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El trabajo de periodistas es preguntar

JORGE RAMOS

A poco más de un año de la elección de Andrés Manuel López Obrador en México, hay quienes están sorprendidos y molestos de que algunos periodistas estemos cuestionando al nuevo presidente después de haber criticado duramente y por décadas los abusos del PRI y del PAN en México. Lo ven casi como una traición. Pero no lo es. Sólo hacemos nuestro trabajo.

El papel del periodista es ser contrapoder. No importa quién esté en el poder. Sobre todo en los sistemas autoritarios pero también en las democracias. A los periodistas nos toca cuestionar a los poderosos. Y por eso ahora nos toca dudar, hacerles preguntas difíciles y exigirle cuentas a López Obrador.

Pero eso aparentemente incomoda al presidente. Durante décadas muchos periodistas estuvimos circunstancialmente del mismo lado de López Obrador, o AMLO, y de millones de mexicanos criticando los abusos de los regímenes anteriores. En su momento le pregunté al presidente Carlos Salinas de Gortari de las acusaciones de fraude electoral del 1988; a Ernesto Zedillo del dedazo y la crisis económica del 1994; a Felipe Calderón de su dinero, a Vicente Fox de sus promesas incumplidas y titulé así una columna: "Peña Nieto: El Peor Presidente".

Yo también quería un cambio para México, uno de los países más violentos y desiguales del mundo. Quería que aparecieran los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que investigaran la compraventa de la "Casa Blanca" de Peña Nieto, y que terminaran en la cárcel los funcionarios cuya riqueza no coincide con la suma de sus modestos salarios público. Yo, igual que AMLO, quería todo eso.

Pero tras su llegada a la presidencia en el 2018, las cosas cambiaron. AMLO no comprendió que la tarea de los periodistas independientes es estar, siempre, del otro lado del poder. Ahora a él le toca batear y a nosotros lanzar.

Cuestionar a López Obrador no significa, de ninguna manera, que seamos conservadores, trumpistas, neoliberales o mafiosos. Tampoco estamos a la venta, ni somos priistas o panistas. Nuestro trabajo es preguntar. Los médicos salvan vidas, los arquitectos construyen bellas estructuras y los periodistas hacemos preguntas. Ese es nuestro espacio: el poder de las preguntas.

Una pregunta bien puesta puede tumbar a un gobierno. Si no lo hacemos nosotros los periodistas, ¿quién lo hace?

Pero algunos defensores de AMLO no nos perdonan. Desde que fui a "la mañanera" a mediados de abril y le pregunté al presidente sobre la creciente cifra de asesinatos en su joven gobierno - y sobre su extraña solicitud de que el diario Reforma revelara una fuente confidencial - he recibido un montón de críticas. Es normal. En esta profesión se te pone la piel muy dura. Aunque, reconozco, lo que dijo después el presidente sí me tomó por sorpresa.

"Sí se pasan, ya saben lo que sucede", advirtió AMLO a los periodistas. En realidad, la naturaleza de nuestro trabajo es rebelarse ante la autoridad y pasarse todo el tiempo. El periodismo no es una profesión para tibios y silenciosos.

Y hay muchas preguntas legítimas para el presidente. ¿Por qué aceptó que México se convirtiera en la policía migratoria de Trump? ¿Por qué la Guardia Nacional persigue inmigrantes inocentes en lugar de concentrarse en reducir la criminalidad en México? Ya van 17,000 asesinatos en su gobierno ¿A partir de cuándo toma responsabilidad? ¿Por qué el silencio de México ante violaciones a derechos humanos en otros países (como Nicaragua y Venezuela)? ¿Qué va a hacer para que sus bien intencionadas medidas de austeridad no afecten negativamente a los más vulnerables, a los estudiantes, a los artistas y a los enfermos? Y lo más importante: ¿Está hoy México mejor que antes?

Aprecio la lucha frontal de AMLO contra la corrupción, sus vuelos en clase económica, un ejemplo de disciplina y congruencia, y el increíble acceso de la prensa en "las mañaneras". A cambio espero que AMLO comprenda que ser periodista en México es muy peligroso -ya han matado a seis compañeros este año- y que descalificar a la prensa independiente le hará, a la larga, más daño a él y al país. Querer a un país significa, también, apuntar lo que está mal.

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Escrito en: Editorial Jorge Ramos

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