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El drama huachicol

JULIO FAESLER

La recepción que el destino le ha prodigado al Presidente López Obrador ha sido ingrata. Una serie de circunstancias entre las cuales quedó la muerte de la gobernadora de Puebla y la de su marido el senador panista, la problemática de las caravanas de migrantes centroamericanos, las vitriólicas invectivas de Donaldo Trump contra México, el enredo financiero que no termina por la por decisión personal del presidente de cancelar el aeropuerto y, ahora, para colmo, el tremebundo escándalo huachicolero que se vive en todo el país, han puesto a prueba la capacidad de la presidencia, y más que nada, la de sus segundas manos, para capotear estos crueles retos. La cuesta de aprendizaje está resultando más empinada que cualquiera de enero.

A los hechos concretos se añaden el torbellino de rumores que los acompañan, tan destructivos o más que los hechos mismos. La sistemática ordeña de combustibles hecha a ciencia y consciencia de autoridades de todo nivel, todos los comentarios se centran en cuestionar el cierre de los ductos de la extensa red de distribución de PEMEX para evitar que siguiera el huachicoleo. A las funestas consecuencias se añade la cruel ironía de comparar la estrategia con la de cerrar cantinas para que no haya borrachos. Otras similitudes jocosas no se han hecho esperar.

El ridículo en que ha quedado el gobierno es mayúsculo. Las más recientes explicaciones del Presidente de la República hacen más seria la coyuntura: el que ahora se revele un sabotaje que acabó por agravar la inmensa pérdida de petróleo y de gasolinas, la mayor parte de las cuales sabemos son de importación y la evidente consecuencia de depender más que nunca de las fuerzas armadas para vigilar metro por metro la inmensa red de más de 1600 kilómetros de tubería de distribución con lo que se subraya la honda dependencia que tenemos de las fuerzas armadas para dar seguridad al país.

Las implicaciones de estos acontecimientos son anchas. Afectan gravemente el prestigio y confianza que merece el recién estrenado aparato gubernamental y muy directamente a las secretarias de energía, gobernación y de seguridad, además, naturalmente a PEMEX. La confianza que se requiere de los gobernadores de los estados más afectados queda debilitada suscita la necesidad de tomar sus propias medidas de protección de los intereses de los consumidores y de los sectores productores.

Nunca se había descarnado como ahora el sistema de distribución de productos petroleros y la absoluta necesidad de blindarlo de un elemento que nunca debería incluirse en un plan de gobierno: el ataque de la delincuencia organizada.

El régimen de López Obrador, como el de Felipe Calderón en su momento, se ha enfrentado con décadas de descuidos culpables de los regímenes del PRI, ambos tozudos y directos en sus visiones del país, han atacado frontalmente su enemigo que es la amafiada corrupción nacional. es en este sentido que ambos presidentes se asemejan.

Hay, empero, una gran diferencia. En tanto que a Felipe Calderón el ataque a las mafias habría de ser frontal a éstas, López Obrador optó, mal aconsejado, por irse el componente físico no por la captura de los autores. En ambos casos la acción militar ha sido necesaria. Cerrar las redes financieras de las mafia fue una estrategia oblícua y de daños selectivos y calculados, Cerrar los ductos, como ahora se hizo, fue una acción indiscriminada que está originando una incontrolable cauda de perjuicios que sufren amplias capas de la población y numerosos sectores económicos, pero no los culpables.

Da pena. La intención del Presidente es válida. Pide la ayuda de la población para salir de un callejón en el que él, por instinto, solo se metió. Sus decisiones son como las que toma su colega del salón ovalado en Washington, de desastrosa eficacia. Ambos se encierran en sus propias visiones de la realidad.

Las realidades son, hoy lo sabemos, deleznables: hay noticias de que el desabasto no sólo se debe a caídas en la producción de PEMEX. López Doriga afirma que hay varios buques tanques surtos en puerto esperando descargar gasolinas y no lo han hecho por culpa de PEMEX que no ha importado combustible en todo el mes de diciembre. Mientras se aclaren las cosas, seguirán los daños.

Hay un sincero deseo nacional porque la presidencia de López Obrador sea exitosa. No sólo es indispensable….urge.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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