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Pequeñas Especies

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

LA PATERNIDAD

Qué difícil es ser padre, "unica profesión donde se recibe el título antes de cursar la carrera", y ese hijo que Dios nos envía sin conocerle, se convierte en el milagro más grande de nuestra vida y lo amamos más que a nosotros mismos. Pero tener hijos no nos convierte en padres, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve a uno pianista. Los hijos son amor, trabajo, dedicación, sacrificio, aprendizaje, tiempo, perdón, orgullo, ellos pueden abandonar la infancia, pero el padre jamás abandona la paternidad. Durante la infancia, vemos en nuestro padre a un superhéroe, nos resuelve los problemas, alivia nuestra alma, nos compra todo a su alcance, protege a la familia, nunca se enferma, jamás muestra dolor, debilidad y hasta llegamos a pensar que nunca nos faltará. Pero la vida es tan fugaz que en un abrir y cerrar de ojos la juventud del padre se diluye en el otoño. Sus movimientos se vuelven lentos, repite sus pláticas, se van quedando solos, pero continúan apoyando a los hijos más necesitados aún casados. Es entonces cuando nos damos cuenta que aquél superhéroe es también un ser humano, ya no es aquel hombre indestructible, se enferma, derrama lágrimas, tiene sentimientos, que nunca mencionó a sus hijos las limitaciones económicas, que trabajó toda su vida y aún con privaciones nos dio el mejor de los estudios, la mejor herencia que un padre puede legar. En ocasiones, lo valoramos cuando ya es demasiado tarde, nos damos cuenta del gran corazón que siempre tuvo hacia sus hijos, cuando ya no está con nosotros, pues el brillo de la madre fue tan grande, que nos llega cegar inconscientemente.

A través de los años, los padres llegamos a cometer tantos errores con nuestros hijos, pero a pesar de ello, algún día comprenderán que siempre los amamos más que a nuestra propia vida y tal vez nos lleguen a perdonar en algún momento de su existencia. Cuando negamos aquel permiso tan importante en su adolescencia, cuando los reprendíamos por sus calificaciones, cuando los castigamos por haber llegado tarde o llegamos a "utilizar el cinturón", nos partía el corazón verles sufrir, tal vez fuimos severos con ellos, pero pretendimos siempre encauzarlos por el camino del bien. No terminamos de aprender la paternidad hasta que Dios nuestro Señor se apiada de nosotros y nos otorga la recompensa más anhelada que un padre puede recibir, y es entonces cuando encontramos la paz y la felicidad a pesar de nuestra vejez, cuando llegamos a tener en nuestros brazos por primera vez: "A los hijos de nuestros hijos".

Dios bendiga siempre a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos. ¡FELIZ DÍA DEL PADRE!

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