El Decreto Ley emitido por el gobierno socialista de España que encabeza Pedro Sánchez, con el que pretende exhumar los restos del dictador Francisco Franco y echarlos fuera de lo que se considera recinto oficial, es un acto demagógico que distrae de los verdaderos problemas que enfrenta el País, y alienta el encono entre hermanos.
La orden de autoridad está fundada en facultades de excepción para casos de "extraordinaria y urgente necesidad..." previstos en el artículo 86.1 de la Constitución Española, por lo que dado que tales condiciones no se dan, el decreto despide un tufo de fanatismo y engaño.
Francisco Franco encabezó al Ejército Español en una guerra civil que emprendió de 1936 a 1939, para derrocar al Gobierno Republicano al que Franco y sus seguidores, consideraron proclive a derivar en un sistema comunista totalitario bajo la órbita del Imperio Soviético, en tiempos de José Stalin.
La Guerra Civil hizo del territorio español un campo de entrenamiento entre las grandes potencias europeas que participaron en la Segunda Guerra Mundial y la victoria de Franco dio origen a una dictadura unipersonal, que el llamado Generalísimo ejerció durante treinta y seis años, hasta su muerte en 1975.
Francisco Franco sentó las bases de la Monarquía Constitucional que gobierna España y preparó un gobierno de transición que interactuando en forma pacífica con la sociedad española y los partidos que estuvieron proscritos durante la dictadura, dio origen al sistema político español, tal y como lo conocemos hoy día, cuarenta y tres años después del fallecimiento del Caudillo.
Es claro que la Guerra Civil que enfrentó al pueblo español consigo mismo y dio como amargo fruto la pérdida de un millón de vidas humanas, amerita conservarse en la memoria colectiva nacional y mundial y para ello, no han faltado testimonios verbales y escritos de ambos bandos. Incluso durante los años de la dictadura, siempre hubo quién prestara su voz y diera una mano a los vencidos.
El caso concreto de la República y la Guerra Civil Española, es una excepción al principio según el cual la historia la escriben los vencedores, ya que en la especie lejos de sufrir un complot de silencio, los derrotados gozaron del continuo apoyo de los poderes fácticos que a nivel mundial, controlan los medios de comunicación.
Lo cierto es que a su muerte los restos de Francisco Franco fueron sepultados en el Valle de los Caídos, monumento nacional ubicado a unos cincuenta kilómetros al este de Madrid, que fue construido durante su régimen para albergar los restos de alrededor de treinta y cinco mil combatientes de ambos bandos, muertos en la guerra, y su tumba se encuentra al pie del altar de un templo católico que forma parte del complejo, que a su vez se encuentra en el interior de una montaña horadada para servir de memorial cívico, recinto de culto y cementerio.
Para justificar la exhumación de los restos de Franco y su expulsión del Valle de Los caídos, los socialistas aducen que su permanencia en el sitio constituye un privilegio inmerecido para el ex dictador, pero esa conclusión soslaya que tan reducido a polvo está el otrora Generalísimo como el resto de los sepultados, de derecha o izquierda. Como consecuencia, el monumento ofrece un testimonio profundo de la brevedad de la vida y la intrascendencia del éxito; lo efímero de la fama y el ejercicio transitorio del poder.
Cabe recordar que el Pedro Sánchez llegó al Gobierno el año pasado, con una minoría parlamentaria del Partido Socialista Obrero Español, gracias a una frágil alianza con otras fuerzas de izquierda que por lo visto, Sánchez pretende cohesionar con una extraña mezcla de odio y saliva.
La noticia objeto de comentario nos permite contrastar el circo de la política, tal y como se practica hoy en España y en el Mundo, con los temas trascendentes relativos al sentido de la vida y el misterio de la muerte, así como el origen y el destino individual y colectivo del hombre.
