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El mundo que le toca a AMLO

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Tensión, cambio, confrontación e incertidumbre: signos de los tiempos presentes de finales de la segunda década del siglo XXI, herencia de casi 40 años de globalización económica, impulso neoliberal, crisis financieras recurrentes y decadente hegemonía occidental. Aunque parezca increíble, el panorama geopolítico que enfrentará el próximo presidente de México es muy distinto al que recibió el presidente saliente. Algunos de los temas de la agenda internacional exigirán del futuro gobierno sólo una postura o posicionamiento; otros, un involucramiento mayor. Es importante que en este mundo globalizado, como país, dejemos de vernos sólo el ombligo y levantemos la mirada para observar lo que ocurre en otras latitudes y los problemas que el planeta enfrenta. Por eso, a tres meses del relevo en la máxima magistratura de la República, vale la pena revisar cuál es el panorama mundial en el que le tocará desenvolverse a la administración federal que está por comenzar.

Una alianza tambaleante. La Alianza Atlántica entre la parte rica de Norteamérica y Europa fue una de las constantes del mundo de la postguerra y hasta el inicio del presente siglo. Bajo el liderazgo de los Estados Unidos, esta alianza impulsó un nuevo orden mundial que permitió, primero, la reconstrucción de los países devastados por la Segunda Guerra Mundial; segundo, el acotamiento del avance del bloque comunista, y tercero, la subordinación de los estados nacionales del llamado tercer mundo, principalmente de América Latina, África y Oriente Medio. Hoy esa alianza se tambalea. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha enfrascado en una cruzada unilateral para reconfigurar el bloque bajo condiciones mucho más ventajosas para su país, en detrimento de la estabilidad y la seguridad de los antiguos aliados. Es lo que en palabras de los teóricos del enfoque del sistema-mundo se conoce como el paso de un liderazgo hegemónico a una dominación sin hegemonía, un claro signo del otoño del ciclo sistémico norteamericano, aunque con un estado que posee aún enormes capacidades económicas, tecnológicas y militares. Frente a estos cambios y la incertidumbre consecuente, la Unión Europea, en pleno proceso de desprendimiento del Reino Unido, busca una menor dependencia de la superpotencia americana en el plano político, económico y militar, al igual que las potencias asiáticas otrora protegidas por Washington.

Un bloque emergente. Como ha ocurrido por lo menos en los últimos cinco siglos, a cada decadente hegemonía corresponde una ascendente o, al menos, competidora. Es obvio que esa hegemonía en ciernes está hoy en China y que el presidente Xi Jinping está buscando llevar a su país a la cabeza del mundo en el plano económico, tecnológico y militar. Estados Unidos lo sabe y esto se refleja en la nueva doctrina de política exterior de Washington, que ve en le gigante asiático a su más serio rival y, en menor medida, a Rusia, muy fuerte en las capacidades energéticas y bélicas, pero no tanto en las económicas y tecnológicas. Y resulta revelador que esa visión estadounidense haya encontrado réplica en Eurasia con una cada vez más sólida alianza entre Pekín y Moscú que está haciendo aprovechada por el gobierno chino para desplegar su ambicioso proyecto de la Nueva Ruta de la Seda (del cual ya hemos hablado aquí), con el cual pretende construir su liderazgo y un nuevo orden mundial, y por el gobierno ruso para recuperar lo que considera su "espacio vital" y reposicionarse a nivel global. La Unión Euroasiática y la Organización para la Cooperación de Shanghái son apenas dos de los organismos multilaterales con los que ambas potencias impulsan sus objetivos aprovechando el vacío que está dejando el repliegue estadounidense. Y en medio de los dos bandos rivales está Europa que, como sugerimos arriba, se encuentra en la búsqueda de su nuevo papel en el mundo con sus propios desafíos internos.

Los focos rojos. El aumento de la competencia entre potencias -que recuerda al vivido en el cambio del siglo XIX al XX- y la ruptura del orden mundial liberal basado en el Atlántico Norte, está generando focos de inestabilidad y conflicto en varias partes del orbe. Europa Oriental, en donde Ucrania experimenta una guerra civil iniciada por los separatistas prorrusos en medio de la creciente amenaza de Moscú con su despliegue de fuerza militar frente al avance de la OTAN y la Unión Europea. Asia Occidental, con guerras evidentes o veladas en Siria, Yemen, Irak, Afganistán y Palestina, subsidiadas por potencias regionales o mundiales, y una escalada de tensión entre Estados Unidos y la otrora aliada Turquía y el enemigo vigente Irán. Asia Oriental, en donde cada día que pasa se comprueba la inutilidad de la insólita cumbre entre Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un ya que los amagos por el desarrollo nuclear militar del régimen de Pionyang han vuelto, a lo que hay que sumar las tensiones que se mantienen en el Mar de China Meridional entre Washington y Pekín por el control de esa importante ruta marítima. Y por último, en Latinoamérica, en donde la crisis social y política se ha apoderado de naciones como Venezuela y Nicaragua, con gobiernos que se han endurecido ante las crecientes protestas, situación que ha derivado en un éxodo masivo de personas que buscan refugio en otros países de la región.

Los grandes desafíos. Los retos mundiales están hoy focalizados en la economía, la política, la migración y el medio ambiente. Respecto a la primera, acapara la atención y preocupación la nueva ola proteccionista impulsada por Donald Trump, quien ha dado un manotazo en la mesa del paradigma del libre comercio para abrir una guerra arancelaria con el fin de imponer nuevas condiciones en el intercambio internacional de bienes, medida que ha encendido las alertas por una posible recesión económica mundial. En cuanto a la política, alarma el resurgimiento con fuerza de visiones populistas, antiliberales, nacionalistas y xenófobas, incluso en el seno de sociedades avanzadas en donde se creían superadas esas expresiones: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia y Austria son tan sólo los ejemplos más notorios. Y gran parte de este resurgimiento se debe a las promesas incumplidas del orden neoliberal de los últimos 40 años y al aumento de la migración de poblaciones de países subdesarrollados o en conflicto hacia naciones del llamado primero mundo, en donde un sector de la sociedad percibe como amenaza la llegada de extranjeros pobres. Por último, está el padre de todos los desafíos que es el cambio climático del cual hay cada vez menos dudas de sus causas -la actividad humana- y sus efectos -el calentamiento global y el incremento del potencial destructivo de los fenómenos naturales-, los cuales tienden a ser más severos en los países menos desarrollados, es decir, los que menos contribuyen a agravar el problema. ¿Qué postura y cuál es el grado de involucramiento que adoptará el nuevo gobierno de López Obrador? ¿Hacia dónde llevará el futuro presidente al país en medio de estas aguas turbulentas?

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Escrito en: Editorial Periférico

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