"La sangre derramada en el mundo es one blood", entona a ritmo de rap Betto Snay para celebrar los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Con sus creaciones, el artista de rap invita a considerar que la sangre que se derramó por bombas atómicas, los muertos de todos los genocidios, las víctimas de todas las dictaduras, en el fondo son sangre humana sin más: "one blood".
Betto Snay (originario Mbanza Kongo, Angola) coincide con la perspectiva de la académica Lynn Hunt sobre uno de los principios básicos de la teorización de los derechos humanos: la empatía (Inventing Human Rights: A History, 2008). Sin la capacidad de sentirse cerca de la experiencia de los otros, próximos a los procesos de violencia que otras poblaciones han sufrido a pesar de no compartir la mismas costumbres o ideas, sin eso, difícilmente se puede reconocer la condición de una misma dignidad en toda persona humana.
Lograr el reconocimiento del valor universal de la dignidad de toda persona, es una conquista condicionada por algunas guerras del siglo pasado. Existe un consenso amplio de que en occidente hubiera sido muy difícil de alcanzar dicho reconocimiento sin los procesos de las dos Guerras Mundiales. Sin embargo, la empatía que practicaron algunos movimientos políticos y sociales no siempre se vivió de la misma manera frente a los delitos cometidos en otras geografías o en otros proceso históricos.
Mucho que celebrar. Personas concretas y organizaciones, diversas partes del planeta, han desatados procesos para pasar del papel del reconocimiento formal a la práctica efectiva del cumplimiento de los derechos. La no fácil tarea de transitar de ser objeto de los derechos a sujetos de derechos. Con distintos alcances y niveles, el reconocimiento de la dignidad de toda persona ha generado mejores condiciones de vida. Estos esfuerzos dan sentido a la reivindicación festiva de los derechos humanos por medio de la danza, la música, la poesía, etc.
El carácter celebrativo no se contrapone al sentido crítico, como afirma Boaventura de Sousa. En el libro "Si Dios fuera activista de los derechos humanos" (2014), el sociólogo invita a tener cuidado con algunas ilusiones que pueden generar los derechos humanos: el triunfalismo de una visión única de la dignidad humana; la descontextualización con la que muchas veces se practican; la tendencia a eludir las dificultades y los desafíos que la formulación de los derechos tiene en sí misma.
Ante los procesos de violación de derechos en contextos democráticos (caso México), y las crisis en el respeto a la dignidad de toda persona (actuales procesos migratorios), por citar dos casos, la herramienta de los derechos humanos se ve problematizada en su concepción y en su aplicación. Enfrenta el desafío de encontrar los los caminos para seguir siendo una forma de poner límites a los poderes globales y locales que atentan contra individuos y colectivos.
A lo largo de estos primeros setenta años la comprensión de los derechos humanos ha evolucionado. Se ampliaron los ámbitos de la vida que son resguardos. Se crearon diversos mecanismos nacionales e internacionales para vigilar su cumplimiento. La sociedad se organiza de diversas maneras para denunciar las violaciones a los derechos. En la lista de pendientes está la concepción de una visión orgánica que incluya las diversas formas de vida que hay en el planeta y sus interacciones.
"Aquí seguimos luchando y compartiendo" afirma el artista Betto Snay para concluir su contribución en los festejos del 10 de diciembre. Con su frase recoge dos elementos importantes de la agenda actual: reivindicación de los derechos como herramienta de revolución y la necesidad de que la perspectiva de los derechos humanos asuma dinámicas de socialización horizontal renunciando a formas de imposición.
Twitter: @davidsecular
