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'¿Un gobierno diferente?'

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

En unas pocas semanas se estarán cumpliendo 4 años de mi primera colaboración con El Siglo. Están registradas, además, todas mis colaboraciones, desde mediados de 2006, en Noticieros GREM. A lo largo de todo este tiempo he juzgado el acontecer bajo el principio inquebrantable de la honestidad intelectual que supone que, si algo está mal, sin importar cuál sea su origen ideológico o partidista, se debe de señalar. Inicio haciendo la aclaración, porque un amplio sector del lopezobradorismo cuando escucha una crítica contra su líder salta furioso a descalificar preguntando "¿por qué nunca criticaste a Peña o a Calderón?" Al hacerlo, plantean un falso dilema: si no estás con AMLO, estás a favor del PRIAN, como si la vida política de México se redujera a sólo dos alternativas necesariamente excluyentes. Y, disculpen que se los diga, pero la realidad es increíblemente más compleja que eso.

Aclarado lo anterior, sostengo que la consulta con relación al aeropuerto capitalino ha sido uno de los peores ejercicios democráticos que he visto en mi casi medio siglo de existencia, incluso, reconociendo la buena fe de algunos que participaron en las mesas de recolección. Expreso, además, que me preocupa sobremanera que ésa vaya a ser, de forma y fondo, la concepción de democracia que domine durante el sexenio por iniciar. Dentro de los múltiples argumentos que emiten quienes están a favor de la consulta sobre el NAICM, el que me parece más defendible es el relacionado con las ventajas que ofrece la democracia participativa sobre la democracia representativa. No en pocas ocasiones he dicho que hacia allá debemos transitar; pero estoy consciente de que ese modelo político basado en una participación directa de los ciudadanos más intensa exige condiciones que no existen actualmente en México y que es nuestro deber procurar.

Una de esas condiciones es la disminución de las distintas desigualdades, porque en la medida en que haya amplias brechas entre ricos y pobres, educados y neófitos, comprometidos e indiferentes, las posibilidades de manipulación de los privilegiados hacia los desfavorecidos aumentan. Precisamente, uno de los graves errores del ejercicio de la semana pasada, fue ver cómo se acarreaban personas a votar o se les aleccionaba en la urna, alertándolos sobre las ventajas de una opción y las desventajas de la otra, antes de emitir su voto. Mientras en este país haya electores que sólo tachan lo que les indica otro, no se puede hablar de auténtica democracia y el presidente electo hace muy mal al referirse al resultado como la "voluntad del pueblo", no sólo porque los mexicanos somos muchos más que 700 mil, sino porque claramente le sacó la vuelta a hacer un ejercicio serio, honesto, como debería haber sido su consulta.

El resto de los argumentos es todavía más endeble y perdón, pero, algunos, rallan incluso en la locura o la necedad. Y cuidado que no estoy defendiendo el proyecto de Texcoco, otro falso dilema en el que suelen incurrir quienes defienden a López Obrador. No, lo que estoy criticando es la consulta, su concepción perversa, su ejecución que atenta contra cualquier normalidad técnica y la difusión triunfalista y, por tanto, descuidada de sus resultados por parte de los organizadores y la dirigencia de Morena y muy en especialmente de AMLO.

Me sorprende - sí, ¡todavía tengo esa capacidad! - que quienes más se quejaron por las prácticas electorales fraudulentas de 2006 y 2012, ahora acepten sin problema alguno un ejercicio tan turbio, desaseado, tramposo, inconsistente, etc., en el que hay tantas evidencias de su mala concepción y aplicación. Aunque, creo entender que mucho de lo que ahora comienza a ocurrir se debe a que domina, sobre todo, un clima de venganza: "todo lo que nos hicieron a nosotros, ahora se los haremos a ustedes para que sientan en carne propia nuestro sufrimiento" es lo que parecen decir los miembros de Morena y muchos de sus seguidores.

Una vez más, perdón, pero si así van a ser las cosas, el de AMLO no será un gobierno diferente porque, como he dicho en otras ocasiones, la única manera de ser diferente es siéndolo.

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