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El consejo de empresarios ilustres

JULIO FAESLER

En todas partes, tanto en México como en el mundo, hay profunda preocupación sobre el futuro. Los europeos tienen temores sobre las decisiones que se tomen en Bruselas sobre la marcha de la Unión. En el Medio Oriente no hay más que nubes ominosas que nada bueno prometen para acabar con la incesante tragedia tan grave como cualquiera otra de su historia. En los Estados Unidos las incongruencias de su presidente tienen a todos los políticos en vilo.

En México nos disponemos a inaugurar un nuevo capítulo en nuestra vida nacional y las dudas que nos asaltan son paralelas a las interrogantes que afloran en muchos otros países. Con todo el fardo de carencias, defectos y retrasos que recibimos de regímenes anteriores, nuestras condiciones no son tan extremadamente dramáticas como las muertes y ruinas que pesan sobre los sufridos habitantes de África y Asia. Considérense las circunstancias de años tan difíciles en México como fueron los primeros veinte después de 1910 y cómo se fueron resolviendo.

En nuestro país nunca ha habido tranquilidad para prever lo que habría de suceder en el futuro inmediato. Los hechos se han desenvuelto conforme al ánimo con que se juzgaron y apreciaron y los acontecimientos llegaron y se fueron sin un orden perceptible. De hecho las influencias externas tuvieron más relieve que las propias.

Las incógnitas que ahora se abren tienen que ver con suposiciones sobre lo que el futuro presidente está planeando. Lo desconcertante de algunas declaraciones recientes dejan la impresión de que aun no está decididas muchas estrategias. Hay énfasis diversos para sus numerosos proyectos por realizar.

Pese a esas imprecisiones parece supremamente clara la intención del señor presidente electo de remodelar al país conforme a parámetros muy diferentes a los que del liberalismo capitalista que nos han guiado a lo largo del Siglo XX conforme a la Constitución de 1917. Los cambios que está inscritos en los propósitos del señor López Obrador son fundamentales y no es previsible que los vaya a abandonar.

Destaca el propósito de llevar al país a un sistema participativo de democracia, etapa que sigue a la representativa en la que nos hallamos. No es que se haya agotado el potencial de ésta cuyas imperfecciones aún hoy sigan apareciendo, aunque no de la gravedad a escala nacional que antes se daban y que motivaron una prolongada campaña para depurar los vicios en las elecciones. Hoy en día sigue incompleta la democracia representativa, en mucho porque la ciudadanía no se involucra en la crítica fase de vigilar la ejecución y cumplimiento de los compromisos de los legisladores y funcionarios electos.

El anuncio de López Obrador de que el sistema de consultas populares ha de seguir adelante hasta constituirse en un hábito debe ser altamente atractivo para una ciudadanía a la que por primera vez se le pide decidir y avalar medidas que el gobierno le propone.

La continuidad de la atención ciudadana después del momento electoral es necesaria para el óptimo funcionamiento de la democracia. Dos comentarios son necesarios al respecto: en primer lugar, la atención ciudadana tiene sus límites. No es posible mantener la activa participación cívica demasiado prolongada y para todo momento. Insistir en exigirla para asuntos de menor importancia agotarán el interés. Por otra parte, es indispensable que la participación ciudadana en las consultas sea completamente independiente de todo partido político. Las consultas hasta ahora realizadas no cumplen este requisito.

Al lado de la democracia participativa el programa del nuevo presidente prevé una relación más directa que nunca entre el empresariado y los planes de desarrollo que el gobierno quiera poner en marcha. La "responsabilidad social" de la empresa es principio conocido desde hace tiempo pero ahora hay que extenderla más allá de cuidar las repercusiones inmediatas de la acción de los negocios para asegurar que coincida y se coordine con la preparación y ejecución de los planes específicos de desarrollo.

La comunicación entre el empresariado y la autoridad responsable sin duda justifica la creación del Consejo Asesor Empresarial como el que se dispuso hace unos días por el presidente electo, "a petición" de algunas personalidades.

La composición inicial del citado consejo es demasiado cerrada. Es indispensable que ese grupo se abra para incluir no solo representantes de las capas superiores de la economía mexicana sino a actividades pequeñas y medianas.

No tomar la decisión de convertir el mencionado consejo en un cuerpo de amplia representatividad y participación dejará al futuro presidente en la poco envidiable situación de escuchar solo el parecer de la élite empresarial, que forma la detestada #mafia del poder" que tanto denunció.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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