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Basura espacial

Arqueología en órbita

Los objetos dejados por la humanidad en diversos cuerpos celestes serán útiles para descifrar nuestra expansión por el espacio

(EL UNIVERSAL)

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AGENCIAS

Mucho antes de que el turismo se afianzara en el Siglo XX como una industria del ocio tanto millonaria como destructiva -según a quién se le pregunte-, aquéllos deseosos por salir de su zona de confort y de conocer el mundo más allá de sus narices, pueblos, ciudades o países, tenían algunas opciones.

Una de ellas era enlistarse en una peregrinación religiosa a Tierra Santa, el Camino de Santiago o a La Meca. Si disponían de los medios necesarios, otra posibilidad era hacer lo que en el siglo XVI se conoció como el Grand Tour: una costumbre muy extendida entre los jóvenes aristócratas ingleses que finalizaban sus estudios. Consistía en completar su formación con un viaje de unos cinco años por Italia, Francia y Grecia. Gracias a la importancia de esta práctica surgió la palabra turismo.

Los privilegiados viajeros exploraban en particular las ruinas de antiguas civilizaciones. Entre las vistas más preciadas figuraban el Coliseo, el Panteón o los foros de la antigua Roma, las excavaciones en sitios como Pompeya, Herculano y Tivoli o la cuna del Renacimiento, Florencia, donde los jóvenes podían entrar en contacto directo con el legado material de los imperios y aprender más sobre su auge y colapso.

Los viajeros (e investigadores) del Siglo XXII tendrán la misma oportunidad, pero ya no en la Tierra -donde quizás para entonces ya no existan tales ruinas- sino en el espacio: en la órbita terrestre, en la superficie de lunas del Sistema Solar, en planetas, asteroides y en cometas donde desde 1957 se empezaron a acumular las huellas y vestigios de la exploración humana del cosmos.

PATRIMONIO EXTRATERRESTRE

Neil Armstrong dejó en la superficie lunar mucho más que sólo las huellas de sus botas. Entre julio de 1969 y diciembre de 1972 -lapso en el que se pensaba que estaba a punto de comenzar la era espacial-, los astronautas estadounidenses caminaron y saltaron para las cámaras, excavaron rocas, condujeron vehículos, jugaron al golf y en especial dejaron atrás residuos, todo lo que realmente no necesitaban para el viaje de regreso a la Tierra. Por ejemplo, decenas de bolsas de orina y materia fecal se sumaron a las más de 187 toneladas de desechos dejados por misiones no tripuladas tanto de Estados Unidos como Rusia, Japón, India, Europa y China.

Cada nave y robot enviado a la Luna sigue ahí como un mensaje para la eternidad. En el Mar de la Tranquilidad aún permanece la sección de descenso del módulo lunar Águila. Una placa dice: "Aquí los hombres del planeta Tierra pusieron el primer pie en la Luna. Julio de 1969, d.C. Llegamos en paz para toda la humanidad".

Pero la basura de una persona es un tesoro para otras. En este caso, para un nuevo tipo de científicos: los exoarqueólogos, que son los investigadores que en un futuro no muy lejano se valdrán de estos restos en entornos extraterrestres para descifrar nuestra actual época de expansión por las estrellas.

Los futuros visitantes de la Luna, Marte, Mercurio, Venus y de los diferentes cometas y asteroides podrán apreciar estos sitios y los olvidados equipos de la NASA, la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Rusa y otros países, como hoy se puede apreciar el Partenón en Atenas, el Coliseo en Roma o las ruinas de Machu Picchu en Perú. Es decir, como antiguos restos de civilizaciones antiguas.

De ahí, que ya hay quienes exigen que estos sitios sean catalogados como Patrimonio de la Humanidad. Por ejemplo, existe el Lunar Legacy Project, una iniciativa de la Universidad Estatal de Nuevo México en Estados Unidos para preservar la información arqueológica y el registro histórico en especial de la misión Apolo 11 en la Base Tranquilidad.

Ya llevan hecho un inventario de cada objeto ahí dejado, como las bolsas de comida vacías o las botas de Armstrong y Buzz Aldrin. Lo que en especial les preocupa es que próximas misiones privadas puedan llegar a dañar o contaminar involuntariamente los artefactos, algo que, de ocurrir, considerarían una tragedia como si a alguien hoy se le ocurriera embestir con un automóvil el templo de Kukulkán en Chichén Itzá.

NAUFRAGIOS EN EL ESPACIO

Marte es actualmente el único planeta conocido completamente habitado y gobernado por robots: allí están los rovers Spirit, Opportunity, Curiosity y el recién llegado Mars InSight, que se suman a los restos de las sondas soviéticas Mars (como la Mars 3, el primer objeto humano en la historia que aterrizó en el planeta rojo), las Vikings, y otros rastros de misiones estrelladas.

En el cometa 67P descansa el módulo de aterrizaje europeo Philae y en Titán, luna de Saturno, desde 2005 está la sonda Huygens. Lo mismo sucede en Mercurio, Venus, los asteroides Eros, Itokawa y Ryugu y el cometa 90/Tempel: en cada uno de estos cuerpos celestes quedan marcas de la presencia humana. El creciente interés por estos restos ha abierto una cuestión: ¿A quién le pertenecen? Existe un vacío legal. Así nació lo que se conoce como derecho espacial. El corazón de esta nueva rama es el Tratado sobre el espacio ultraterrestre que entró en vigor en 1967, si bien no todos los países lo han ratificado.

En 1963, la ONU había declarado que el espacio y los cuerpos celestes quedaban abiertos para su exploración, pero no debían ser objeto de apropiación por ningún Estado. Así, la bandera de EU fue plantada varias veces en la Luna, pero sólo como gesto simbólico, no de soberanía.

El articulo VI del Tratado de 1967 dice que la propiedad sobre los objetos no se cede ni pierde por el pequeño gran detalle de haberlos situados en el espacio o sobre un cuerpo celeste. "Así, el gobierno de EU sigue siendo el legítimo propietario de los rovers marcianos y todos los demás artefactos de la NASA, activos o inactivos, que estén situados en Marte", señala el especialista español Rafael Moro Aguilar.

"Nadie debería tocar esos objetos ni mucho menos moverlos de dónde están, sin contar con el permiso de dicho gobierno. Lo mismo ocurre con los restos de las naves enviadas a Marte por la antigua Unión Soviética: a día de hoy, son todos propiedad de Rusia".

Para Matthew Kleiman, autor del libro "The Little Book of Space Law", los objetos espaciales son similares a los naufragios de buques gubernamentales. Siguen siendo de su propiedad. El problema está en que nada garantiza su protección frente a futuros visitantes.

Hasta la fecha existen propuestas elevadas al Congreso estadounidense y peticiones a la UNESCO para declarar los seis lugares en los que los astronautas de la NASA aterrizaron en la Luna como Parques Nacionales. Pero estas iniciativas podrían acarrear problemas: por ejemplo disparar un conflicto internacional pues podría ser interpretado como una reclamación del territorio, una declaración de soberanía territorial en la Luna.

"En el futuro, podemos estar seguros de que la gente visitará sitios patrimoniales más allá de los confines de nuestra atmósfera", escriben el historiador de la astronomía Randall C. Brooks y el conservacionista Robert Barclay en un documento titulado Preservación in situ de naves espaciales históricas. Los museos así se extenderán más allá de la Tierra, como seguramente también lo harán sus tiendas de souvenirs.

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