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Idas y venidas en el aeropuerto

JULIO FAESLER

Conque no era concluyente el arreglo que convinieron los constructores con el gobierno de Peña Nieto para las obras del aeropuerto en Texcoco. No parece que hayan leído la cláusula de escape que suscribieron y que facilita al gobierno liberarse de ellos mismos que, en caso extremo, podrían entrar en otras obligaciones incluso hasta con el aeropuerto de Santa Lucía.

Vaya pues. Así se arreglan las cosas en el ya fastidioso tema del aeropuerto que, por cierto, si tanto empeño tuvo Peña Nieto en hacerlo en Texcoco, bien pudiera haberlo empezado desde principios de su sexenio, con lo que hoy ya estaría inaugurado y funcionando.

De todas maneras, tras tanto discutir y tanta intensa controversia sobre cuestiones técnicas, financieras, aeronáuticas y desde luego políticas, todo acaba esta semana, tras de hablar con el Presidente Electo, los contratistas afectados, en una amigable declaración en la que nada ha pasado, Atrás quedó la repudiada consulta y las terribles amenazas de un tremendo debacle nacional con multas estratosféricas. Todo queda en que se anuncia con toda donosura y tranquilidad que nada se ha afectado y que se ha llegado a un cordial entendimiento donde conviven derechos que nunca estuvieron en duda.

¿Cómo explicarse lo que arriba se relata cuando a lo largo de varios meses se ha reiterado hasta lo obsesivo que la consulta era inadmisible y que no era vinculante, que no era constitucional, ni mucho menos válida, para luego llegar a una realidad que había que aceptar? El resultado de la votación sería en todos esos sentidos objetable ante tribunales pero, viéndolo bien, no se usaría ese recurso.

Había que salvar lo que de lo perdido apareciera y era el caso de entrar en alguna suerte de comunicación para recoger lo rescatable. La afilada cláusula de escape hacía necesario un arreglo: significaba que era fácil para la autoridad encontrar un pretexto para desligarse de los contratistas, sea por fuerza mayor o razones de estado. Los empresarios quedaron sin sustento, y enemistados, sin posibilidades de hallar otras obras que atender en el sexenio que se abría. Era mejor hacer las paces. Y así se hicieron, teniendo en mente las futuras oportunidades de ser contratados por el gobierno.

En la inmensidad la construcción del aeropuerto hay miles de oportunidades de hacer fortunas y las del gran proyecto no debían desvanecerse. Los empresarios harían lo necesario. No sabemos si fue la suerte que deslizó la mencionada cláusula, usual en los contratos con el gobierno, pero gracias a ella López Obrador tiene la dorada oportunidad de avanzar en su anhelado propósito de nulificar la corrupción en todo el ramaje de relaciones legales que pueblan el mundo de los negocios con el gobierno y empezar por los que proliferan en la obra llamada más importante del sexenio de Enrique Peña Nieto.

De ser verdadero el propósito el futuro Presidente de México puede comenzar ahora e ir avanzando a lo largo de todo su desempeño sexenal. La patria se lo agradecerá. La moralidad reaparecería como meta, con mayor fuerza que la campaña de Miguel de la Madrid. Una comunidad mexicana saneada sería ejemplar en el mundo.

Ojalá que así sea. La moralidad que ha de guiar el gobierno de la Cuarta Transición debe estar cimentarse en convicciones simples, caseras, provincianas. Puede partirse de conceptos liberales o religiosos para, instilar valores que mantienen el buen orden en las sociedades. Lo contrario es desfondar intencionadamente a la comunidad.

El desarrollo económico y social de nuestro país requiere de firmezas que no se van a encontrarse en los que viven en los márgenes de la comunidad sino en los que están en el centro de ella. La moralidad es ingrediente de la honradez que el país necesita para encausarse hacia el respeto que los ciudadanos nos debemos unos a otros.

Si las maniobras diseñadas por López Obrador en el caso del Aeropuerto de la Ciudad de México tienen el objeto de limpiar de arreglos corruptos que pudieran en estos momentos anidar en ellas será indicio de que habrán más pasos hacia la moralización de la forma en que nos tratamos aquí, en nuestro país. Dios habría escrito derecho con renglones que parecían torcidos.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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