Columnas Social

Ensayo sobre la cultura

Tiempos actuales

José Luis Herrera Arce

¿Qué será lo peor que estemos viviendo en la actualidad? ¿Inseguridad? ¿Decepción? ¿Corrupción? ¿Vacío? ¿Pérdida de valores?

Según Gilles Lipovetsky, vivimos la era del vacío. A ella hemos llegado cuando nos olvidamos de la sociedad para partir únicamente del individualismo. Tratamos de acomodar la vida a nuestro modo no importando a quien afecte.

Nos creemos con derecho a todo sin tener que pagar nada por lo que obtenemos. Ni siquiera hacer esfuerzos nos parece necesario. La inmadurez nos gobierna, somos los niños que lloran para recibir el alimento. La imposición del más fuerte es el egoísmo fundamental del niño que golpea a otro para quitarle su juguete.

La educación se equivocó. Los psicólogos han ido eliminando todo tipo de castigos durante el proceso y dejaron desarmado al educador para exigir determinados comportamientos. Las escuelas se han ido convirtiendo en clubes sociales donde el miedo de perder la clientela ha ido relajando la disciplina de los alumnos, quienes intentan tener una calificación sin tener los conocimientos que la avalen. Muchas veces, el alumno hasta llega a perderle el respeto al profesor; será porque en su casa tampoco respeta a sus padres. No hay interés por el estudio. Se sigue un proceso para obtener un título de profesionista fracasado que seguirá siendo en la vida un constante problema puesto que nunca dejará de ser dependiente; entonces, se vuelven apetecibles las formas ilegales de subsistir, como la corrupción o el crimen. Debido a que la razón del ser la centramos en el tener, nunca será suficiente lo que se tenga y siempre se deseará más sin importar los medios.

Por otro lado, lo justo no se define debidamente. Se piensa que lo justo es el derecho de todos a tener lo mismo. No hay una relación entre los factores que te hacen tener y lo que obtienes. Si todos los días nos pusiéramos al mismo nivel económico, al final del día ya se hubiesen establecido las diferencias.

Perdimos de vista la responsabilidad, puesto que eso es tener en cuenta a los otros. Queremos llegar al estado adulto irresponsablemente. Para sentirse en esa etapa, se hacen cosas sin aceptar las consecuencias o las responsabilidades que pueden acarrear. Fumar, el sexo, tomar, no te hacen un adulto si no enfrentas lo que puede provocar ese acto. El aborto es una manera de no admitirlo, o que el hombre se niegue a asumir una paternidad de la que fue responsable en una noche de placer. La ley se acopla a ese tipo de situaciones haciéndose laxa. Aquí trasciende el problema religioso, es una cuestión social.

Para que existan las sociedades tiene que haber leyes que regulen el comportamiento entre los hombres. Estas leyes existen a todos los niveles: ético, moral, estético, social. La norma comunica lo que yo hago con lo que otro hace, respetando el derecho que tiene todo el mundo. Cuando se infringe la norma, viene el problema social.

Si un político se corrompe, si la iglesia se corrompe, si los sistemas se corrompen, se pierde la fe en ellos porque ya no hay ninguna seguridad que norme la relación. Se recurre a la animalidad, la ley del más fuerte, en donde al final, lo que queda es una fila de cadáveres, donde el que triunfa ni siquiera podrá disfrutar de sus logros porque siempre recelará del otro quien se lo puede arrebatar como él lo arrebató. En el crimen se vive para la muerte. Te escondes de los demás. No te presentas abiertamente tal cual eres.

La responsabilidad y la disciplina emanan de la ley que no puede desaparecer porque entonces significaría el suicidio social. Tampoco lo social se puede supeditar a lo individual, se convertiría en una dictadura y ya no queremos ser esclavos de un dictador. Lo único que puede remediar los problemas son los análisis críticos de las estructuras, replantear los fundamentos del hombre y de la sociedad.

Por lo pronto, hay que aceptar de que nos hemos convertido en una sociedad vacía sin valores. No tenemos valores porque tampoco contamos con un rumbo. Perdimos la fe en todo. No existen las utopías. Llegamos a la nada.

¿Será cierto?

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