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Agnosticismo

ARNOLDO KRAUS

Bien vale la pena encontrar, o al menos buscar puntos intermedios. Bueno o malo, amigo o enemigo, negro o blanco exigen demasiado. La polarización divide. Los extremos confrontan. Vivimos tiempos complicados. Inclinarse hacia una u otra opción es, o al menos eso parece, exigencia in crescendo. Pro aborto, contra aborto; fascismo contra democracia, fanatismo contra tolerancia; a favor de la muerte digna, contra ella, etcétera. Las posturas intermedias son infrecuentes.

Política y religión representan la punta del iceberg. "O estás conmigo, o estás contra mí", es uno de los eslóganes preferidos de los políticos, sean de "izquierda" o de "derecha". Las peleas entre creyentes y ateos nacieron cuando los segundos se liberaron de las riendas impuestas por los religiosos. Fanatismos y populismos recorren el mundo y lo enferman.

La cuestión no es "ser o no ser" ni "o estás conmigo o no estás". Avanzado el siglo XXI, la Tierra sigue recogiendo cadáveres que no deberían serlo: los fanáticos religiosos asesinan herejes. A los seres humanos no les gustan los puntos intermedios. O todo o nada. O vivimos online, o habitamos offline. El agnosticismo puede ser buena deriva para quienes no reconocen la existencia de Dios ni se acomodan con el ateísmo.

Agnóstico significa el que no sabe y agnosticismo implica no saber o no pretender saber. El agnosticismo se ocupa, sobre todo, de la existencia o inexistencia de Dios. No saber les permite a los agnósticos colocarse en una posición intermedia, a diferencia de lo que sucede con los religiosos y los ateos. Los primeros siguen sin chistar preceptos divinos. Los ateos aseguran que Dios no existe. Quienes aceptan no saber, abren puertas. Esa posición es infrecuente. No es común escuchar que una persona "docta", i.e, médicos, políticos o rabinos, declare no saber; hacerlo supondría desconocimiento, falta de estudios, poca erudición.

Saber que no se sabe es una virtud; la incertidumbre y la ambigüedad invitan: la única forma de subsanar la ausencia de certezas o disminuir la falta de sabiduría es el estudio. Los agnósticos saben cuándo no saben. "Saber cuándo no se sabe" no es retórica ni pleonasmo ni descuido en el lenguaje, es, más bien, uno de los grandes clímax de la experiencia y de la humildad bien entendida. Grandes pensadores pertenecen al grupo de los agnósticos: Thomas Henry Huxley, creador del concepto, Charles Darwin, David Hume, Bertrand Russell y Denis Diderot son figuras destacadas. El común denominador de quienes encuentran en el agnosticismo una forma de vida radica en la aceptación de que hay un sinnúmero de situaciones inexplicables.

Para los agnósticos no es posible saber más de lo que desvela la ciencia. Su guía es el conocimiento científico. Modifican sus saberes conforme la ciencia crece y cambian sus posturas a partir de "datos "duros". Apostar por la ciencia impide aceptar o seguir dogmas religiosos para los cuales no hay explicación.

En su ensayo, ¿Qué es un agnóstico?, 1953, Bertrand Russell escribió: "Un agnóstico piensa que es imposible conocer la verdad en asuntos como Dios o la vida próxima en las que el cristianismo y otras religiones están preocupadas. O, si no imposible, al menos imposible en el presente… Pienso que si escuchara una voz del cielo que predijera todo lo que ocurrirá en las siguientes veinticuatro horas, incluidos eventos que habrían parecido altamente improbables, y si todos esos eventos luego sucedieran, estaría probablemente convencido al menos de la existencia de alguna inteligencia sobrehumana". Russell, y los nombres antes citados, basaba su trabajo en el estudio, en discusiones, investigaciones y conocimientos probados.

No saber puede ser una virtud. Investigar las razones por las cuales no se sabe es una virtud mayor. Ser agnóstico es un reto. Sobresalen dos caras; una amable: vindica la libertad, facilita el movimiento y permite expresar ideas propias sin presiones. La segunda, compleja: la mayoría de los agnósticos no pertenecen a agrupaciones, corrientes o escuelas. Poco importa no pertenecer. Importa mucho saber que no se sabe.

(Médico)

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