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LO QUE NO SE VALE

LO QUE NO SE VALELO QUE NO SE VALE

La nota de la semana ha sido la boda de César Yáñez, cercano colaborador del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Fastuoso evento del cual obra detallada crónica en la revista española "HOLA", muy al estilo de los agasajos de personajes del PRIAN, que en otras circunstancias, los propios integrantes de MORENA habrían criticado hasta el cansancio.

Quienes saben del asunto calculan que se gastaron aproximadamente 10 millones de pesos, que en teoría habrán salido del bolsillo de un funcionario que en nómina cotiza poco menos de $40,000 pesos al mes. La novia desciende de familias adineradas, y tal vez fue ella la que corrió con los gastos del evento. Aun así, es una fiesta que choca de frente con la austeridad que se ha anunciado como distintivo de MORENA. Al ser cuestionado, AMLO dijo que no fue él quien se casó, y tiene razón. Sin embargo, hay que señalar que hubo falta de prudencia por parte del novio, o corta visión del partido, para vislumbrar que un evento así, constituiría un autogol.

En nuestros tiempos, hay valores que peligran frente al alto oleaje de las conveniencias personales, valores que de repente acaban por sucumbir. Uno de ellos, que vemos poco entre figuras públicas, se denomina "congruencia". Se pasa por alto que todo aquel que, por su posición o por su oficio, se halla expuesto ante la mirada de los demás, adquiere un compromiso frente a ellos, el de ser congruente entre lo que dice y lo que hace; entre lo que predica y lo que asume como conducta personal. Vemos con tristeza que son cada vez menos las figuras públicas ejemplares que practican esta congruencia en cada momento de su existencia.

A lo largo de nuestra vida, podremos contar con los dedos de una mano aquellos seres humanos que constituyen verdaderos paradigmas de los cuales aprender el delicado arte de vivir. En mi caso particular - dentro del periodismo - mi maestro por excelencia es Don Jorge Villegas (f). No recuerdo haber conocido alguien más convencido de tatuarse sus propias palabras para vivirlas en el día a día, sin dobleces ni falsas posturas. Un ser humano que obraría igual estando a la vista de todos que en la total soledad del desierto. Sé que fue un maestro que nos marcó a muchos de sus seguidores, tanto, que al menos cada ocho días, cuando planeo mi colaboración semanal, siento su presencia buena y sabia a mi lado. Don Jorge, quien por su trayectoria intachable constituirá de igual manera y por siempre un gran ejemplo para sus hijos y nietos.

Volviendo a la política, aquellos que ahora se dicen dispuestos a emprender un cambio de raíz en nuestro México, necesitan cuidar cada paso que dan. Hoy más que nunca requieren ser congruentes siempre y con todo. Que los subalternos le cuiden las espaldas al de arriba, y que haya una planeación estratégica para evitar episodios tan desafortunados como éste. Además, hay que decirlo, nosotros los ciudadanos, y muy en particular quienes no votamos por AMLO, estaremos vigilando el desarrollo del cambio anunciado. Queremos otorgar el beneficio de la duda a ese proyecto de nación tan novedoso, y vamos a demandar que cumplan lo que prometieron.

A ratos pienso que la carrera de un político comienza en la peluquería, con el sastre y en un curso de dicción. Se prepara su imagen pública, se pule lo primitivo que pueda traer de fábrica, y se le coloca a la altura de quienes ya están dentro del sistema y aparecerán con él en la foto. Todo lo anterior para que no desentone. Pero aspectos como la ética y la sensibilidad ciudadana no parecen entrar en la fórmula, y para dar cuenta de ello tenemos una cantidad vergonzosa de políticos de todos los partidos, - eso sí, con ropa y calzado de importación -, que han saqueado a la nación de todas las formas posibles.

Vuelvo a ello, si por mi ocupación me corresponde estar como autoridad frente a un grupo, adquiero lo que debería ser entendido como una misión sagrada frente a ellos. Sea como padre, maestro, sacerdote, ministro, o bien, como político. Yo debo de ser el primero en cumplir al cien por ciento aquello que pienso exigir a los demás, y de ninguna manera cobijarme bajo el manto de la autoridad para eximirme de dicho cumplimiento. Los demás están depositando su confianza en mí, y no se vale traicionarlos. Por último, para evitar malentendidos, habría que aplicar la regla elemental que señala "no hacer cosas buenas que parezcan malas".

Cada palabra, cada acto, me comprometen frente a los demás. Si por mi actividad soy figura pública, el radio que abarcan mis palabras y mis actos se amplía, y con ello crece mi responsabilidad. No se valen descuidos ni improvisaciones frente a un pueblo tan dolido como el nuestro.

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