EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

El uso de la fuerza pública

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Somos los forzados herederos de una cultura acostumbrada a encasillarlo todo y a hablar en términos de lo absoluto. Nos movemos de un extremo al otro sin notar que la mayoría de las ocasiones lo mejor está en los puntos medios o en conceder parte de la razón a los demás. Se satanizan o deifican situaciones, hechos y personajes sin considerar que lo bueno y lo malo, en su pureza, sólo existe en los textos sagrados. En ese pecado, llevamos nuestra penitencia.

Hay ciertas formas que en el presente hemos etiquetamos de "violentas" y, al hacerlo, nos negamos culturalmente la posibilidad de utilizarlas, incluso, en casos en los que pueden ser necesarios por las consecuencias que traen consigo. Nos negamos a entender que, en ocasiones -si se quiere, en muy raras ocasiones- un grito o un manotazo le pueden salvar a alguien la vida.

Agradezco enormemente al médico que en el momento de mi nacimiento me "violentó" con una nalgada, porque gracias a él comencé a respirar. Pero, también al grito de mi madre que impidió que me atravesara esa calle en la que iba a ser atropellado. Y a los muchos entrenadores de vida que normaron mi carácter y mi disciplina laboral.

Hoy todo está prohibido -aunque muchos lo hagan a escondidas- porque es más fácil eso que tener que juzgar cada caso para ver si hubo o no exceso de violencia. En lugar de que propiciemos la reflexión para que cada uno aprenda a valorar hasta dónde realmente era necesaria la nalgada y si ésta pudiera haber sido sustituida por otras formas menos agresivas; lo que se ha hecho es condenar a priori cualquier intento por refrenar los impulsos.

Usamos la etiqueta "represión" para satanizar todo uso de la fuerza. Como si "reprimir" fuera necesariamente para mal. Como si la "libertad" de hacer y deshacer al antojo de cada individuo respetara nuestra condición de semidioses. Y estamos cometiendo un error muy grave. Porque, en verdad, a veces el que toma un arma para matar a maestros y compañeros en su escuela necesita ser "reprimido"; como también lo necesita el violador o el secuestrador.

Estamos capturados en la trampa que nosotros mismos construimos. Pero ¿cuántas vidas habríamos salvado si entendiéramos que un poco de "represión" nos viene bien? Me parece que es tiempo de incomodarnos un poco y de pensar mejor las cosas. Es hora de decir no a la violencia, salvo en pequeñas dosis, cuando el mal que se va a evitar es infinitamente menor al daño que se puede ocasionar con el uso de la fuerza pública.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Con sinsentido

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1540636

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx