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UNA VIDA PLENA

Una vida plenaUna vida plena

Los ciclos de la vida se cumplen: Nacer crecer, reproducirse y morir. La mayoría de los seres humanos vivimos estos ciclos en el anonimato. Mas pocos destacan y son considerados por la humanidad como hitos o modelos a seguir, o a rechazar según hayan sido los beneficios o maldades que nos hayan heredado. Hay otro grupo de personas cuya influencia es en su pequeño círculo familiar y social donde lo que siembran es el cariño y la entrega, el interés por los semejantes, siguiendo la máxima del tuve hambre y me alimentaste, tuve sed y me diste agua, estaba enfermo y me visitaste.

La herencia que me dejó mi madre, y mi padre, anteriormente, fue esta última. Preocuparte por el otro. La vida sólo tiene sentido cuando la dedicas al trabajo mediante el cual puedes realizarte. Hacer las cosas bien, saber escuchar, aconsejar, tender la mano, como forma de construir la armonía paradisiaca que es muy fácil de gozar si nos lo proponemos.

Ella fue la mujer fuerte de mi padre. Estuvo siempre a su lado y lo apoyó en todas las obras que se propuso. Sin mi madre, mi padre nunca hubiese hecho lo que hizo. Mi padre, el tiempo que utilizó para sus labores humanitarias, fue el de ella y así supieron estar juntos, comprendiéndose y entregándose a todo aquel que los buscaban.

Mi madre me enseñó a ser sencillo. Me sacaba de mis elucubraciones filosóficas para llevarme a la comprensión de la vida en fáciles palabras. Según su filosofía, no había que hacer las cosas difíciles, ni complicarnos la existencia, todo era tranquilo, sereno, con entrega, sin afán de presunción ni reconocimiento. Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.

Mi madre no tuvo escuela y sabía de todo. Supo ser dócil para aprender de la vida y de las múltiples lecciones que le daba mi padre. Fue la que guió su rebaño hacia la felicidad fundamentada en el trabajo y en el cumplimiento de las obligaciones. Supo mostrarnos que la fortaleza estaba en la unidad. Logró una familia unida, fuerte, comprensiva.

La actividad es la que la mantuvo joven hasta el último año. Se entregó al trabajo social como una forma de sentirse útil. No sintió que se le fueron acumulando los años, sólo hasta el último momento en que ya no pudo asistir al bazar ni ocuparse de la cocina. Para ella hacer cosas era vivir; mi hormiguita, que no se estaba en paz: sus plantas, el jardín, los remiendos de una casa que nunca dejó caer.

Todo aquel que la buscó la pudo encontrar. Su hogar siempre tuvo las puertas abiertas. Al pendiente de todos, buscaba a aquel con el que había perdido contacto, sobre todo si era de la familia, los primos, los sobrinos, los de España, los de México, Acapulco. Ninguno de sus hijos se puede quejar de falta de apoyo. Siempre fue la primera en estar en los momentos más difíciles y dolorosos.

Rezaba y lloraba en silencio. Fue discreta. Nunca hizo alarde de nada, fue sencilla. Supo plantar la semilla de la amistad, de la comprensión, del verdadero amor.

Sus manos fueron muy hábiles. Lo que más amé fueron los suéteres que me tejía. Se metió a clases de repujado. Le gustaba plantar macetas y arreglar su jardín. Aceptó sacrificar su hortaliza para que sus hijos tuvieran perro. La cocina fue su pasión, siempre preocupada por alimentarnos bien, supo desarrollarnos el gusto. Le gustaban los dulces.

Mi madre supo vivir la vida, viajar con mi padre, experimentar situaciones como subirse a un paracaídas en Acapulco o montar un camello en Egipto. Subir las pirámides Mayas en tres patadas, conocer, disfrutar, reír, bailar.

Llorarla, ¿por qué la voy a llorar? Si ella misma no lloraba. A lo mejor, cuando el tiempo pase y la extrañe. Ahora sé que ya se volvió a encontrar con mi padre y él era su gran felicidad. Ahora sé que ya cumplió su ciclo vital y nos dio un maravilloso ejemplo de cual es la forma correcta de vivir.

Llora a los muertos cuando su vida fue inútil, pero no cuando su vida fue plenísima como la de ella. Llora cuando mueren solos, no cuando lo hacen rodeados de una familia tan extensa como la nuestra, tan llena de amigos. Llora cuando no existen las obras, las semillas plantadas en los surcos de quienes te rodean, pero no cuando las obras son innegables y los bosques, frondosos.

Te puedes ir en paz, madre. Nos has enseñado a vivir. Dale un tierno beso a nuestro padre. Te has quedado en nuestro corazón.

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