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Verdad y pertinencia

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Nos encontramos en un punto de la historia en el que asumimos que nuestra incapacidad humana para capturar la verdad es prueba contundente de la inexistencia de lo verdadero. A los miembros de la cultura occidental del presente -y de aquellas culturas que han pasado procesos de occidentalización como las nuestras- parece que nos resulta intolerable la idea de la finitud de nuestras capacidades y, por eso, preferimos la opción fácil: negar la existencia de aquello que no está a nuestro alcance.

Pero incluso si la verdad fuese inexistente no deberíamos simplemente conformarnos con, entonces, abandonar toda lucha por conseguir realidades que, aunque fueran temporales y vulnerables -tal como somos nosotros mismos- resultan necesarias para la convivencia humana porque, aunque lo hayamos olvidado, la posibilidad de actuar bien está directamente asociada con el conocimiento que se tenga sobre la realidad: entre mayor sea nuestra ignorancia más grande es la posibilidad de que nuestros actos estén equivocados.

En la actualidad nos encanta presumir sobre la cantidad de información a la que tenemos acceso; pero estamos desprovistos de las herramientas que nos permitan definir su veracidad. Hay quienes, de manera metafórica, llaman "infoesfera" al ambiente en el que estamos inmersos los humanos del presente. Sin embargo, de la misma manera que la atmósfera puede estar contaminada, poniendo en peligro nuestra salud; así también la "infoesfera" puede contener elementos nocivos que dañen nuestra integridad y puede ser, además, que tales partículas informativas contaminantes nos resulten imperceptibles.

Hay una elevada posibilidad de que, en algún momento, hayamos compartido información falsa sin percatarnos del hecho. Es también muy probable que hayamos tomado decisiones a partir de datos equivocados, también sin saberlo. Pero esas posibilidades y probabilidades se incrementan cada vez que renunciamos a buscar la verdad bajo la convicción de que ésta no existe. Equivale a aceptar que de todas maneras vamos a respirar aire contaminado y que no nos importa que así sea.

Sí, la verdad nos es inaccesible. Sin embargo, si como sociedad todavía aspiramos a que nuestros actos sean benéficos necesitamos no renunciar a tratar de comprender las circunstancias en las que estamos siendo, para aspirar a, por lo menos, mostrar algo de pertinencia y congruencia en nuestros actos. Eso, a nuestro mundo, no le caería nada mal.

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