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Propuesta precipitada/Sobreaviso

René Delgado

La precampaña electoral abrasa al país. Esa es la realidad, no hay otra. El presidente Vicente Fox aceleró su propia sucesión, y a bailar al ritmo de la precipitación invitó a los aspirantes a ocupar la residencia oficial de Los Pinos. Éstos se desbocaron de inmediato. Así, la acción de Gobierno se distrajo en las escalas federal y local, así como en varios estados de la República. Un buen número de gobernantes, dirigentes y legisladores, incluido el jefe del Ejecutivo, pasó a divertirse. Fuese porque querían eliminar al adversario de su predilección e impulsar a su delfín o por el interés de quedar inscritos en el juego de la ambición por el poder, adelantaron el baile preelectoral sin invitar a la ciudadanía. Vicente Fox, los aspirantes a sucederlo y, desde luego, los partidos se pusieron a bailar... y, lo peor, de dieciocho bailarines -¡sí, dieciocho!-, aspirantes a ocupar la Presidencia de la República, se sabe todo y nada, al tiempo que provocan en la ciudadanía dudas, esperanzas, temores y todo aquello que genera el desconocimiento. Esa es la realidad en la que estamos, no hay otra. No queda, entonces, más que precipitar la exigencia ciudadana para que el juego preelectoral no sea un concurso de frivolidades, una feria de descalificaciones y declaraciones donde el menos peor y no el mejor se quede con la posibilidad de llevar las riendas del país durante el próximo sexenio. Es hora de precipitar la exigencia ciudadana.

*** Dada la precipitación en que incurrieron, partidos y precandidatos están obligados a acelerar o inventar ciertas prácticas que, por un lado, permitan participar a la ciudadanía y, por otro, reduzcan rápidamente el número de precandidatos, eleven el nivel de la contienda y eviten que el asunto se resuelva en concurso de simpatías y antipatías en torno a los concursantes. Un juego donde el más popular resulte candidato, aunque no se sepa ni por error qué es lo que pretende hacer eventualmente en la Presidencia de la República. Hasta hoy, sólo tres de los precandidatos presidenciales, Jorge Castañeda, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador han puesto en blanco y negro qué es lo que pretenden hacer en la Presidencia de la República. Muchas críticas pueden formularse a los libros que elaboraron, pero su escrito es un avance. Son planteamientos muy generales que concentran la atención en el qué quieren hacer, pero no en el cómo van a lograrlo. Comoquiera, establecieron un punto para enriquecer el debate. Sin embargo, hay ¡quince! precandidatos que sólo hablan de su ambición por llegar a la Presidencia de la República o, peor aún, que utilizan su pretendida ambición para proyectar negocios políticos o económicos que les den vida durante el próximo sexenio. Una gota de tinta no han sido capaces de derramar en una hoja. Quieren la Presidencia; para qué la quieren, quién sabe. En ese punto, los partidos deberían dar satisfacción a la ciudadanía. En vez de andar concentrando la atención exclusivamente en el tope del gasto de las precampañas, en el mecanismo de selección del candidato, por un mínimo de equilibrio, deberían interesarse también en la parte sustantiva del ejercicio preelectoral. Prestarle atención también al asunto de para qué quieren el poder sus precandidatos. Dicho en breve, deberían exigir como requisito a los precandidatos un ensayo donde se establezca cuál es la idea de país que tienen y cuál es su propuesta de nación.

*** Resulta grosero para la ciudadanía que las dirigencias partidistas sólo se interesan por determinar cuánto se va a gastar, cuándo se va gastar, cómo se debe gastar el dinero de la precampaña sin ni siquiera asomarse a los asuntos cualitativos de la ambición de poder de sus precandidatos. Podrá decirse que la plataforma de Gobierno es una tarea que corresponde a los partidos y que es un requisito que éstos deberán satisfacer, en su momento, ante la autoridad electoral. Sin embargo, si precipitaron la sucesión también deben precipitar las exigencias. La experiencia de los últimos años deja ver claramente que la plataforma de Gobierno de los partidos se ha convertido en letra muerta. De hecho, los partidos se ajustan a la plataforma de Gobierno del candidato que no siempre es la del partido, y eso cuando el candidato tiene una plataforma. O, peor todavía, nada infrecuente es ver que los postulados del candidato no siempre son los del partido. Así se vio con Carlos Salinas de Gortari y con Vicente Fox, pero con la diferencia de que Salinas sí tenía un proyecto. De esa manera, los partidos deberían exigir como requisito de inscripción en la elección preliminar que los interesados presenten un ensayo sobre la idea de país y el proyecto de nación que tienen. Ahí se vería si esas ideas son o no compatibles con las del partido y se darían elementos de juicio a la ciudadanía para apreciar o despreciar a los aspirantes. No basta con que los precandidatos satisfagan los requisitos de militancia partidista o los requisitos actualmente establecidos en los estatutos de los partidos, tiene que abrirse en serio el juego y elevar su nivel. De otro modo, la elección preliminar del candidato quedará como una subasta de una posición. El que tenga más dinero, podrá aspirar al abanderamiento.

*** La experiencia de la anterior campaña y del actual Gobierno debería llevar a establecer otra condición a los precandidatos. Entre bromas y veras se dice que Acción Nacional no escogió, en la anterior elección, a Vicente Fox como su candidato, sino que Vicente Fox escogió a Acción Nacional como el vehículo para llegar a la Presidencia. Esa es una realidad en la cual deberían reparar los partidos. Deberían establecer algunos requisitos para tener claridad del hombre que pudiera, con el registro partidista, ocupar eventualmente la Presidencia de la República. En este punto, se pueden formular varias propuestas. La más interesante sería la de establecer exámenes públicos de los precandidatos para saber si, en caso de alcanzar la candidatura, desarrollarían la campaña con la estructura del partido o, si bien, como ha ocurrido de manera cada vez más frecuente, la desarrollarían con estructuras paralelas que al final constituyen el divorcio entre el candidato y su partido. Vicente Fox es la evidencia de cómo un partido que prestó su registro ganó la elección pero perdió el Gobierno. Repetir la historia de que hay partidos que ganando la elección no se responsabilizan de los actos de Gobierno, resulta inaceptable. Resulta inaceptable, pero no imposible. Ahora, Andrés Manuel se refiere al PRD como el mal necesario y deja saber, anticipadamente, que él quiere fundar sus posibilidades en un movimiento social. ¿Y el partido, dónde queda? Asimismo, cada vez es más frecuente ver a candidatos del PRI que buscan alguna idea, algún posicionamiento propagandístico que los deslinde de su propio partido. Así, se da una paradoja. Los candidatos quieren el registro de su partido para anotarse ante la autoridad electoral pero, apenas pueden, borran el emblema de su partido como si éste les provocara un cierto asco. ¿Podrían los partidos someter a examen a los precandidatos para saber si éstos, en verdad, podrían ser candidatos suyos?

*** A la ciudadanía de enorme interés le resultaría saber no sólo qué pretenden hacer los precandidatos, sino también qué han hecho. Es bien fácil decir que se va a conquistar la Luna, cuando ni siquiera se ha explorado el bosque de Chapultepec. Sería muy bueno tener una hoja de resultados y no sólo de cargos partidistas o gubernamentales ocupados. En este punto, los partidos pueden hacer mucho. Es curioso ver cómo precandidatos que han acumulado una buena colección de fracasos políticos, se ven ya despachando en Los Pinos. Prometen hacer lo que, en su oportunidad, no hicieron y con gran dosis de cinismo aseguran que ya en la Presidencia de la República serán completamente distintos a lo que han sido. ¿Qué han hecho, qué obra o política acredita su nueva aspiración y ambición? Si esa simple hoja de resultados se exigiera y los partidos la hicieran pública, sería muy interesante analizar qué es lo que ellos consideran sus grandes logros. Desde luego, habría un buen número de hojas en blanco pero, aun así, sería un elemento importante en la valoración de su aspiración. Sin duda, la ciudadanía lo agradecería.

*** Otro asunto que debería ponerse sobre la mesa del debate es qué tipo de Gobierno es el que proponen integrar los precandidatos. Simple y llanamente, saber quiénes ocuparían las principales posiciones del gabinete. A todos se les llena la boca a la hora de hablar de la gran transformación que harían del Estado mexicano pero, en el fondo, ninguno de ellos puso un grano de arena para concretar la traída y llevada Reforma del Estado que quedó en un simple ejercicio mental. Si en el examen público que los partidos hicieran de ellos se preguntara con quién piensan gobernar, se daría una gran paso. Cuatro posiciones del gabinete son clave para saber con quién trata la ciudadanía y los propios partidos. Que los precandidatos, al momento de inscribirse, señalen quiénes serían los secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores, Hacienda y Desarrollo Social. Eso es todo, cuatro nombres no es mucho pedir y ahí se encontrarían claves claras y precisas para descifrarlos. Podrá argumentarse que es absurdo pedirles a los precandidatos esos nombres porque, justamente, por la importancia de esas posiciones es algo que deberán definir en el momento de ocupar, si es el caso, la Presidencia de la República. Es cierto, pero precipitado el juego deben asumir los riesgos del desbocamiento. Si no tienen claro el nombre de quienes deben ocupar esas posiciones, es obvio que no tienen claro qué país quieren gobernar. ¿Pueden darle esos nombres a las ciudadanía?

*** Pedir los nombres de quienes ocuparían esas cuatro secretarías de Estado lleva de la mano a otra pregunta que, desde ahora, se puede formular. ¿En las otras carteras -excepción hecha del Ejército y la Armada- estarían dispuestos invitar a cuadros de otros partidos o a miembros de la sociedad a ocuparlas? En el fondo, se estaría pidiendo a los precandidatos definir si proponen un Gobierno de partido, un Gobierno de coalición o un Gobierno de suma mixta. Ahí los partidos podrían hacerle un servicio a la ciudadanía, abrir ese capítulo enriquecería el debate. Colocaría en el centro de la atención, no sólo a la figura del precandidato y eventual presidente de la República, sino al conjunto del Gobierno que, sin duda, es central en la consecución de los objetivos que se pretendan alcanzar durante el próximo sexenio.

*** Con enorme irresponsabilidad, el actual Gobierno, los partidos y los precandidatos se llevaron al país al baile de la precipitación electoral. Ellos armaron el baile, pusieron la música y obligado es que, si desbocaron al país, ahora le den a la ciudadanía la posibilidad de precipitar también su participación. Si el Gobierno de la alternancia muy lejos quedará de convertirse en el Gobierno de la alternativa, no se puede pretender ahora que la ciudadanía quede ante la perspectiva de ver cómo se podrían perder seis años más. Si precipitaron el juego que asuman las consecuencias y, entonces, que se precipite la exigencia ciudadana de saber adónde va el país. En el fondo, no es mucho pedir. Ahí está la propuesta.

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