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¿El segundo acto del presidente?

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
“Los ex presidentes son como los jarritos chinos: nadie sabe qué hacer con ellos”.— Adela Micha

F. Scott Fitzgerald escribió que en política no existían los segundos actos, pero el tiempo probó su equivocación. De hecho, varios ex presidentes vivieron sus momentos más brillantes habiendo abandonado el poder.

Ciclotímica, impredecible, visceral, de bandazos y pasiones, así es la política en Argentina. Muerta Evita, convertida casi en una santa, Juan Domingo Perón extravió el rumbo y el pudor, luego fue derrocado por un pueblo que transita del amor al odio en un santiamén. El general Perón pasó veinte años en el exilio europeo para luego volver a su patria de la mano de Isabelita y convertirse, de nueva cuenta, en presidente.

Algo parecido, salvadas las comparaciones, ocurre con Carlos Menem y Cristina Fernández de Kirchner. Renuentes a abandonar la escena nacional, animales de lo público, ambos siguen dando de qué hablar desde sus curules del Senado. No importa que estén imputados -bendito fuero- ni que se les persiga judicialmente. Con toda su decrepitud física y moral a cuestas, Menem y Kirchner redefinen el escenario político, viven un segundo acto y se niegan a desaparecer.

Jimmy Carter resultó mediocre como mandatario y un fracaso en lo doméstico. Salvo los acuerdos de Campo David, quizá su logro más visible en materia de política exterior, Carter estuvo a nada de pasar al ostracismo de la historia hasta que supo reinventarse. Constructor de vivienda para los menos favorecidos, mediador electoral de países en conflicto, recipiente de un Nobel de la Paz. Carter, de más de noventa años, le imprime dignidad y lucidez a la ex presidencia. Espartano, su existencia es sencilla pero a la vez brillante. Subsiste con las regalías de sus libros.

De México, en tanto, podemos decir que es un caso aparte dada la configuración tan extraña de nuestro sistema político. Miguel de la Madrid decía que el poder era algo muy celoso e indivisible, que no se puede compartir. Pero eso fue antes del primer derrumbe del PRI hacia 2000, y el inicio de la transición inconclusa.

Dilapidado el capital político, Vicente Fox fue uno de los primeros ex presidentes que trató de reinventarse. Ambicioso, pretendió que le siguiéramos dando trato de mandatario al tiempo que construyó su centro presidencial al estilo de las bibliotecas a la que tienen derecho los ex mandatarios norteamericanos.

No conforme, Fox lo mismo incursiona en negocios o declara que venderá mariguana en caso de legalizarse. Nervioso, activo, casi una caricatura de sí mismo que no termina de encontrar su sitio y espacio. La incontinencia verbal de Vicente Fox lo convierte en visitante habitual de diversos informativos donde se le va a la yugular a quien se ponga enfrente. Férreo crítico de Donald Trump, también utiliza sin tregua las redes sociales.

Tras haber perdido la guerra contra el narco y las elecciones para el PAN, Felipe Calderón pactó con Peña Nieto la transición, hizo maletas y partió al extranjero. Durante algo más de un año poco se supo de él hasta que regresó a México con la clara intención de hacerse del control del partido y recuperar la Presidencia de la República. El vehículo idóneo para lograrlo era su esposa, Margarita Zavala.

Todo marchó bien hasta que Ricardo Anaya y su grupo trastocaron dichas intenciones. Perdido el control del PAN, Calderón apresura el regreso triunfal a través de una asociación civil que ya ha anunciado la propia Margarita. Es claro que el ex presidente busca convertirse en un referente de la oposición y así hacerle contrapeso a la aplanadora de Andrés Manuel López Obrador. Está en chino, pero Calderón no cesará en su intento de seguir haciendo política activa.

La gran duda es si existirá un segundo acto para Enrique Peña Nieto. Pese a haber dicho que abandonará la escena y que el primero de diciembre culmina su vida política, a todos nos causa una enorme curiosidad saber qué hará un hombre que finalmente es muy joven. Aunque patrimonialmente pudiera tener su situación resuelta, el caso de Peña Nieto resulta especialmente complicado por no adivinársele mayores talentos profesionales que el haber sido una persona colocada por sus mentores en la circunstancia y el momento adecuado.

Fuera de ello y ojalá me equivoque, sé de su gusto por el golf. De Gerald Ford se decía que gracias a que pasaba tanto tiempo en un campo de golf no le causó mayor daño al país.

Quizá el segundo acto de nuestro todavía presidente esté precisamente ahí: en un green.

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Escrito en: sin lugar a dudas

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