El principal compromiso realizado por Andrés Manuel López Obrador en su primera visita como presidente a La Laguna es, sin duda, el de ofrecer a la región un trato especial acorde a sus peculiares características geográficas, económicas y políticas, y su historia común. En este sentido, ofreció atender a la comarca como una unidad, es decir, como si se tratara de una entidad, a pesar de estar dividida por otras dos, Coahuila y Durango. Aunque por el momento el anuncio se encuentra sólo en el terreno de la retórica, no deja de ser importante ya que se trata de un sentido reclamo de una parte de la sociedad civil y la iniciativa privada.
Durante décadas, La Laguna ha sufrido la falta de una adecuada atención por parte de los gobiernos federales y estatales, y la ausencia de una coordinación eficiente entre estos últimos, así como entre los ayuntamientos. Los resultados de estas fallas están a la vista de todos: mala o nula planeación metropolitana y/o regional, deterioro ambiental, rezago en infraestructura, normas desiguales, estrategias diferenciadas de promoción económica y un largo etcétera. Las agendas electorales de una región que prácticamente cada año enfrenta comicios, ha sido un fuerte obstáculo para alcanzar acuerdos, con todo y que se han contado con partidas presupuestales importantes como el fondo metropolitano.
Uno de los símbolos del fracaso de la coordinación entre estados y del modelo de gestión metropolitana es el llamado Metrobús. Mientras en La Laguna de Coahuila las obras avanzan -no sin problemas y retrasos- desde hace meses, del lado de Durango ni siquiera se ha lanzado la licitación para la ruta troncal y el trazado de rutas alimentadoras. El mejor de los escenarios por el momento es que el sistema de transporte comience a funcionar el año que entra sólo en una parte. Este caso, como otros, obligan a repensar el modelo de gestión y el papel que debe jugar el gobierno federal en una zona del país en donde se requiere una directriz que supere las visiones y capacidades limitadas de los gobiernos subnacionales y locales.
Los buenos resultados obtenidos en materia de seguridad a raíz de la creación del Mando Especial de La Laguna evidencian que cuando el gobierno federal asume la responsabilidad y obliga a los otros dos niveles de gobierno a marchar al mismo paso, los problemas pueden enfrentarse con mayor posibilidad de éxito. El propio López Obrador reconoció los beneficios del Mando Especial e incluso anunció que como ha funcionado, no sólo se mantendrá en la región -otro reclamo del empresariado local- sino que además se replicará en todo el país.
El hecho de que en el discurso del presidente estuvieran presentes los gobernadores de Coahuila y Durango y el alcalde de Torreón, todos emanados de distintos partidos al del presidente, sin duda es esperanzador. No obstante, faltaron las alcaldesas de Gómez Palacio y Lerdo y el alcalde de Matamoros, municipios que también son parte importante de esta región. Y más allá de esto y de lo positivo del anuncio, falta todavía saber a ciencia cierta cómo se materializará ese trato especial prometido, ya que el simple compromiso es apenas un primer paso y resulta insuficiente.
Es aquí donde la sociedad civil y la iniciativa privada de la región deben jugar un papel importante. La estricta vigilancia en el cumplimiento de los compromisos hechos por el presidente, como el del trato especial a la región, el traslado de Nacional Financiera a Torreón, el despliegue de programas de apoyo a jóvenes, adultos mayores, productores agropecuarios y emprendedores, la creación de una nueva universidad, la solución al problema del agua y la terminación del Metrobús, puede ser la diferencia a la hora del balance. Pero también deben incorporarse otros proyectos y programas ya que La Laguna requiere de un esfuerzo extraordinario para superar el rezago de décadas y adentrarse hacia el futuro con un semblante más optimista. Esto apenas comienza.
