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¡UN REGALO DE TODA LA VIDA!

¡UN REGALO DE TODA LA VIDA!¡UN REGALO DE TODA LA VIDA!

Un hombre regañó a su pequeña niña de tres años por desperdiciar un rollo de papel de envoltura dorada tratando de cubrir una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad. La niña le llevó el regalo a su padre a la mañana siguiente y le dijo: Esto es para ti, Papito. Él se sintió avergonzado de su reacción, pero volvió a enojarse cuando vio que la caja estaba vacía. Entonces, le volvió a gritar a la niña diciéndole: ¿Qué no sabes que cuando das un regalo debe haber algo adentro? La pequeñita lo miró hacia arriba, con lágrimas en los ojos, dijo: Oh, papito, no está vacía, yo soplé besos dentro de la caja, todos para ti, papito. El padre se sintió morir, puso sus brazos alrededor de su niña y le suplicó que lo perdonara. Desde entonces, aquel hombre guarda la caja dorada cerca de su cama, y cuando se siente derrumbado, toma de la caja un beso imaginario y recuerda todo el amor que su niña depositó en el mejor regalo que haya recibido de toda la vida.

Quise compartir esta historia que llegó a mis manos hace algunos años, porque somos muchos padres que no contamos con el Don de la paciencia hacia nuestros hijos. Recuerdo que decía mi madre: Hijo, debes de tener mucha paciencia con tus hijos, así como se la pedí a Dios contigo, fuiste más travieso que tus cuatro hijos juntos. Y no cabe duda que: Sólo aprendemos a ser hijos cuando ya somos padres, y sólo aprendemos a ser padres cuando ya somos abuelos. Los padres culpamos en ocasiones a todo lo que nos rodea: amistades de nuestros hijos, la escuela donde van, el medio donde viven, la época en que estamos. Cuando nosotros somos los principales responsables del comportamiento de nuestros hijos. Ahora que soy abuelo, me doy cuenta del tiempo que no supe valorar deseando que la niñez de mis hijos pasara rápidamente por la falta de paciencia que no tuve recién fui padre por primera vez, no me di cuenta del tesoro tan grande que tenía en mi familia hasta que pasó el tiempo y éste no perdona jamás. Tal vez sea la razón de que el premio a nuestra vejez es la de ser Abuelo. En ocasiones, cuando necesito de paciencia, vuelvo a leer aquel viejo trabajo manual que me obsequió mi hija la mayor cuando estaba en el kinder para un Día del Padre, que conservo cariñosamente desde hace treinta años, consistía en un papel...

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