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El lúgubre gobierno

JULIO FAESLER

Vivimos tiempos difíciles. Casi todos los indicadores se nos presentan funesto. Las agencias financieras nos califican mal porque la marcha de la producción va mal, el consumo está desanimado, el desempleo va en aumento y el año terminará en un índice cercano a cero. Como pocas veces la economía se encuentra en una situación peor que la "atonía" de hace muchos años. Cuesta trabajo encontrar perspectivas alentadoras. El futuro inmediato de las grandes y pequeñas empresas es triste. Las ventas de artículos de consumo diario y los durables como los automóviles están a la baja. Solo la inflación se ha mantenido controlada. El historiador Tomás Carlyle describió a la economía como la ciencia lúgubre y las noticias de hoy así lo confirmarían.

Toda la culpa del desastre que se vive recaen en las decisiones y sus consecuencias que ha tomado el presidente López Obrador desde el primer momento de su mandato. No hace falta enumerar aquí cuáles han sido. Son conocidas. Quizás como nunca, descontando lo que debe haber sido el desconcierto y la alarma en el primer tercio del Siglo XX, ha cundido como ahora un desconcierto y desaliento general.

Es asunto que al presidente de la República podría preocuparle. Convencido, como lo proyecta estar en sus conversaciones mañaneras con la prensa, AMLO parece haber previsto dicha reacción general que, a su ver, es de esperarse en cualquier cambio fundamental de rumbo político y económico. En este sentido, recuerdo las explicaciones de los sandinistas nicaragüenses que no variaban el rumbo de sus draconianas medidas para instaurar la Revolución que inevitablemente tenían un costo en términos de sacrificio popular… pero , decían, era solo transitorio. Lejos estoy de decir que la 4ª Transformación busca instaurar en nuestro país un régimen militar y socialista.

Hay, sin embargo, en el discurso de AMLO, la tranquila convicción de que no se corregirán los innúmeros vicios y perversidades de los gobiernos anteriores sin que pasemos por la dura prueba de la austeridad que extirpe la corrupción y la limpieza de intención que acabe por extender un espíritu de paz y concordia remediando la violencia que invade a toda la Nación. Es éste mensaje del presidente que, empero, más alarma. La opinión pública no encuentra razones para encomendar su suerte personal o la de sus actividades a la incógnita de una administración centrada en una sola persona. Las experiencias de ese tipo en otros países han sido funestas y el pueblo mexicano ya vivió la Revolución de 1910 y no necesita otra.

Es válida la inquietud que preocupa sobre el resultado neto, en términos prácticos y realistas, del proceso iniciado y que está desarticulando instituciones de servicios de todo género de probada eficacia, sumiendo a amplias capas de la población en agudas privaciones personales.

En busca de realidades aplicables a la situación que vivimos encontramos al comercio exterior como uno de los elementos que debe tomar en cuenta cualquier observador que se asome al caso mexicano. En efecto, México es un país que ha llegado a enlazar el ritmo de su desarrollo a las exportaciones de sus productos y a las inversiones extranjeras que dinamizan la creación de empleo. La seguridad de que éstas sigan llegando responde a que en mucho están sustentadas en la realidad de nuestra cercanía al vasto mercado norteamericano cuya penetración y aprovechamiento están siendo confirmadas en el TLCAN II ratificado, prematuramente, por nuestro Senado. Sólo hay que cuidar en mantener nuestra posición como importante proveedor frente a la competencia de otros países, especialmente, la de China.

El comercio exterior, en los términos arriba descritos, es un factor indispensable para aumentar el ritmo de desarrollo económico nacional. Este elemento funciona independientemente del tono económico interno. Tenemos que ir más allá del mercado estadounidense diversificando nuestras exportaciones e importaciones con productos y servicios de grandes y pequeñas empresas. La ampliación del comercio exterior, apoyada en políticas de promoción agrícola e industrial concretizada, es en estos momentos el respaldo más dinámico con que cuenta México para crear empleos y elevar el consumo. Esto requiere, sin embargo, que las medidas del gobierno no ahoguen la dinámica que se requiere. El combate a la corrupción se hace depurando y no cercenando las entidades con que el país ya cuenta ni asfixiándolas financieramente.

El tono de la comunidad se estimulará con los éxitos cuantificables de las entidades públicas y privadas que, ya libres de corrupción, sean más productivas. Es ésta la forma que la administración de AMLO dejará de ser un gobierno que pase a la historia como el sexenio "lúgubre".

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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