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El México ordenado que puede inspirarse en la utopía

JULIO FAESLER

Estamos a 500 años de la conquista de los pueblos americanos. Esos quinientos años se han ido en la lenta formación de la nacionalidad mexicana y con ella su particular psicología. El mestizaje es el componente esencial de su idiosincrasia y de él se desprende sus maneras de actuar dentro de su comunidad.

El mexicano está flanqueado en su país por la minoría europea por un lado y por el otro, los pueblos indígenas que son más antiguas que la población mestiza resultante que nació a principios del S XVI y que constituye el 85% del país. Hay diferencias entre las formas de vivir y de reaccionar de estos grupos frente a las variantes circunstancias nacionales pero es a la base demográfica mayoritaria con la que el gobierno necesariamente ha de interactuar.

La exhibición que hace el presidente de la República de su gobierno y de sus intenciones en sus sesiones mañaneras toma en cuenta estas diversidades. Últimamente se detecta en sus expresiones una profunda intención por acercarse a soluciones tranquilas y pacíficas de las controversias independientemente de su dimensión o importancia.

El presidente constantemente hace llamados a la reconciliación cuando hay conflictos o controversias entre miembros de su gabinete, aconseja evitar en todo caso rompimientos dañinos, esto no es el único indicio de su actitud pacificadora. Por ejemplo, cuando la prensa le ha preguntado sobre la alternativa de responderle a Trump con el mismo tenor de sus declaraciones insultantes, la respuesta de AMLO ha sido consistente la de evitar toda conflagración.

El que AMLO guíe toda su política, tanto interna como externa aplicando las enseñanzas de los grandes líderes pacifistas de la historia como Mahatma Gandhi, Mandela, Luther King puede ser la explicación a la que AMLO llegó aunque ello provoque desdén de los que no creen en la paz y el diálogo como la solución de las controversias a después de que se han serenado la provocación y la violencia.

El Presidente quiere encontrar apoyo para su plan de transformar a la sociedad mexicana actualmente que él ve tan viciada y convertirnos en la comunidad ejemplar que anuncia en el Epílogo de su Plan Nacional de Desarrollo. López Obrador confía en el ansia de paz y de conciliación de conflictos que quiere ver en el alma del pueblo que es mayoría.

El camino será largo y todos quisiéramos que desemboque en la sociedad por la que tantos otros nobles líderes han luchado.

La famosa Cuarta T que ha enarbolado López Obrador no debe caer presa de utopías. Hay sin embargo, una buena cantidad de decisiones que ha tomado y que revelan este defecto. El que suponga que las madres y las abuelas de los niños de México son el mejor instrumento para organizar servicios familiares es un caso. El que estime que entregar a los rijosos dirigentes de la CNTE la educación y la formación moral de la juventud es otro ejemplo. El que confíe que los delincuentes se arrepentirán pensando en las lágrimas y en el sufrimiento de sus madres es utopía, igual el que todos sigamos al pie de la letra el Código Moral distribuido por pastores evangélicos.

Es una realidad que el pueblo mexicano no ha sido formado a lo largo de su historia de 500 años en una visión pacífica frente a sus circunstancias. El Siglo XIX y la mitad del XX dan pruebas de lo contrario. Se le ha arengado a estar siempre en pie de guerra, como lo manda el Himno Nacional. Puede, sin embargo, como cualquier otro en el mundo, estallar repentinamente, por frustraciones acumuladas, y arrasar todo. Las lecciones pacifistas maternales tienen que equilibrarse con disciplinas paternas que enseñen a respetar el orden social.

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