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Mapa y redes de poder

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

El directorio y el mapa político utilizados durante los últimos treinta años se modificaron en julio pasado. Se alteraron, así, las redes, las relaciones e, incluso, las conductas y costumbres de quienes participaban del poder.

De ese calado fue lo sucedido y, ahora, aprovechar en beneficio del país el giro dado exige descifrar las claves cuanto antes y establecer el código del nuevo entendimiento. Sin ello y con un entorno económico y político amenazante -la posible recesión y la tentación fascista (Donald Trump al norte y Jair Bolsonaro al sur)-, la oportunidad se podría perder.

Forjar los términos de la convivencia política demanda inteligencia y osadía, tolerancia y sacrificio, mesura y comprensión, equilibrio y rapidez. Y esa demanda implica a todos -a todos- los actores y factores de poder.

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Parece obvio, pero por lo visto no lo es. Lo ocurrido aquel domingo de julio no se limitó a una alternancia, reclamó una alternativa.

La decisión inscribió a México entre los países que cuestionan, desde enfoques muy distintos, el modelo económico adoptado. Aquí, aun cuando se pretendió atemperar o disfrazar el carácter del neoliberalismo, añadiéndole el matiz "social", el modelo marginó y olvidó a muchos.

Quienes aceptan rechinando los dientes el resultado electoral, pero no la consecuencia política, patinan al reconocer el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, instándolo a seguir haciendo lo de siempre.

No leer completo el mensaje electoral está generando un debate absurdo: operar cambios sin realizar movimientos.

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La dimensión y el sentido de la elección de aquel día supuso no sólo la victoria de un movimiento, también implicó la derrota de los principales partidos.

Aun cuando desde julio del año pasado (ver a partir del minuto 17:15 la liga reforma.com/AMLO18), López Obrador daba por seguro obtener la jefatura del Ejecutivo y la mayoría del Legislativo, quizá, no calibró la dificultad de satisfacer las convicciones, intereses y resentimientos de la argamasa de organizaciones que posibilitaban su victoria, como tampoco el alcance de los instrumentos con que contaría para ello.

A su vez, los partidos perdedores aún no advierten el tamaño de su crisis y derrota. Las cúpulas de Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática se disputan su dirección sin saber qué van a dirigir. En esa condición, no acaban de entender ni definir su nuevo rol.

En crisis el régimen de partidos, sectores y organizaciones sociales carecen de canales sólidos de participación y, en tal virtud, no hallan los términos de interlocución con el próximo gobierno. Actúan del modo anterior.

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En situación aún más complicada se encuentra la prensa.

Aun antes de la elección, la crisis de la industria periodística tenía a más de un medio arrostrando el encarecimiento económico y ambiental de sus materias primas y ensayando fórmulas de sobrevivencia ante el efecto de las nuevas tecnologías de información y comunicación que, en su inicio, parecían beneficiarla. Parte de ese efecto significó la caída de la publicidad privada en los medios, a la cual se sumó la distribución sesgada de la publicidad oficial.

A esa circunstancia se agregó lo acontecido en julio. En medio de su propia crisis, ahora, algunos medios se aprestan a bailar al ritmo del próximo gobierno, otros a mantener su independencia editorial entre el vendaval industrial, tecnológico, económico y político.

Siempre difícil, la relación prensa-poder ahora se complica más.

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Asimismo, la asociación del sector público y privado -en sentido técnico y figurado- fincada a veces en legítimo acuerdo y a veces en inconfesable complicidad se ve sacudida. ¿Cómo será la nueva relación?

Ejemplo elocuente es cómo la defensa de la construcción del aeropuerto en Texcoco la abandera el sector privado, mientras el público esconde la cabeza en el agujero o solicita amparo judicial.

Extra al reajuste de esa relación, está el efecto en el ámbito laboral derivado de los compromisos adquiridos por México a través de los tratados comerciales o del desempolvado Convenio 98 con la Organización Internacional del Trabajo.

Esos cambios replantean la relación de las empresas con los sindicatos, de las dirigencias sindicales con sus agremiados y, de ambas entidades, con el gobierno. No es asunto sencillo.

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En ese cuadro que enmarca la alegría y el temor, la esperanza y el desasosiego, el frenesí por impulsar o frenar al próximo gobierno y, en medio del cual, éste batalla para encontrar el equilibrio y el tono de su comunicación para fijar su punto de partida y margen de acción, se encuentran las Fuerzas Armadas.

El uso y abuso de las Fuerzas Armadas cometido por las dos últimas administraciones las comprometió y, a la vez, las empoderó. La relación del poder civil y del poder militar se trastocó y, ahora, reubicarla es tan necesario como delicado.

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Lo sucedido en julio fue, verdad de Perogrullo, una elección. Se resolvió qué hacer. Ejecutarlo en democracia no es sencillo, demanda a todos los actores y factores de poder, incluido, desde luego, el próximo gobierno, un enorme esfuerzo y sacrificio para fincar el nuevo entendimiento y emprender los ajustes sin vulnerar la estabilidad. Una estabilidad que, al interior, aún no fija sus pivotes y, al exterior, la amenaza el entorno económico y la extorsión de Donald Trump.

Cuando cambia el tiempo, el clima es impredecible y exige tomar providencias, no hay nada de extraordinario en ello.

El socavón Gerardo Ruiz

Si el socavón es caso juzgado, qué le significa al secretario de Comunicaciones y Transportes la recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

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