Mejor de los tiempos

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos." Así empezaba Charles Dickens su Historia de dos ciudades sobre los aciagos días de la Revolución Francesa. Era "la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación." Los tiempos actuales parecen marcados por la misma incertidumbre.

De muchas maneras vivimos en el mejor de los tiempos. A todo lo largo de la historia de la humanidad, que ha durado unos 260 mil años si consideramos el inicio en los restos de Florisbad, Sudáfrica, la abrumadora mayoría de la población ha vivido en extrema pobreza. La muerte por hambre era habitual. Thomas Hobbes advirtió que, fuera de la sociedad, "la vida era solitaria, pobre, dura, brutal y corta".

Todavía en 1820 el 94 por ciento de la población del mundo vivía en pobreza y el 84 por ciento en pobreza extrema, sin un ingreso capaz de alimentar a una familia (Bourguignon y Morrison, 2002; ourworldindata.org). El liberalismo económico cambió de manera dramática esta situación. Cuando el Banco Mundial empezó a calcular la pobreza extrema en el mundo en 1980, ya solo 44 por ciento de la población del mundo vivía en esta condición. Para 2015 el índice había bajado a 9.6 por ciento. Hoy se calcula que poco más de 592 millones de personas viven en extrema pobreza, el 7.8 por ciento de la población mundial de 7,567 millones. Cada 0.8 segundos escapa una persona de la pobreza extrema (worldpoverty.io).

¿Son muchos todavía los pobres? Sin duda. Los pesimistas pueden argumentar que vivimos en el peor de los tiempos, con 592 millones de seres humanos que sufren todavía esa vida pobre, dura, brutal y corta que lamentaba Hobbes. Pero lo sorprendente es la rapidez con que ha bajado la pobreza extrema en apenas 200 años de capitalismo y de comercio. El país más poblado del mundo, China, ha conseguido los mayores avances. En 1981, tras el gobierno de Mao Zedong, el 88 por ciento de la población de China vivía en extrema pobreza. "Para 2013 la cifra había caído, increíblemente, a 2 por ciento" (singularityhub.com).

La memoria del ser humano, sin embargo, es demasiado corta. Hoy los revolucionarios y los visionarios hacen todo lo posible por eliminar las libertades económicas que han construido esta prosperidad histórica. La tendencia es mundial. Donald Trump es el símbolo más notable, aunque los equilibrios democráticos de su país le han impedido imponer completamente su ideología proteccionista y xenófoba. Pero en el Reino Unido el triunfo del Brexit es sintomático, como lo es la victoria electoral de Cinco Estrellas y la Liga en Italia, el movimiento de los chalecos amarillos en Francia, el fortalecimiento de partidos nacionalistas como Alternativa por Alemania, el fundamentalismo islámico y los triunfos electorales de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Andrés Manuel López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil.

Este inicio del siglo XXI recuerda las décadas de 1920 y 1930 en que líderes autoritarios en países como la Unión Soviética, Italia y Alemania despotricaban contra las libertades económicas y buscaban construir regímenes utópicos y milenaristas. Hoy como entonces, y como en la Francia y la Inglaterra de fines del XVIII que Dickens describió, se vive el mejor de los tiempos, pero también el peor de los tiempos.

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