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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

"Es inútil que insistas, Leovigildo -le dijo la preciosa chica a su insistente galán-. ¡Jamás podrás entrar en mi corazón!". "Eso no importa, Susiflor -contestó el tipo-. La verdad es que no es ahí a donde quiero entrar'". El elefante le manifestó a la elefanta: "No me interesa saber lo que los hombres dicen acerca de nuestra memoria. No recuerdo haberte prometido que me casaría contigo". Un individuo en completo estado de ebriedad estaba abrazado a un poste de la calle. Al tiempo que se esforzaba hasta ponerse rojo decía una y otra vez apretando los dientes: "¡Tienes que salir! ¡Tienes que salir!". Y volvía a esforzarse al tiempo que abrazaba al inmovible poste. Comentó una señora que pasaba: "El insensato pretende sacar el poste". En torno del temulento se formó un corro de gente que entre divertida e intrigada seguía su lucha con el poste. "¡Tienes que salir! -repetía el briago-. ¡Tienes que salir!". Y sudaba y trasudaba por el tremendo esfuerzo. De pronto se escuchó una formidable trompetilla. Y dijo con alivio el borrachito, iluminado el rostro por una beatífica sonrisa: "¡Vaya! ¡Hasta que saliste!". Dulcilí, hermosa joven, acompañaba en el piano a su novio en la interpretación de la romanza "Soy como la golondrina". Al genitor de la muchacha le llamó la atención la pasión que se traslucía en la voz del cantante, de modo que fue a la sala. Lo que vio lo puso en paroxismo de iracundia. He aquí que mientras cantaba "Soy como la golondrina" el tenor metía la mano en el escote de la pianista. Hecho una furia el papá de Dulcilí le dijo al cantante: "Señor mío: usted no es como la golondrina: es como la chingada". Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le contó a un amigo: "Estoy muy preocupado. Mi médico me dijo que voy a morir si sigo persiguiendo mujeres". El otro se sorprendió: "No es posible. Eres joven; te ves sano, robusto, lleno de vida". "Sí -repuso Pitongo-. Pero una de las mujeres que he estado persiguiendo es su esposa". Se habla acerca de la pérdida de los valores. Hasta donde sé nadie los ha encontrado todavía. Desde luego son muchos los factores que causaron esa desaparición, pero entre ellos cuenta mucho el abandono de las humanidades en los programas escolares. Dejaron de impartirse materias como Civismo y Ética por considerarlas inútiles para la vida en el mundo de nuestra época, en el que se da más importancia a la tecnología y la ciencia que a materias como la filosofía. Desde luego lo científico y lo tecnológico son imprescindibles. Sin ciencia y tecnología no hay progreso. Pero tales sabidurías nos dicen solamente el cómo; no nos dicen el para qué. Eso las deshumaniza, y en ocasiones las vuelve amenaza para el hombre en vez de contribuir a su beneficio. Las asignaturas humanísticas enseñan los valores de la verdad, la belleza, la justicia, el bien. Desaparecidas esas nociones de los programas escolares los resultados han sido funestos. Ojalá alguna vez vuelvan a cultivarse las humanidades en la escuela. Es necesario humanizarnos. El cuento que hace bajar el telón de esta columnejilla es de color subido. Las personas que no gusten de leer cuentos de color subido deben saltarse hasta donde dice "FIN". El autobús iba atestado, el viaje era muy largo y Clarabel estaba muy cansada, de modo que aceptó la invitación que le hizo un hombre joven para que se sentara en su regazo. Pasaron unos minutos y dijo Clarabel, nerviosa: "Perdone, joven: siento algo que me cala". "Disculpe usted-se azaró el muchacho-. Es mi pipa". Terció un señor de edad madura: "Venga a sentarse en mi regazo, señorita. Yo hace 20 años que ya no fumo"... FIN.

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