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Por qué son importantes los estilos de aprendizaje en las aulas

ROLANDO CRUZ GARCÍA
La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras"

— J.J. Rousseau

Uno de los errores más comunes que cometemos los profesores frente a grupo, es el de abordar los contenidos programáticos de una misma manera para todos nuestros estudiantes, como si todos ellos aprendieran de la misma forma, sobre todo cuando sabemos experiencialmente que todos aprendemos de forma diferenciada.

Esto significa que los diversos temas de una asignatura deberían abordarse con una cierta "variabilidad didáctica", es decir que tendrían que trabajarse en el aula de las formas más variadas posibles, con la finalidad de que los alumnos se identifiquen con algunas de ellas y puedan aprender los contenidos significativamente.

El término 'estilos de aprendizaje' se refiere a que, cuando queremos aprender algo, cada uno de nosotros utiliza su propio método o un conjunto de estrategias y lo que utilizamos varía según sea lo que queramos aprender, esto significa que cada uno de nosotros tiende a desarrollar ciertas preferencias globales; esas preferencias o tendencias a utilizar más determinadas maneras de aprender constituyen lo que llamamos estilos de aprendizaje.

Que no todos aprendemos igual, ni a la misma velocidad no es ninguna novedad, ya que en cualquier grupo de aprendizaje, en el que más de dos personas estudien una materia juntos y en donde partan del mismo nivel, existirán grandes diferencias en los conocimientos que desarrollen cada uno, a pesar de haber recibido las mismas explicaciones, los mismos ejemplos, las mismas actividades y ejercicios.

Esas diferencias en el aprendizaje son el resultado de muchos factores, como por ejemplo la motivación, el bagaje cultural previo, la edad, etc. Pero dichos factores no explican porque, alumnos con la misma motivación, la misma edad y bagaje cultural, aprenden de distinta manera; en español, por ejemplo mientras a unos se les da la redacción, a otros les resultan más fáciles los ejercicios de gramática. Esas diferencias si podrían deberse a las distintas maneras de aprender.

Tanto para el alumno como para el profesor, el concepto de estilos de aprendizaje resulta especialmente atrayente porque nos ofrece grandes posibilidades de actuación para conseguir un aprendizaje más efectivo.

El estilo de aprender, está directamente relacionado con la concepción del mismo como un proceso activo. Si lo consideramos como el equivalente a recibir información de manera pasiva, lo que el alumno haga o piense no es muy importante, pero si entendemos el aprendizaje como la elaboración por parte del receptor de la información recibida, es bastante evidente que cada uno de nosotros elabora y relaciona los datos recibidos en función de sus propias características.

Los distintos modelos y teorías nos ofrecen marcos conceptuales que nos ayuda a entender los comportamientos que observamos a diario dentro del aula, como se relacionan esos comportamientos con la forma en que aprenden nuestros alumnos y el tipo de actuaciones que pueden resultar más eficaces en un momento determinado.

Pero la realidad siempre es mucho más compleja que cualquier teoría. La forma en que elaboremos la información y la aprendamos variará en función del contexto, es decir, de lo que estemos tratando de aprender, de tal forma que nuestra manera de aprender puede variar significativamente de una asignatura a otra.

Lo importante es nunca utilizar los estilos de aprendizaje como una herramienta para clasificar a los alumnos en categorías cerradas, ya que nuestra manera de aprender evoluciona y cambia constantemente, como nosotros mismos.

Una manera sencilla de entenderlos es el modelo planteado en tres pasos: Primero: el aprendizaje parte siempre de la recepción de algún tipo de información, de toda la información que recibimos seleccionamos solo una parte; entonces podemos distinguir alumnos visuales, auditivos y kinestésicos.

Segundo: la información que seleccionamos la tenemos que organizar y relacionar; el modelo de funcionamiento de los hemisferios cerebrales nos da información relevante, acerca de las distintas maneras que tenemos de organizar la información que recibimos.

Tercero: una vez organizada esa información la utilizamos de una manera o de otra. Lo que distingue entre alumnos activos, teóricos, reflexivos y pragmáticos (Kolb, 2001).

Naturalmente, esta separación en fases es ficticia, ya que en la práctica esos tres procesos se confunden entre sí y están estrechamente relacionados.

Una de las teorías más apasionantes y mejor fundamentadas, de los últimos años es la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner (Universidad de Harvard), que define la inteligencia como el conjunto de capacidades que nos permite resolver problemas o fabricar productos valiosos en nuestra cultura.

Gardner define 8 grandes tipos de capacidades o inteligencias, según el contexto en el que se producen: la inteligencia lingüística, la lógico-matemática, la corporal - kinestésica, la musical, la espacial, la naturalista, la interpersonal y la inteligencia intrapersonal; estas dos últimas forman la llamada inteligencia emocional (Daniel Golemann, 1997). Todos desarrollamos las ocho inteligencias, pero cada una de ellas en distinto grado y dominio.

Podemos apreciar que, al tratar de entender cómo aprenden ahora nuestros niños y nuestros jóvenes, encontramos que son innumerables las formas y que existen muchos caminos diferentes para lograrlo, lo que no podemos hacer es no conocerlas.

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