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Ciudades que se suicidan

JULIO FAESLER

La contaminación atmosférica de la que no se está librando la capital de México es una funesta señal del lento avance hacia su autodestrucción. Estamos bien entrados a esta fase inicial. Dentro de una o dos décadas más celebraremos las exequias de una conglomeración urbana caída. El gobierno tiene la obligación y la irrenunciable responsabilidad de evitarlo. Esa responsabilidad se cumple controlando al detalle que haga falta toda expedición de permisos a los particulares y a las empresas para realizar determinadas actividades como la de construcción de edificios, su mantenimiento y las actividades nocivas a la Naturaleza.

Los pasos que a su vez corresponden a ciudadanía empiezan por instituir una alerta permanente que llegue a todos los que vivan en una comunidad para tenerlos informados de las condiciones ambientales prevalecientes y además sobre las opciones que existen para prevenir y regular toda actividad que pueda afectar la calidad del ambiente circundante.

La problemática ambiental consiste en conservar y mejorar todas las condiciones en las que la Madre Naturaleza nos ha entregado el aire y el clima. La autoridad civil no es delegable y el esfuerzo que la comunidad debe desplegar en su totalidad es crítica.

En la ciudad de México el tema se convierte en creciente preocupación de los habitantes que sienten los efectos de un ambiente que les provoca dañinas alteraciones físicas. Las autoridades deben contar con reglamentaciones estrictas para castigar a los infractores con penas de impresionante ejemplaridad que evidentemente no existen.

Los permisos de construcción para edificios de gran dimensión deben sujetarse a un severo cuestionamiento sin duda para constatar sus características técnicas pero más importante aun el impacto que significan en términos de consumo de agua y repercusiones en la circulación en los accesos viales que requieren.

Fuera de los efectos nocivos originados por las mismas concentraciones urbanas, está la contaminación atmosférica producida por las actividades industriales y mineras. Intentar reducirlas lleva a discusiones fuertes y a veces obstinados. En muchos casos se sostiene la necesidad que hay de emplear la abundante mano de obra disponible en zonas rurales que resulta del abandono de las zonas agrícolas.

La corrupción es la ancha avenida a las construcciones que no respetan reglamento alguno y al acaparamiento sin control de agua potable que la entidad CONAGUA no es respetada menos ahora que sufre recorte en presupuesto y personal experimentado.

La problemática de la escasez de agua es, con mucho, más intensa en México que la contaminación atmosférica que en alguna medida depende de elementos detectables y más controlables mediante reglamentos sobre emisiones industriales. El problema del abastecimiento de agua potable para uso doméstico o agrícola es extremadamente severo. Las informaciones de agencias internacionales son devastadoras en extremo. México está en la orilla de una crisis que amenaza estallar en la segunda mitad del Siglo actual.

La población que ha permanecido en las ciudades plantea el problema de los grupos desempleados, ambulantes, que se desdoblan en las calles, avenidas y parques sin orden alguno transformándose en albergue natural de delincuentes, nidos de individuos listos para oscuros contubernios tolerados por las policías.

Desde hace muchos años se ha señalado que los problemas de abasto de agua y de contaminaciones atmosféricas podrán mitigarse con un plan para desconcentrar la población nacional y distribuirla por toda la República en zonas de desarrollo. Las propuestas se han presentado sucesivamente y con la misma rapidez se han desatendido. La distribución de la población mexicana es urgente. La propuesta de crear polos de desarrollo por toda la República es muy vieja y el sexenio actual debe revivirla a nivel nacional.

Hay sin embargo, la posibilidad de que los planes de desconcentración urbana tan necesarios en algunos estados sean realizados a iniciativa de sus gobernadores. Aportarían así un fuerte apoyo a la tarea aliviar los problemas ecológicos de México.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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