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Andrés Manuel, el gran comunicador

SIN LUGAR A DUDAS

PATRICIO DE LA FUENTE
Uno de los mayores placeres de una persona inteligente es aparentar ser un idiota, delante de un idiota que aparenta ser inteligente”

— Anónimo

Como dijo María Félix en una entrevista con Elena Pontiatowska: “mantenerme en primera fila sin que nadie venga a moverme”. Y bueno, no hay quien pueda discutir que Andrés Manuel López Obrador lleva más de dos décadas en la primera fila de la política nacional y nadie, pese a múltiples intentos, ha podido alejarlo del sitio preponderante que ocupa.

Su permanencia está ligada a múltiples factores como el grado de constancia y terquedad que observa, pero también de una asombrosa capacidad de marcar agenda y comunicar a la opinión pública sólo lo que para él es importante.

Mucho del éxito de López Obrador recae en el talento de abrazar causas y elegir enemigos en común que deben, a toda costa, ser combatidos. No señalo de forma peyorativa ni afirmo ello sea bueno o malo, simplemente pongo el acento en su habilidad para encontrar culpables e incendiarlos en la hoguera de la ignominia.

En ello estriba la popularidad no sólo de López Obrador, sino de nuestros políticos y su permanencia en las esferas de poder: en convocar a los ciudadanos a sumarse a determinadas causas y emprender batallas épicas.

Fidel Castro hizo de su lucha contra “el imperio yanqui” un asunto de interés nacional y fue tan exitoso que a la fecha otros mandatarios como Chávez o Maduro replican el mismo modus operandi. Ronald Reagan basó la agenda internacional de principios de los ochenta en terminar con la Guerra Fría y ponerle al enemigo nombre y apellido: el Muro de Berlín. A la par, invitó al concierto de naciones a sumarse a la lucha contra el comunismo.

Trágica y circunstancialmente y quizá de forma algo accidentada, pero la reelección de George W. Bush fue posible gracias a repetir hasta el cansancio el mismo mensaje, la lucha contra el terrorismo, y en visibilizar a Osama Bin Laden como el enemigo no sólo de Estados Unidos, sino del orbe en su conjunto.

Felipe Calderón, si bien terminó incendiando al país, todo habría de achacárselo a los cárteles del hampa y mantuvo, por seis largos años, la misma narrativa. Para Enrique Peña Nieto el enemigo a vencer fue la obsolescencia y el pasado “que no permitía crecer a México”, por ende su discurso se basó en vender las reformas estructurales como la única vía posible hacia el desarrollo.

Andrés Manuel elige sus propias batallas, pero al invitar a sus seguidores a luchar en contra de un dogma en particular, hace que dicho dogma se torne en una gesta colectiva, irrenunciable y permanente. A menudo, los enemigos del Andrés Manuel han tenido nombre y apellido (Salinas, Diego Fernández de Cevallos, Emilio Azcárraga, Vicente Fox y Felipe Calderón), pero otras veces se trata de conceptos abstractos e intangibles con los que es imposible no estar de acuerdo en combatir (corrupción, impunidad, pobreza y otros tantos).

Pero con la salvedad de que hoy Andrés Manuel López Obrador ya no es opositor sino Presidente de la República. Por ende, mucho del discurso que versaba en visibilizar enemigos a diestra y siniestra se ha agotado. Eso lo comprende el propio mandatario.

Culpar a Televisa y a una “mafia de poder” perdonada y redimida por el mismo Andrés Manuel no es el camino. Ya no sirve, por ello se precisa señalar nuevas amenazas para La República y convocar a la nación a combatirlas.

El enemigo intangible de Carlos Salinas fue “El Chupacabras”. Nadie lo vio pero de toda suerte había que acabar con sus fechorías. Hoy, el enemigo de Andrés Manuel se llama “El Huachicol” y nos ha convocado a todos a acompañarlo en su gesta por erradicarlo. ¿Quién en su sano juicio se rehusaría a dejar solo al Presidente en una empresa de tal envergadura?

Y sí, “El Huachicol” también es intangible porque la gran mayoría de nosotros no conocemos a tal o cual huachicolero. Sabemos que, al igual que la “Mafia de Poder”, se trata de un grupo muy complejo y diversificado, que se encuentra enquistado en las más altas esferas del poder, que de toda suerte corroe la vida nacional y que hay que erradicar a toda costa.

Ahí el éxito de López Obrador como el gran comunicador que dicta la agenda mediática y siempre nos pone a hablar de él o de las causas que le son importantes coincidamos o no en ellas. Ayer fue la “Mafia de Poder”, hoy es el huachicol y mañana será otra cosa pero el caso es que ahí radica el poder del Presidente: en que sigamos hablando de lo que él quiere; igual que María Félix: “mantenerme en primera fila sin que nadie venga a moverme”…

Twitter: @patoloquasto

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Escrito en: sin lugar a dudas

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