligaciones que ésta conlleva. Los muchachos de hoy no se sienten identificados ni con nadie ni con nada ni siquiera con ellos mismos, viven una estúpida quimera donde se creen con derecho a todo sin ninguna obligación. La cultura del consumismo les ha metido en la cabeza que para ser feliz hay que tener, saltándose toda ley moral, ética y legal para hacerlo. La cultura cívica ha desaparecido, no existen los compromisos ni el sentido de pertenencia.

Los resultados todos los sufrimos. El gran ciudadano que el sistema educativo ha logrado es este culpable de la inseguridad, es el político que se ha corrompido y que ni siquiera tiene vergüenza de manchar su nombre o lo persiga la justicia a vista de todo el mundo. Es el inteligente que no le importa pagar con algunos años de prisión la fortuna mal habida. Es aquel que ha rebajado hasta lo más ínfimo el valor del ser humano.

También es aquel quien considera que la justicia es que le den gratuitamente lo que no tiene derecho; que juntándose con otros, o juntando a otros, puede hacer presión para obtener prerrogativas o adueñarse de lo que no le corresponde; para continuar con su vida de irresponsable. Son aquellos que ven en el trabajo el castigo divino y no la única forma de realización. El que nunca dejará de ser un niño y siempre será un gran problema social.

Pero el sistema también resulta ser un buen negocio para los apátridas. A través del sindicato puedes lograr una colocación en donde recibes un buen sueldo sin desquitarlo, no tiene importancia cuánto daño se haga a la juventud que depende del maestro. Ya no existe la vieja vocación de formar personas, íntegramente. Los que tienen escuelas saben que los cambios educativos se dan sin ser concluidos. Cada sexenio hay un cambio con nuevos libros para que alguien se meta en la bolsa un capital por haber promovido las reformas. El anterior queda trunco sin que exista el interés de completar los ciclos. Hay libros para el primer y segundo años.

Las reformas educativas son un instrumento más para hundir a las patrias.

He leído a Makarengo. En sus primeras páginas hace notar que lo primero que es necesario es la disciplina. Cito:

"Y sucedió que no pude más tiempo mantenerme en la cuerda pedagógica.

Una mañana de invierno pedí a Zadórok que cortase leña para la cocina. Y escuché la habitual contestación descarada y alegre:

-Ve a cortarla tú mismo; sois muchos aquí.

Era la primera vez que me tuteaba.

Colérico y ofendido, llevado a la desesperación y al frenesí por todos los meses precedentes, me lancé sobre Zodórov y le abofeteé. Lo abofeteé con tanta fuerza, que vaciló y fue a caer contra la estufa. Lo golpeé por segunda vez y agarrándolo por el cuello y levantándole, le pegué una vez más.

De pronto, vi que se había asustado terriblemente. Pálido, temblándole las manos, se puso precipitadamente la gorra, después se la quitó y luego volvió a ponérsela. Y probablemente yo hubiera seguido golpeándole, pero el muchacho, gimiendo, balbuceo:

-Perdóneme Antón Semionovich.

Mi ira era tan frenética y tan incontenible, que yo me daba cuenta de que, si alguien decía una sola palabra contra mí, me arrojaría sobre todo para matar, para exterminar aquel tropel de bandidos. En mis manos apareció el atizador de hierro. Los cinco educandos permanecían inmóviles junto a sus camas. Burún se arreglaba precipitadamente algo del traje.

Me volví a ellos y les conminé, golpeando con el atizador el respaldo de una cama:

-O vas todos inmediatamente al bosque a trabajar o ahora mismo os marcháis fuera de la colonia con mil demonios.

(…) Para mi asombro, todo transcurrió bien. Estuve trabajando con los muchachos hasta la hora de comer. Cortábamos pinos torcidos. En general, los muchachos permanecían sombríos, pero el aire puro y helado, el hermoso bosque, que ornaba enormes caperuzas de nieve la amistosa colaboración y el serrucho hicieron su obra." (Pag 24-25)

Sin el primer principio: la disciplina, el pedagogo no hubiera podido hacer nada. Lo que hemos perdido hoy, es eso.

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