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La constitución de la moral pública

Asuntos corporativos

EDGAR SALINAS

Emitir alguna opinión en Tuiter o en Facebook parece hoy un deporte extremo. Más se puede tardar alguien en escribir sus limitados caracteres que en recibir improperios del más amplio espectro de agresividad. Pandillas digitales están dispuestas a hacer pedazos a quien piense diferente. Paradójicamente, la gran ventana abierta con las redes sociales para conocer lo diferente o lo diverso se ha convertido en un eficaz modo de censurar lo que no es igual a la manada agresiva.

Es increíble, pero decir que uno considera a Messi el mejor futbolista de la historia (por lo demás, cierto) puede tener como respuesta desde una foto de Cristiano mostrando sus pectorales y su última Champions, hasta preguntas del tipo ¿cuántos años tenías cuando Pelé alzó la copa Jules Rimet en el Azteca?

Si esto pasa con "lo más importante de lo menos importante", sabemos bien lo que sucede en otras arenas que tienen un impacto real en el bolsillo de las personas, su salud o su seguridad, es decir, en la política.

Qué es lo correcto y lo incorrecto para un país tiene múltiples respuestas. ¿Qué obras de infraestructura deben priorizarse? ¿Cuál es la mejor manera de garantizar servicios de calidad a la población? ¿Cómo fondear un sistema de salud digno para todas las personas? ¿Cómo impulsar mejores condiciones para la pequeña y mediana empresa? ¿Qué tipo de subsidios deben proveerse a las comunidades rurales? ¿Qué tan abiertas deben estar las fronteras al comercio libre? ¿Qué estrategia de seguridad es la mejor para garantizar la integridad de las personas y el respeto a los derechos humanos? ¿Cómo garantizar un sistema educativo de calidad? Más allá de las alternativas que la técnica ofrezca, están las de la ciudadanía que, al no ser experta en todo, posee respuestas mediadas por creencias, aspiraciones, valores, es decir, por un tipo de moral política.

En 1996 George Lakoff publicó la primera edición de su extenso libro "Cómo piensan liberales y conservadores". Hace apenas dos años vio la luz una tercera edición engrosada con notas y nuevos comentarios dada la evolución que ha tenido el encono entre progresistas (liberales) y conservadores producto de sus diferentes puntos de vista y opiniones respecto a la política, economía y los temas que configuran el día a día de las personas, comunidades y países. En su libro, Lakoff analiza los dos grandes "morales políticas" que configuran el espectro de opiniones que se vierten ante preguntas como las señaladas en el párrafo anterior: la progresista y la conservadora.

Las opiniones políticas suelen encontrar su lugar ideológico dado que de manera general las preguntas terminan en un simplificado a favor o en contra de algo. Y de acuerdo con Lakoff, quien plantea una política pública, y tiene el poder para sacarla adelante, no considera de inicio que su propuesta sea incorrecta o moralmente irrelevante, por el contrario, la plantea como la gran solución esperada y moralmente irrebatible. Pero hay gente con una opinión, o más aún, una razón, contraria o si se prefiere matizada, pero al fin distinta.

Se podría pensar que, ante la diferencia de opiniones, los "hechos" ayudarían a dejar las cosas en claro y con un rumbo más "racional". Pero cuando los hechos o las razones no se ajustan a las propias ideas o a la moral con la que cada persona se identifica pueden ocurrir cuatro cosas según Lakoff: cambiar el propio punto de vista; ignorar los hechos; rechazarlos y ridiculizarlos; o si se perciben como amenaza, entonces atacarlos.

Esto que fue escrito hace más de veinte años y previo a las redes sociales que ahora constituyen la plataforma principal de intercambio de opiniones y ataques plantea una lógica que por lo menos ayuda a ubicar algunas de las reacciones tan comunes hoy tanto en el ámbito de la discusión política como en la dimensión digital.

No debería causar sorpresa la variedad de opiniones, la diferencia en los puntos de vista, pues al final múltiples experiencias, emociones, contextos, etc., intervienen en la conformación de la propia opinión hasta casi hacerla inconsciente en su lógica. En este sentido, lo que en redes sociales vemos no es sino la escala digital de reacciones que los seres humanos hemos tenido frente a lo que no es como uno opina o desea.

La pregunta y el gran reto que tenemos para 2019 es cómo generar puentes de comunicación que superen reacciones tan virulentas que van atrofiando las capacidades personales y colectivas de diálogo productivo. Sostener contra los hechos y las razones que la propia moral política es la única y ella la superior de una comunidad es terrible noticia para el florecimiento colectivo.

Twitter: @letrasalaire

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