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Tiempo y expectativas

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Las circunstancias pusieron a López Obrador a gobernar antes de asumir la Presidencia de manera formal. Algunas de las características de tal escenario fueron forjadas por el propio presidente electo, como es el caso de la construcción artificial de la mayoría simple en la Cámara de Diputados; pero, hay características situacionales en las que no tuvo mayor opción, como sucede con el vacío de poder que había venido dejando Peña Nieto desde hace, por lo menos, un par de años. El caso es que el control del país ya está en manos de AMLO y no necesariamente está preparado para que así sea.

Una muestra de lo prematuro que le está llegando el poder al futuro presidente es la ruptura con su propia narrativa, esa que lo llevó a ganar tan ampliamente las elecciones. El cuento entonces era muy sencillo: todos los males de México se debían a una sola causa de la que era responsable la mafia del poder. Hoy, con el gobierno en marcha temprana, no han sabido cómo sostener esa verdad, simple pero poderosa, en el entramado complejo de sus decisiones.

La presencia del Ejército en las calles y los precios elevados de las gasolinas, por citar un par de ejemplos, habían sido identificados por el Lópezobradorismo como muestras de lo que significaba para México estar bajo el dominio de la mafia del poder. Para bien o para mal, muchos de sus seguidores esperaban que, en automático, esas y otras "desgracias" fueran suprimidas si ganaba AMLO la Presidencia. Hoy ya tienen la certeza de que no será así, lo que no es algo necesariamente malo para el país, de hecho, me parecen medidas muy sensatas.

El problema para el movimiento de regeneración nacional que encabeza López Obrador es que tales decisiones no han encontrado una explicación fácil desde la narrativa que habían cultivado por casi dos décadas. Peor todavía, chocan tan de frente como su declaración de que el país está mejor que hace 6 años. Por eso, hoy los encontramos, a él y a sus más cercanos colaboradores, haciendo malabares argumentativos para defender su postura y el enorme capital político del que gozan. En teoría, AMLO y su equipo tendrían que haber trabajado en una estrategia discursiva que permitiera seguir culpando a la mafia del poder, incluso, de sus propios desaciertos. Pero, su tiempo les llegó demasiado pronto y las expectativas que crearon en amplios sectores de la población son absurdamente elevadas.

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